22 diciembre, 2007

Imágenes de Toulouse (y II). Sandra.

Es mentira que no tengamos prejuicios. Es mentira que no viajemos a los países con una idea preconcebida de lo que nos vamos a encontrar allí. O, al menos, de lo que nos gustaría encontrarnos. Yo, por lo menos, sé que siempre que voy a un sitio trato de hacer fotos conforme a los esquemas mentales que han viajado conmigo. Hay quien opina que construyo imágenes artificiales, pero yo prefiero pensar que más bien reconstruyo las imagenes que tengo en la mente. Un ejemplo claro es este retrato de Sandra. Sandra era la dueña de un bar donde entramos a tomar algo en Toulouse. "Bienvenidos a mi sitio", nos dijo con hospitalidad sincera. Y a continuación desplegó para nosotros todo un repertorio de sorpresas y excentricidades. En cierto modo, Sandra era una especie de Amelie, el último gran estereotipo de la mujer francesa. Con sus medias de colores y su mirada soñadora, se pasaba las tardes preparando bocadillos de espinacas. Y yo, al fotografiarla, no sólo me traje de Toulouse un bonito recuerdo, sino también una de esas reconstrucciones de prejuicios.

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18 diciembre, 2007

Imágenes de Toulouse (I). Gilbert Garcin.

Uno de los lugares más interesantes de Toulouse es el Château d'eau, la antigua torre de aguas que ahora funciona como centro de fotografía. Allí tienen una asombrosa biblioteca llena de libros de fotos, y cada cierto tiempo organizan exposiciones. Este invierno, el autor cuya obra han recopilado es un entrañable ancianito llamado Gilbert Garcin. Un señor que, cuando se jubiló hace quince años, decidió convertirse en fotógrafo. Y menudo fotógrafo. En principio, sus imágenes tienen todos los ingredientes para aburrir: Monsieur Garcin sólo hace fotos de sí mismo, y encima les pone títulos tan chungos como La ambición, La promesa de Dios o Mirada a la pintura contemporánea (véase ejemplo). No obstante, cuando uno contempla su obra atentamente, se da cuenta de que éste no es un fotógrafo pretencioso. Sus imágenes no aspiran a explicar el sentido de la vida, sino que se conforman con ilustrar los habituales conflictos del alma. Son pequeños poemas de una simplicidad fascinante, construidos a partir de microcosmos inventados y autorretratos recortados (con tijera). Alis me contó que ella ya había leído sobre Garcin en El País, pero a mí me pilló por sorpresa y me dejó encantadísimo. Fue, sin duda, una gran lección de fotografía. Quien quiera ver más fotos, puede visitar su página.

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17 diciembre, 2007

La soledad de los astronautas.

Este fin de semana fui al cine a ver una película sobre astronautas. Se titulaba Interkosmos y era un falso documental sobre los planes de la RDA para colonizar otros planetas. Reconozco que me aburrí un poco, pero aun así me gustó mucho cómo reflejaba la soledad del astronauta. Había dos protagonistas, una mujer y un hombre, que viajaban en cohetes diferentes. Estaban enamorados el uno del otro y mantenían conversaciones larguísimas, a través de la radio, en mitad del espacio. En la película estas conversaciones se escuchaban sobre un plano de la Tierra grabado desde la nave, y era desolador. Los astronautas siempre me han parecido una figura trágica, tan solos y abandonados ahí arriba. A raíz de Interkosmos he estado pensando y he descubierto que muchas las aventuras espaciales que más me gustan son historias de astronautas tristes. Algunas de esas historias están aquí ahora, en estos vídeos. Empezando por la que vi este fin de semana, claro.

Artículo relacionado: La soledad de los profesores.

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13 diciembre, 2007

Un hombre que mira ciudades.

Estos días ando completamente obsesionado con el trabajo de un italiano llamado Francesco Jodice. En el Reina Sofía vimos un documental suyo sobre la ciudad de Sao Paulo, y desde entonces no consigo sacármelo de la cabeza. El documental se titulaba Sao Paulo City Tellers y contaba cómo la propia dinámica urbana había creado nuevas profesiones. Francesco Jodice no es exactamente un director de cine, pero había conseguido dibujar un panoraba fascinante y aterrador de la megalópolis brasileña. Jodice se ha especializado en ciudades y se pasea por el mundo con una doble mirada, de antropólogo y de artista. Unas veces hace vídeos y otras veces se limita a tirar fotos, pero en el fondo da lo mismo: lo que más me gusta de su trabajo es que siempre consigue captar la atmósfera de los sitios (y, sobre todo, de la gente que vive en los sitios) a partir de planos estáticos. En su página no hay ni rastro de Sao Paolo City Tellers, pero sí que hay un documental sobre jóvenes japoneses titulado Hikikomori, que ilustra bastante bien esto que trato de explicar. Si alguien tiene media hora, recomiendo encarecidamente que lo busque. Sólo hay que tirar del hilo a partir de aquí.

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12 diciembre, 2007

Arte, amor y escaparates.

Me encantan las grandes ciudades porque a veces, si tienes suerte, pueden brindarte inesperados momentos de poesía. Esta misma tarde, por ejemplo, me ha sucedido a mí. En las callejuelas de detrás de Gran Vía, donde se amontonan las putas y los sex-shops, me he topado con una tienda que se llamaba Boutique Solo Amor. A pesar de tener un nombre como ése y de estar en un barrio tan erótico, la boutique Sólo Amor es sólo una tienda de ropa vintage. Pero cuando uno se fija mejor, descubre que en el escaparate han encerrado a dos enamorados, un chico y una chica, para que se desenamoren a la vista de putas, modernetes y curiosos como yo. Se trata de una performance importada de Holanda, y durará hasta el domingo que viene. Cada día que pase, el chico y la chica ensayarán una manera diferente de romper la magia de su amor. El título no podía ser más sugerente: 7 intentos de perderse el uno al otro. Quien no pueda (o no quiera) darse un paseo, puede echar un ojo a este vídeo o a la web. Pero ojo, no hay nada como verlo allí mismo, en el número 38 de la calle Barco. De 11 a 14.30, y de 15.30 a 20.00.

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11 diciembre, 2007

Objetos Fascinantes

-“Perdona, ¿tienes hora?”- Por toda referencia horaria, el chaval me mostró este particular reloj. Cuando lo vi, supe que tenía que ser mío.
Este objeto activa mecanismos de memoria infantil que hacen salivar a mis papilas gustativas. ¿Quién de nosotros no ha disfrutado alguna vez locamente comiéndose cada una de estas pequeñas bombas de azúcar hasta acabar con la pulsera entera? A los/las más afortunados/as, les compraban un collar.

No creo que sea su sabor lo que atrae tanto, pues ocurre con ellas como con el carbón de reyes; que sólo sabe a azúcar y que aunque pocos niños se resisten a pedirlo, a muy pocos les gusta de verdad. También se puede pensar que lo que atrae de estos dulces es el hecho de que son varias golosinas en una y que prometen, por tanto, un placer prolongado. Pero lo que realmente las hace irresistibles es que poseen la magia de lo efímero, pues su belleza exterior (se presentan en forma de joyas o complementos) desaparece cuando desempeñan la función de golosinas a la que están avocadas.
Aunque las tradicionales pulseras y collares de azúcar ya eran suficientemente retorcidas en lo que a elaboración conceptual se refiere, esta evolución moderna alcanza extremos de sofisticación con los que mi infancia ni siquiera soñó. Si a los niños de antes se les llamaba la atención por medio de la atracción de lo efímero, ¿qué tipo de estrategia se sigue con los niños actuales? Se me ocurre que el hecho de invitarles a “comerse” un reloj parece incitarles a “comerse” su tiempo. El mensaje subliminal, entonces, sería que la vida no tiene sentido y que no tienen por qué prolongarla cuidando de su salud, sino que pueden comer cuantas golosinas quieran. Aunque también se me ocurre que tras este objeto puede esconderse una justa venganza por parte de los niños contra el bárbaro Cronos, que según creo fagocitaba a sus hijos según éstos iban naciendo.

Y a vosotros, ¿qué os sugiere este objeto fascinante?

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Música sin palabras (y II). Cash. I see a darkness.

Vaya por delante que me pirra Johnny Cash, y que la sola mención de su nombre basta para que se me desabrochen solos los cordones de los zapatos. Una vez dicho esto, todo lo que venga a continuación estará libre de juicios incondicionales. A fin de cuentas, de lo que se trata aquí no es de hablar de un cantante, sino de un tebeo: Cash. I see a darkness. Una biografía en viñetas que me ha impresionado, sobre todo, porque dibuja la música. El tipo que la firma, Richard Kleist, parte de un planteamiento muy sencillo: Johnny Cash era un contador de historias. Y a partir de aquí, el paso siguiente es de una lógica aplastante: para transmitir la fuerza de sus canciones, lo más fácil es dibujar estas historias. Parece un razonamiento de Perogrullo, pero a mí se me antoja como uno de los hallazgos más felices de los últimos tiempos. Cash. I see a darkness, es una caja china que, además, incorpora rodillos de música; un mecanismo de espejos donde una historia contiene a otra y cada canción sirve como excusa para experimentar formas de contar. Gracias mil, por tanto, a todos los que me lo regalaron.

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10 diciembre, 2007

Música sin palabras (I). Solletico.

Una vez alguien me preguntó por qué me gustaba una canción y yo fui incapaz de explicarlo. Mi gran frustración desde entonces es no saber describir los sonidos. Estoy convencido de que se trata de un don, no de algo que se pueda aprender. Y como yo no tengo ese don, me conformo con encontrar formas alternativas de contar a los demás cómo suenan las cosas. Un ejemplo es este vídeo de un concierto de Solletico. Yo estuve en aquel concierto y me gustó tanto que quería contarlo aquí, en mitte, pero me sentía incapaz de hacerlo. Y mira tú por donde, un día me topo con este vídeo en youtube. Bienaventurados los que tienen acceso a la tecnología, porque ellos trabajarán menos. Gracias a este vídeo me voy a ahorrar un buen puñado de adjetivos que sólo sonarían a tópico. ¿Cómo es el sonido de Solletico? Pues, tal y como yo lo veo, sofisticado y cosmopolita, bastante elegantón y muy, muy contagioso. Solletico es uno de esos grupos que escuchas moviendo primero la cabeza, luego los pies y luego las caderas. Pero vamos, ya digo que las descripciones de sonidos se me dan fatal. Lo mejor es ver el vídeo. Tiene un sonido pobre, pero creo que refleja bastante bien la atmósfera de un concierto de esta gente. Muy recomendable.
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04 diciembre, 2007

Banksy.

Siempre he sentido una enorme debilidad por el arte callejero que va más allá del típico graffiti, porque me inspira y porque me hace sentir a gusto en la ciudad. El más famoso de los artistas urbanos es, probablemente, Banksy. Este señor se pasea por la vida con los modales de un superhéroe, alimentando el mito de su persona mientras los policías de medio mundo se vuelven locos para desenmascararle. Sus diseños suelen ser combativos e imaginativos a partes iguales, con mensajes anti-sistema y un divertido sentido del pop. De todos, los que más me han impresionado siempre son los que pintó sobre el muro de Palestina. Y no sólo porque sean originales y potentísimos, sino porque uno no se espera ver a un graffitero pintando en aquellas tierras.
Si cuento todo esto es porque el otro día una amiga me regaló un estupendo libro sobre Banksy, y entre sus páginas encontré una historia que me impactó. Según cuenta el propio artista, cuando estaba en plena faena se le acercó un viejo palestino y le dijo: “al pintar el muro haces que sea más bonito”. Bansky, halagado, le dio las gracias. Y entonces el viejo continuó: “no queremos que sea más bonito. Odiamos este muro. Vete a casa”.

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[REC]

Las pelis de terror me crean un pequeño conflicto porque nunca tengo muy claro con qué criterios valorarlas. En teoría, la calidad de estas cintas debería ser directamente proporcional al nivel de pánico que experimentes cuando las ves. Pero no nos engañemos, que ése es un supuesto falso: se puede provocar mucho, mucho miedo y aun así hacer una película de mierda. Lo he estado pensando un ratito, y al final he llegado a la conclusión de que las mejores pelis de terror son las que te dejan el susto dentro, para que te lo lleves a casa y te dé miedito por las noches. Es lo que me sucedió con [REC], esa siniestrísima versión de 13 Rue del Percebe que Jaume Balagueró se ha sacado de la manga para recogijo de los espectadores masocas. Dos días después de ir al cine me despertó la sed en mitad de la noche, y me levanté a beber agua. Estaba sólo en casa. En cuanto abrí la puerta de la habitación me acordé de una secuencia especialmente escalofriante de la película, una secuencia donde el miedo no procede tanto de lo que has visto, sino de lo que crees haber visto. Mientras trataba de controlar el tembleque de las rodillas, tuve que reconocer que secuencias así son las que hacen de [REC] una buena peli de miedo. Podría volverme loco tratando de explicar en qué consiste exactamente eso de "asustar sin mostrar", pero he preferido colgar este clasicazo de youtube. No sólo ilustra lo que quiero decir, sino que, según dicen, el propio Balagueró lo ha tomado como fuente de inspiración. Si alguien quiere leer un poco más sobre el cine de terror, que visite Sindrogámico.

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28 noviembre, 2007

La peor banda del mundo. La eliminación de los recuerdos.

Para saber de qué va esto, sólo hay que pinchar aquí.

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La peor banda del mundo. El inextricable laberinto del destino.

Para saber de qué va esto, sólo hay que pinchar aquí.

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La peor banda del mundo. El insostenible peso de las palabras.

Para saber de qué va esto, sólo hay que pinchar aquí.

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27 noviembre, 2007

La peor banda del mundo. El paso de las estaciones.

Para saber de qué va esto, sólo hay que pinchar aquí.

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26 noviembre, 2007

La peor banda del mundo. La persistencia de los sueños.

Para saber de qué va esto, sólo hay que pinchar aquí.

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22 noviembre, 2007

Garrick.

La nueva obra de Tricicle se basa en dos ironías curiosísimas. La primera es que el humor, si lo piensas, consiste en una serie de fórmulas sencillas que cualquiera podría aplicar. O sea, que la gente paga una pasta por ver algo que, si se empollase el manual de instrucciones, sería capaz de hacer gratis en casa. Habrá quien piense que esto es una burla, pero yo creo que es genial. Garrick, que así se llama el montaje, es como un espectáculo de magia donde un señor te explica cómo se hacen los trucos. Y aquí, señores, me voy a permitir la chulería de usar mi prefijo favorito, “-meta”: Garrick es metahumor, humor a partir del propio humor, chistes sobre cómo contar chistes. ¿Y la segunda ironía? Je, je, ésta es la mejor. La segunda ironía es que, a pesar de que los señores de Tricicle juegan con las cartas descubiertas, sus trucos siguen funcionando. Manda huevos, ¿eh?
(Si alguien quiere buscarnos entre el público, que pinche en "leer más").

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21 noviembre, 2007

Christopher Lee y el corta-pega conceptual.

El otro día discutía con un amigo sobre la portada del último disco de Christopher Lee, Revelation. En ella, el intérprete de Drácula aparece recortado y pegado sobre la imagen de una plaza de toros, probablemente la de Ronda. Y detrás de él, también recortadas y pegadas, las figuras de unos bailarines y unos músicos flamencos. Tanto mi amigo como yo nos quedamos flipados ante la simplicidad del concepto, pero no nos poníamos de acuerdo a la hora de encontrar una explicación. Mi colega opinaba que la portada de Revelation, más que simple, es cutre. Y es cutre porque a estas alturas de la película, con 86 años, es muy probable que Christopher Lee haya perdido el rumbo. Yo, por el contrario, pensaba que la simplicidad de la portada era perfectamente coherente con el concepto kitch del disco. Después de todo, estamos hablando de un álbum donde el actor siente la revelación del flamenco y se atreve con temas de El hombre de la Mancha (sí, el musical de Paloma San Basilio) o el inmortal My Way. ¿Por qué no completar la jugada con una portada igual de atrevida? A veces tengo la sensación de que hemos caído en la dictadura del photoshop y del virtuosismo, y que con ello nos hemos olvidado de lo maravilloso que puede ser a veces un collage artesanal, aunque quede cutre. Por tanto, exclamo con orgullo: "¡viva el corta-pega conceptual!".
(Para ver la imagen más grande, sólo hay que pinchar en ella).
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20 noviembre, 2007

José Ramón Sánchez.

Estos últimos días ha aparecido en Madrid una campaña de publicidad sobre la ciudad de Nueva York. Son dibujos alegres que promocionan las compras, los espectáculos y no sé cuántas cosas más de la Gran Manzana. En teoría, cuando uno los ve debería sentir ganas de viajar, pero yo he sentido una enorme nostalgia. ¿Por qué? Porque me han recordado a José Ramón Sánchez. En caso de que alguien no se acuerde, este señor fue el dibujante oficial de la España de los primeros ochenta. Aunque los modernos de mi generación siempre presumen de haber tenido una infancia marcada por La bola de Cristal, en realidad José Ramón Sánchez fue mucho más importante. Al menos para mí. Recuerdo que le veía dibujar en la tele, rodeado de niños, y se me caía la baba. El programa que más grabado tengo es El Kiosco, pero al ver esta cabecera de Sabadabadá he sentido que se activaban recuerdos de los que no era consciente. Actualmente José Ramón hace unos cuadros bastante chungos y padece una pretenciosidad galopante, ya que su próximo proyecto es dibujar la Divina Comedia. Pero yo se lo perdono todo, porque gracias a él, de niño quise ser dibujante.
Para ver la imagen de la campaña de Nueva York que ha provocado este ataque de nostalgia, sólo hay que pinchar en "leer más".




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19 noviembre, 2007

EXIT. Flores.

La revista EXIT es una publicación trimestral que me gusta por dos motivos y me irrita por uno sólo. Me gusta porque siempre trae fotos interesantes y porque siempre es monotemática, y me irrita porque suele acompañar las fotos con textos insoportablemente pedantes. El número 28, que acaba de salir, es un monográfico sobre flores. Yo siempre había pensado que las fotos de flores eran un poco rollo, pero gracias a esta revista he descubierto que pueden ser fascinantes. Básicamente, lo que he aprendido es que las flores siempre han funcionado como metáfora sórdida y perturbadora de la vida. “Las flores crecen debajo de los ahorcados, alimentadas por el semen póstumo, por el último hálito de vida, de pasión”, dice Rosa Olivares, la directora, en el editorial. Y a continuación despliega un abrumador repertorio de imágenes de podredumbre, exhuberancia, sensualidad y decadencia floral que viene a reforzar la idea. A quien le guste el otoño húmedo de los charcos y del dulzón olor a muerte, que no se pierda esta revista. Y a quien le apetezca echar un ojo a los contenidos, que visite la web.

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15 noviembre, 2007

La infancia, o saber jugar

El pasado fin de semana tuve dos experiencias que me han hecho replantearme este fin de semana que hoy empieza: una fue mi visita al Parque del Capricho en la madrileña Alameda de Osuna, y la otra el visionado del documental de los Hermanos Oligor.
Si tenéis curiosidad por cualquiera de las dos, o por saber qué es lo que va a ser diferente en este fin de semana, leed más.
El Parque del Capricho, gracias a dios todavía no muy conocido, es la joya de los parques madrileños. Se trata de uno de los pocos parques románticos que se conservan en este país (“romántico” en cuanto a perteneciente al Romanticismo, no del género romántico-petardo, claro), y perteneció a la duquesa de Osuna, ésa que retrató Goya y que se dice rivalizaba con la de Alba, “la maja”, la favorita del pintor. Pues bien, la señora duquesa se trajo a arquitectos y escenógrafos franceses para construirse una finca de recreo con la que epataría hasta al más cosmopolita de sus invitados y en la que, ante todo, se divertiría. De esto último me di cuenta al ver una foto de la época en la que unas engalanadas señoronas y unos caballeros con chistera están subidos a unos elegantes columpios de madera, con una inscripción: “los Señores de tal y los Condes de cual se divierten en el columpio de la duquesa”. Parece ser que en este parque jugar no era cosa de niños, sino de adultos; eso sí, ricos. Porque si algo queda claro al visitar el sofisticado Parque del Capricho, además de la perversión implícita en los impúdicos alardes de riqueza de la nobleza, es que esta gente se sabía divertir, y cómo: ¿Hay algo más caprichoso que cavar un pozo profundísimo sólo para crear una ría artificial por la que los invitados navegasen en falúas hasta un lago (con isla y todo), en el que la anfitriona les recibía con un estupendo banquete a la sombra de un quiosco chinés? Sí, probablemente sea mucho más caprichoso el construirse un fortín en miniatura sin privarse de unos elegantes soldados que lo guarden día y noche, o una “casa rural” con huertecito y agricultores incluidos. ¡Dios mío! ¡La buena señora incluso se hizo unas ruinas de ermita “románica” en las que puso, como quien pone un jarrón, a un eremita barbudo! Piadoso, además de pintoresco. Una vida dedicada al placer y al capricho, dirán algunos. Yo diría más; una vida que es eterna infancia, eterna diversión.
En cuanto al documental sobre los Hermanos Oligor y su peculiar obra de teatro Las tribulaciones de Virginia, volví a tener la misma sensación que ante la foto del columpio de la duquesa de Osuna: pese a lo que se dice en la película, la historia que cuentan no es una historia de amor. A mí me parece que el verdadero tema no era otro que la infancia, y la ruptura interior que supone el abandono de la misma. “¿Alguna vez tuvisteis una experiencia tras la que dijisteis -ya está, ya no soy un niño-?” – pregunta a los espectadores un Oligor con cara alucinada. Ése es el drama de los Oligor, llámeselo complejo de Peter Pan si se quiere. El drama del que sabe que la auténtica felicidad (y el auténtico amor) está en la infancia, en el juego. Por eso, y para no dejar de ser nunca niños del todo, se empeñan en seguir jugando, y por eso fabrican esos muñequitos preciosos con materiales de deshecho y los mueven con motores por cuerdas como si fueran funambulistas. Juego, arte.

Mi propuesta es la siguiente: Una vez superados los 5 días de la semana en que estamos obligados a ser adultos responsables, este fin de semana intentemos ser un poco niños. ¿Jugamos?

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14 noviembre, 2007

María Zarazúa. Ausencias.

María Zarazúa es una fotógrafa de mirada atenta, gusto por la composición y gran sensibilidad. Si alguien no me cree, que vaya a ver su serie Ausencias al Café Manuela de Malasaña, donde se expone hasta el 12 de diciembre. En esta serie, breve y silenciosa (sólo ocho fotos, todas sin modelo), María trata de rescatar la huella de las personas que habitaron una casa. Son imágenes de una cocina vacía, de una mesa polvorienta o de los objetos acumulados en las estanterías, tomadas con estricta frontalidad y aparente distancia. Pero cuando uno las mira con atención, descubre que hay en ellas un rastro humano, un poso de vida casi apagado que, sin embargo, todavía emociona. Está en la marca que las sillas hicieron al rozar con la pared, en las fotografías amontonadas o en las huellas que los tenedores han dejado, durante meses, sobre el polvo. Contemplando estas imágenes he descubierto una curiosa paradoja: que toda ausencia es, al mismo tiempo, una forma de presencia. Y me parece que es una bonita lección, ¿no?
Para saber un poco más sobre la exposición del Café Manuela, recomiendo leer Sindrogámico.

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10 noviembre, 2007

La Zona.

En general soy un espectador bastante prosaico y poco dotado para la trascendencia. Las películas concebidas para hacer pensar me inspiran un rechazo casi inmediato, algunas por pretenciosas y otras por moralistas. Pero de vez en cuando me encuentro con cintas como La Zona, y entonces tengo que reconocer que no todo el monte es mala hierba. La primera película de Rodrigo Plá es la típica historia que parte de un planteamiento sencillo y, sin embargo, crece hasta convertirse en una fábula llena de posibles lecturas. La Zona vine a ser, para que nos entendamos, un felicísimo cruce entre Acorralado y El show de Truman donde el espectador no sabe si lo que está viendo es un thriller, una parábola social o una sátira sin gracia del totalitarismo. Y todo ello, encima, filmado con una elegancia invisible y un sentido natural de la intriga, nada forzado pero de una eficacia pasmosa. Sólo hay una cosa que no me gusta de esta película; para saber qué es, recomiendo leer Sindrogámico.

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06 noviembre, 2007

eleganTe chaflán.

Siempre he sentido una pasión absolutamente irracional por Madrid. Vine a vivir a esta ciudad hace cosa de doce años, y desde entonces casi no ha dejado de entusiasmarme. Me gustan las callejuelas, la gente, los agobios, las tiendas, los bares, las historias, los balcones y el metro. O sea, todo. Y por eso me hace muy feliz formar parte de un proyecto como eleganTe chaflán. eleganTe chaflán es un blog sobre ciudades, escrito a cuatro manos, en cuatro ciudades diferentes: Berlín, Liverpool, Buenos Aires y Madrid. Lo de “chaflán” viene de esquina, que es una cosa muy urbana; y lo de “eleganTe” es el punto de distinción que nos hace diferentes. Nuestro objetivo no es contar cómo son las ciudades para alguien que viene de fuera, sino cómo las vive alguien que se despierta todos los días en ellas. Mi esquina, claro, es la de Madrid. Así que a partir de ahora, todo el mundo está invitado a ver cómo hago públicas mis debilidades madrileñas. O cómo mis compañeros hacen públicas las de Berlín, Liverpool o Buenos Aires. En cualquier caso, lo único que hay que hacer es darse una vuelta por eleganTe chaflán.

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05 noviembre, 2007

Somos débiles. El siglo XIX en el Prado.

Somos débiles. Todos nosotros. El nuevo Museo del Prado, por ejemplo, es débil porque ha sacado a la luz una colección de pintura del Siglo XIX de la que está profundamente avergonzado. Y yo, por mi parte, soy débil porque me encantan esos cuadros tan horteras. La pintura que se hizo en España entre 1800 y 1900 –y especialmente la que se conserva en El Prado– representa la antítesis más escandalosa de la modernidad. No hay por donde cogerla, a la pobre. Mientras en los demás países se avanzaba hacia los cuadros sin anécdota, los pintores del Prado recreaban enormes escenas históricas. Y mientras el arte contemporáneo descubría el encanto de lo feo, aquí se pintaban retratos de ricachonas guapas. ¿Por qué, entonces, soy tan feliz con todos estos cuadros? Por tres motivos: porque soy un pedante, porque llevo a un hombre del siglo XIX en mi interior y porque es fácil impresionarme. Me encantan los cuadros gigantescos donde los personajes exageran su dolor, y me enamora la aristocracia decimonónica que pintaban Galdós o Clarín. Soy débil, lo sé. Pero no me cuesta nada reconocer que me chifla la nueva exposición del Museo del Prado. Ideal para verla con la abuelita y, encima, presumir de que ya se han visitado las nuevas salas (como yo he hecho en Sindrogámico).
Artículo relacionado: Bañista II.

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01 noviembre, 2007

El jinete polaco. Święta Woda.

El Santuario de Święta Woda es uno de los lugares que más me impresionó de Polonia. Se trata de un santuario que lleva funcionando tres siglos, y que atrae a los peregrinos porque tiene una fuente donde brota agua bendita. Lo curioso del asunto es que hace diez años, la Iglesia tuvo la genial idea de declarar la montaña de al lado “Monumento para el Tercer Milenio”. A partir de entonces, los peregrinos que se llevaban agua empezaron también a plantar una cruz. Y después de una década, el lugar se ha convertido en un sobrecogedor cementerio sin lápidas donde uno no sabe si la gente viene a llevarse agua, a plantar una cruz o a hacer fotos, como yo.
Ésta es la última imagen de El jinete polaco que voy a colgar en mitte. Para ver la serie completa, recomiendo visitar mi fotolog. Y para saber más cosas sobre mi pasión enfermiza sobre las cruces, Sindrogámico.

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30 octubre, 2007

El jinete polaco. Dos chicas en Varsovia.

He dejado para el final una de mis fotos favoritas de la serie. La hice en Varsovia, una tarde de lluvia. Estas dos chicas pertenecían a un extraño grupo que no supe comprender muy bien a qué se dedicaba. Eran unos quince o veinte chavales, todos vestidos como si fuesen boy-scouts, que se habían reunido alrededor del monumento a la resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial. Las dos chicas y sus compañeros tenían velas encendidas, y unos monitores les daban instrucciones en polaco. Como estaba lloviendo no pude quedarme a ver el final de la fiesta, pero hice esta foto. Me gusta, sobre todo, por el contraste de actitudes: una mira a su amiga, y la otra nos mira a nosotros; una sonríe, la otra está seria.

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Juan Hidalgo, Zaj y los Hermanos Marx

A Juan Hidalgo las fronteras que imponen los medios de expresión tradicionales siempre se le quedaron cortas.
Como compositor, fue el primero en España que hizo música electroacústica (aquélla que se sirve de sonidos generados automáticamente por medio de máquinas), y también el primero en sugerir que los instrumentos no tenían por qué tocarse según los métodos canónicos (el piano presionando las teclas, el violín rozando las cuerdas con el arco), sino que podían convertirse en maravillosas herramientas polivalentes.
Como artista, fue nada menos que el fundador de Zaj en 1964, uno de los grupos de vanguardia más dadaístas que este país ha dado a luz. Zaj (Juan Hidalgo, Walter Marchetti, Esther Ferrer…) desmitificaba el objeto artístico a favor de la acción desenfadada. Hacían, por ejemplo, conciertos itinerantes por las calles de Madrid, y enviaban “arte postal” a unos atónitos destinatarios que recibían tarjetas con textos incomprensibles. Sus acciones eran conciertos, performances, bromas juerguistas, y tantas cosas más que tuvieron que bautizarlos como Etcéteras.
Pinchad aquí para haceros una idea de cómo sonaba Juan Hidalgo por entonces. Son tres variaciones sobre un mismo tema, muy divertidas. Y para haceros una idea del impacto que debía de causar en la España franquista de los años 60, echad un ojo al vídeo, más divertido todavía.



Pues bien, hoy Juan Hidalgo ya es octogenario y empieza a ser respetado por la respetable crítica, y con motivo de su cumpleaños el Ensemble Madrid le dedicó un concierto-homenaje en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De esa tarde me llevo el recuerdo de haber visto a un mito con la más amable de las sonrisas. Pero, sobre todo, me quedo con la felicidad de haber reconocido a otro de mis mitos: Los Hermanos Marx.
Desde el concierto-acción de Juan Hidalgo los Marx a mis ojos quedan revalidados como auténticos artistas Zaj: Los intérpretes de la obra de Hidalgo golpeaban sus violines con las manos, arañaban las cuerdas con las uñas y utilizaban las varillas para rascarse el cogote o para pinchar al compañero. A mí, todo eso me recordó imágenes como la de Harpo aporreando un piano hasta desarmarlo para utilizar las cuerdas interiores como harpa, o esa escena en que se cuelan en una orquesta, le roban la batuta al director y con ella entablan una lucha de esgrima contra toda la sección de viento. Esas piezas musicales aparentemente inofensivas que los Marx introducían en sus películas ironizaban con los métodos ortodoxos de hacer música y reivindicaban un mundo de libertad para el músico y el intérprete. Al más puro estilo Zaj, vaya.

¡Viva Juan Hidalgo! ¡Vivan los Hermanos Marx!

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28 octubre, 2007

El jinete polaco. La estatua de Varsovia.

En Varsovia todavía quedan estatuas gigantescas que recuerdan la megalomanía de los regímenes comunistas. Algunas, como ésta, casi parecen un retrato de Lennin. La foto me gusta por el contraste entre las dos figuras, la chica que estudia y la escultura a su lado. Frente a la monumentalidad de la estatua, la chica parece diminuta, casi invisible. Y algo parecido ocurre con las actitudes: el señor posa envarado, con la solemnidad propia de las alegorías, mientras que la muchacha ni siquiera se entera de que está posando. Es una buena ironía.

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27 octubre, 2007

El jinete polaco. Sin título.

Siempre me ha atraído la fotografía abstracta de cosas reales. Mirar un objeto con la suficiente perversidad como para que deje de ser lo que es y se convierta en cualquier otra cosa es divertidísimo. La única condición que me impongo es que la imagen mantenga un nexo con la realidad, para que el trampolín del salto poético sea más consistente. Un ejemplo sería esta foto: el objeto se reconoce perfectamente, pero sigue siendo posible que cada cual lo tome a su antojo y lo convierta en eso que, durante un segundo, creyó que era. O que no era.

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24 octubre, 2007

Calatrava practica Barroco.

Al Ayuntamiento de Bilbao se le ocurrió un buen día, vaya por dios, la desbaratada idea de modificar levemente la barandilla del puente Zubi Zuri de Calatrava para unirlo a la pasarela diseñada por el japonés Arata Isozaki, y así comunicar mejor la ría con el centro de la ciudad y, de paso, hacer la vida de los bilbaínos más cómoda y agradable. Calatrava, claro, sintió vulnerada su propiedad intelectual. Y el juez, claro, ha estimado que tiene toda la razón para enfadarse, porque no tenían derecho a transformar su creación, que por otra parte pertenece al Ayuntamiento y que fue pagada con el dinero de todos esos contribuyentes con cuya opinión el señor magistrado, por supuesto, no ha contado.
Algo debe de ir mal en la cabeza de ese juez, cuando se le olvida que la arquitectura, al contrario que el resto de las artes, debe ser ante todo valorada en base a su funcionalidad, ya que desde su nacimiento (allá por las épocas neolíticas en que los hombres salieron de las cavernas y se sedentarizaron en pueblos agrícolas) obedeció a una necesidad básica del ser humano: la del cobijo. Algo debe de ir mal también en la cabeza de Calatrava-superstar, cuando olvida que todos los avances en arquitectura en el siglo XX, todos esos arquitectos revolucionarios a los que el mundo entero admira (Gaudí, le Corbusier, Mies van der Rohe…) y esos movimientos que fueron decisivos para el urbanismo y la construcción posteriores (el Movimiento Internacional, la Bauhaus…) lo fueron en cuanto que dieron pasos importantes en la satisfacción de las necesidades de los hombres, y en la mejora de las condiciones de vida en las ciudades.
Tan sólo se me ocurre una época en que la funcionalidad de la arquitectura fuera tan despreciada y minusvalorada como en el presente, y es la del Barroco. A Bernini le importaba un comino que sus iglesias y palacios fueran fáciles de habitar, mientras desplegaran la escenografía de exaltación católica que interesaba a su cliente (el Vaticano) para luchar contra la Reforma. A Calatrava, por su parte, le importa un comino que su puente sea práctico y que los bilbaínos lleven años sufriendo resbalones sobre su espléndida pasarela de madera pulida, mientras éste sea vehículo de su expresión plástica personal.
Ya sé que las elegantes formas biomórficas de los edificios de Calatrava no recuerdan en absoluto a los excesos ornamentales barrocos, pero, ¡que esta apariencia moderna no os engañe! En el fondo, su espíritu pertenece al Barroco.
La diferencia entre Bernini y él es que el italiano servía al Papa, y el valenciano sólo a su enorme ego. Y la diferencia entre la sociedad de entonces y la nuestra es que ellos practicaban ciegamente el catolicismo, y a nosotros nos ciega la religión del artista-superstar.

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23 octubre, 2007

El jinete polaco. Gdańsk.

Gdańsk es una ciudad poco conocida si tenemos en cuenta su importancia histórica. De hecho, no todo el mundo sabe cómo se llama en realidad, si Danzig o Gdańsk. Pero en cuanto escarbas un poco descubres que éste fue el lugar donde estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, y que medio siglo más tarde fue aquí donde nació el sindicato Solidaridad, el principio del fin del bloque comunista. Dos de los acontecimientos más importantes del siglo XX. A día de hoy la ciudad es, sobre todo, un destino turístico muy agradable. Las grúas del astillero donde se gestó Solidaridad se divisan a lo lejos, sobre la playa, y los atardeceres son espléndidos.

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22 octubre, 2007

El jinete polaco. Un dibujante.

Los entretenimientos para turistas que uno puede encontrarse en las ciudades polacas llaman la atención por su inocencia. Ni pizca de la artificiosa sofisticación de las Ramblas de Barcelona o la Plaza Mayor de Madrid. En una calle principal polaca, atestada de guiris, es posible encontrar a payasos que sólo llevan una nariz roja y unos pantalones chillones. O a alguien disfrazado con un traje viejo de oso. O a un muchacho como éste, que vende sus dibujos del infierno como si fueran postales de playas caribeñas. Yo no hice fotos de los payasos tristes ni de los osos remendados, pero sí que me llevé un retrato de este chaval. Me impresionó esa seguridad casi desafiante que tiene en la mirada. Hace falta mucho valor para salir a la calle a defender dibujos tan personales, que nadie querría colgar en su casa. Por si alguien tiene dudas, yo no compré ninguno: me dan miedo los monstruos.

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21 octubre, 2007

El jinete polaco. Cruz en la carretera.

Polonia es el país donde más miedo he pasado con el coche. Encontrarte a un tío que viene de frente dándote las largas porque está adelantando y tú le estorbas es lo más normal del mundo. Al principio te asustas, pero luego aprendes que basta con echar el coche a un lado para dejarle pasar. Donde caben dos, caben tres. Aun así, debe de haber un montón de accidentes porque las carreteras están plagadas de cruces como la de esta foto. Cada pueblo tiene una junto a su entrada, y a veces también en la salida. Después de ver muchísimas llegamos a la conclusión de que se trataba de algún tipo de protección para los conductores. La mayoría de ellas son más grandes que la de la foto y están adornadas con macetas o guirnaldas de colores. Si yo he escogido ésta es porque me gusta que aparezca un señor en la imagen. Y porque me impresiona que ese señor, además, esté descalzo.

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20 octubre, 2007

El jinete polaco. La guarida del lobo.

En Polonia descubrí que Hitler se había pasado más de la mitad de la guerra escondido en un búnker. El lugar se conoce hoy como “la guarida del lobo” y está oculto en un frondoso bosque del norte del país. Cuando los nazis salieron por patas pusieron cargas de dinamita para no dejar rastros, y cuando los rusos llegaron no se molestaron en recoger los escombros. Desde entonces, nada ha cambiado. Actualmente hay autobuses de turistas que recorren la zona como quien se da un paseo por un jardín encantado. Los antiguos edificios todavía están como si acabasen de reventar, sólo falta el olor a quemado. Son enormes estructuras de hormigón, con paredes que miden más de 10 metros de grosor. Por todas partes se leen carteles que advierten del peligro de que te caiga un cascote en la cabeza, y está prohibido entrar a husmear. Desde fuera, uno se asoma a las tinieblas del interior a través de las grietas. Si te acercas mucho, los edificios desprenden silencio y frío, mucho frío. Como las cuevas. A mí me llamó la atención la maraña de hierros del encofrado. Hoy, lo que me impresiona es la empalagosa oscuridad del fondo, que ni siquiera se ilumina con la luz del flash. ¿Qué hay ahí dentro?

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17 octubre, 2007

El jinete polaco. Kazimierz.

El barrio judío de Cracovia se llama Kazimierz. Hace años nadie iba por allí porque no salía en ninguna guía. Pero, según cuenta Lonely Planet, Spielberg filmó La Lista de Schindler y los guiris empezaron a llover del cielo. Pese a todo, ir a Kazimierz a ver judíos es un poco idiota: los que quedan están enterrados o trabajan de seguratas en las sinagogas vacías. Es mucho mejor ir por los bares modernos y las cervecerías, que tienen muy buen género. Y, si uno es lo suficientemente retorcido, por las perturbadoras escenas de niños que juegan con las fuentes.
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15 octubre, 2007

El jinete polaco. La vendedora de flores.

En Polonia es frecuente encontrarse con viejecitas como ésta, que ofrecen ramilletes de flores recién sacadas de un cubo. Suelen ser ancianas muy amables que se quedan apostadas en las esquinas como novias impacientes, con las flores en una mano y una sonrisa insinuada entre las arrugas de la cara. Es una forma bastante cursi de describirlas, lo sé. Pero supongo que cualquiera prefiere imaginar que están ahí porque esperan a un novio, en lugar de pensar que lo hacen porque tienen que vivir de lo que saquen vendiendo cuatro flores de mierda. Flores que, encima, nadie les compra nunca.

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14 octubre, 2007

El jinete polaco. El badajo de Segismundo.

En Cracovia se dice que si tocas el badajo de la campana de la catedral y susurras un deseo, ese deseo se hace realidad. Dado que la campana lleva ahí desde hace cinco siglos y que el país ha sufrido todo tipo de humillaciones, se me ocurre que podemos sacar dos conclusiones: o bien los polacos sólo desean que les pisen, o bien el badajo no tiene nada de milagroso. Yo, personalmente, me inclino por la segunda opción porque pienso que un badajo ha de ser sólo un badajo, y no una varita mágica. Éste, además, tiene nombre: Segismundo, en honor a un rey polaco que ya murió. Es un nombre justo porque los reyes polacos muertos son los que más han escuchado sonar el badajo de Segismundo. Al fin y al cabo, todos están enterrados debajo de la torre. Me habría encantado tener la oportunidad de escuchar el sonido que este badajo hace, pero aquel día no tocaba y tuve que conformarme con pedir un deseo. Bueno, eso y sacar esta foto, que me gusta bastante.

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11 octubre, 2007

El jinete polaco. Sombras en Varsovia.

El año pasado me fui a Lisboa a celebrar la nochevieja y me quedé a dormir en el piso de un fotógrafo. Husmeando entre sus trabajos, hubo una cosa que me dio mucha envidia: el tío hacía muchísimas fotos de sombras. Gracias a eso descubrí que a veces la sombra de las personas puede ser más expresiva que las personas mismas, y empecé a mirar el mundo como si fuese un teatro chino. Esta foto la hice en el casco antiguo de Varsovia, un lugar para turistas que los polacos reconstruyeron después de la guerra. Ahora mismo es, sin duda, una de mis fotos favoritas.

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10 octubre, 2007

El jinete polaco. Rottweil.

Cuando era adolescente me sentía peligrosamente atraído por el universo siniestro. Por suerte, de aquella tendencia sólo me han quedado unos cuantos discos y una debilidad enfermiza por las fotos de tumbas: vaya donde vaya, si hay un cementerio, siempre me cuelo con la cámara.
Los cementerios más impresionantes de Polonia son los que recuerdan a los alemanes caídos durante la Segunda Guerra Mundial. En uno de ellos, muy cerca de la frontera con Rusia, me encontré esta lápida. La tumba de un soldado nazi que se apellidaba Rottweil, un crío de 16 años. ¿Quién le habría dejado las flores, más de medio siglo después?

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08 octubre, 2007

El jinete polaco. El pintor de Cracovia.

Siempre he sentido una debilidad por los arquetipos urbanos. Me gusta la gente que te cruzas por la calle y que te hace sentir como si estuvieses dentro de un tebeo fácil de leer. Este señor, por ejemplo, era el típico pintor bohemio que todos tenemos en nuestra cabeza: barbudo y seguro de sí mismo. Me lo encontré en Cracovia, muy cerca del Instituto Cervantes. La ciudad tiene una vida cultural bastante activa, con tertulias en cafés, cines en versión original y los museos más importantes del país. Este pintor barbudo, por supuesto, nunca colgará sus cuadros en ninguna colección oficial. Pero cada vez que veo su cara en la foto me imagino que sus colegas de hace cien años, ésos que ahora salen en los catálogos, no debían de ser muy diferentes. Y eso me divierte.

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Las instituciones y el agotamiento

¿Por qué será que las instituciones tienden a quedarse anquilosadas? Me hago esta pregunta a propósito de mi visita a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, sita en Madrid, nada menos que en Calle Alcalá nº 13 (es increíble, tan céntrica y tan desconocida).
Esta Academia fue tal hasta que en los años 50 se creó la Facultad de Bellas Artes, momento en el que parece que comenzó su declive. Cerrada muchos años víctima del abandono institucional, las muchas y (algunas) valiosas obras que guardaba volvieron a ser expuestas al público cuando en 1986 se reabrieron sus puertas convertida en museo.
¿Cómo pudieron, ya casi en los 90, crear un museo con un concepto expositivo tan desfasado? Gigantescos cuadros de historia se amontonan sobre las paredes, que están recubiertas de una tapicería-criadero de polvo del tipo alfombra de abuela. Prima la cantidad sobre la calidad: los adefesios con marcos pomposos le sorprenden a una hasta en los lugares más insospechados: reciben al visitante en el hall, jalonan las decadentes escalinatas de mármol, y con franqueza no me habría sorprendido encontrarme “La batalla de tal” o “El martirio de cual” ceremoniosamente colgado sobre el retrete. No hay duda de que la Academia tiene cosas buenas, como unos escalofriantes penitentes de Solana, pero la institución desprende agotamiento.

La misma sensación tuve al visitar, hace poco y por primera vez, el Ateneo de Madrid. En otro tiempo un núcleo de intelectuales avanzados y progresistas, el centro no logró sobrevivir al franquismo, que se cebó con él acabando con toda su vitalidad. Y desde entonces parece que no la ha recuperado: internarse en este edificio decrépito y lleno de desconchones es como entrar en un gabinete del terror habitado por viejas glorias. Retratos de antiguos socios ilustres le observan a una desde todas las esquinas, y los salones están poblados por carcamales que tratan de hacer tertulia al más puro estilo decimonónico. Ninguna cara joven, ningún signo de modernidad.

Es como si las instituciones no consiguieran adaptarse al paso del tiempo. ¿Cuál será la causa? ¿Una mala dirección, un abandono por parte del Estado, la indiferencia de los madrileños que hace mucho dejaron de frecuentarlas? Menos mal que el Círculo de Bellas Artes, la excepción que confirma la regla, no nos decepciona.
En fin, una pena.

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06 octubre, 2007

El jinete polaco. Palacio de la Cultura y la Ciencia.

El Palacio de la Cultura y las Ciencias es el edificio más famoso de Varsovia. Normalmente no suelo hacer fotos de los monumentos típicos, pero hay veces en que resulta muy difícil escapar de su poder de atracción. En estos casos intento encontrar enfoques originales; así evito sentirme como un turista idiota y, además, consigo que mi aura de fotógrafo súper creativo quede intacta. Esta foto me gusta porque el edificio sólo ocupa un lugar secundario. La otra mitad de la imagen está dedicada a la enorme avenida desierta. Varsovia es una ciudad de proporciones tan gigantescas que la sensación de vacío es constante. Ese carácter fantasmagórico debería ser lo que la imagen transmitiese.
Para saber un poco más sobre el Palacio de la Cultura y las Ciencias, recomiendo leer Sindrogámico.

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02 octubre, 2007

Fresas Salvajes y mi sentimiento de culpa.

Escribir sobre Fresas Salvajes es, en cierto modo, una excusa para airear mis complejos cinéfilos. La cinta cuenta la historia de un señor que ha llegado a viejo manteniendo un ideal severo e inflexible de vida, basado en el desprecio de valores como la empatía o la familia. Un buen día, sin embargo, el viejo se da cuenta de que todo el mundo opina lo contrario que él, y empieza a plantearse que quizás estaba equivocado. A mí, con el cine, me pasa algo parecido. Durante años he defendido un corpus estético, sólido y meditado, que desprecia valores como la alegoría (por ñoña), lo onírico (por aburrido) y la trascendencia (por repelente). Y de pronto, en el marco del Proyecto Sesiones Dobles, me encuentro con Fresas Salvajes. Una película que me aburrió porque reúne todos esos valores, pero que todo el mundo dice que es buena. El protagonista de la cinta de Bergman se sentía culpable por haber defendido disparates durante años. Y yo, como soy un tipo muy influenciable, me siento culpable porque no me gusta lo que se supone que debería gustarme. ¿Qué debo hacer? ¿Cambiar, como el viejo, o quedarme igual, aunque me desprecien todos los cinéfilos adoradores de Bergman del mundo? Por lo pronto, estoy muy acomplejado.
Para saber qué más blogs andan implicados en esto de las Sesiones Dobles hay que pinchar en "leer más".

Los demás blogs son: Books & Films, El diario de Mr. MacGuffin, Sesión doble, Cineahora, Fabrica de ilusiones, El espejo de los sueños, Arte y literatura, El trono de Hatti, La mujer justa, Ojo de buey, Himnem, El lamento de Portnoy, Otros clásicos, La linterna mágica, El dia del cazador, Marcovelez.net, Corten!!!, Rulemanes para Telémaco y Cinefilo-Compulsivo.

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28 septiembre, 2007

You're the man now, dog.

Mi último gran descubrimiento es un invento de Internet llamado You’re the man now, dog. O lo que es lo mismo: “tú eres el hombre ahora, perro”. Con esta extraña frase, un tal Max Goldberg ha bautizado lo que, según intuyo, es una ocurrencia absolutamente revolucionaria. ¡Un nuevo lenguaje! ¿Y en qué consiste? Es tan fácil y estúpido que, si no te paras a pensarlo, no te das cuenta de las enormes posibilidades que entraña. Básicamente, un You’re the man now, dog (YTMND) es un conjunto de imágenes iguales, fijas o con algo de movimiento, que se reparten por la pantalla a modo de mosaico. Normalmente van acompañadas por un fragmento de audio y algo de texto en tres dimensiones. Y ya está. A partir de la unión de estos tres elementos se puede hacer lo que uno quiera: transmitir un mensaje, crear una imagen poderosa o simplemente jugar. Desde mi punto de vista, el hallazgo es prodigioso porque crea una nueva forma de expresión exclusiva de Internet. No es música ni fotografía. En todo caso sería diseño gráfico o videoarte, pero las limitaciones del planteamiento hacen que ni siquiera puedas ponerle esas etiquetas. Entiendo que Max Goldberg terminase recurriendo a una frase como You’re the man now, dog. A los curiosos les cuento que la sacó de un trailer de Finding Forrester. ¿Y cómo le encontré yo a él? Eso, mejor leerlo en Sindrogámico.

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26 septiembre, 2007

Post número 100.

Para celebrar nuestro post número 100 hemos decidido mirarnos el ombligo.










Artículo relacionado: Post número 300.

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23 septiembre, 2007

The Hopper Landscape.

El otro día leí una noticia que me llamó mucho la atención. Un multimillonario llamado Donald Kline pretende construirse un chalet enfrente de la casa que Edward Hopper tenía en South Truro, Massachussets, y los vecinos han dicho que nanay. Según ellos, el lugar donde el millonario piensa levantar su casita está, exactamente, en el cacho de paisaje que Hopper veía desde su ventana. O sea, que si Hopper levantase la cabeza y levantase la persiana, se llevaría un susto de muerte. Me hizo mucha gracia darme cuenta de que, en ocasiones como ésta, el fetichismo artístico puede llegar a niveles sorprendentes. No se trata de preservar un hermoso paisaje. Ni siquiera pretenden proteger el paisaje que inspiró a un famoso pintor. Lo único que quieren es que no se alteren las vistas desde la casa de un muerto. Una vistas que ya han sido bautizadas como “the Hopper Landscape”. Y yo me pregunto: ¿esto es una tontería o no lo es?

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22 septiembre, 2007

Un corazón invencible.

Todavía no tengo muy claro si es que Winterbottom ya no es el agitador de conciencias que fue con Camino a Guantánamo, o si es que no le salen las películas que quiere. El otro día fui a ver Un corazón invencible pensando que me ofrecería una visión seria del terrorismo islámico y, en lugar de eso, salí del cine con ganas de arrancarle las tripas al primer terrorista que se cruzase en mi camino. Un corazón invencible es la historia de una periodista rica y privilegiada que vive en Karachi. La pobre está rodeada de salvajes pakistaníes que se pasan el tiempo maquinando atentados contra occidente. Uno de estos salvajes, no se sabe muy bien quién, decide secuestrar a su marido. Y a partir de aquí, a la periodista pija no le queda más opción que tratar de dar con él. Por suerte, cuenta con la ayuda de los policías que menos escrúpulos tienen de todo Pakistán: tipos duros que van por la vida dando hostias a todo el que les ponga alguna pega. Añada usted una pizca de torturas aquí, una pizca de espionaje allá, y el planteamiento está completo. No se puede negar que es una historia digna del mismísimo Tom Clancy o, como he contado en Sindrogámico, de las tv movies que ponen en Antena 3. Pero… ¿a dónde han ido a parar los puntos que Winterbottom solía poner sobre las íes? Ni idea. Quien quiera ver otro revulsivo anti Bush como Camino a Guantánamo, mejor que se ahorre el dinero. Lo más prudente que se puede decir del mensaje que transmite esta película es que resulta sospechosamente ambiguo. Quien avisa no es traidor.

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19 septiembre, 2007

Otro cartel siniestro en Murcia.

Ya he comentado alguna vez lo mucho que gusta a los murcianos anunciar sus ferias con carteles de niños siniestros. Como no podía ser de otra forma, la tradición ha continuado con la Feria de Septiembre de este año. Un pintor de apellido impronunciable, Paco Ñiguez, ha creado para tan señalada ocasión una imagen de gran poder perturbador. Cuando vi el cartel la primera vez pensé que era escandalosamente feo, pero luego lo he vuelto a mirar con más detenimiento y creo que tiene un delicioso encanto siniestro. Si tengo que quedarme con algo, elijo la figura misteriosa que aparece de espaldas. Me gusta la forma en que recibe la luz, como si fuera un fantasma. ¿Quién es? ¿Qué representa? ¿Por qué da tan mal rollo? Una vez más, bravo por el cartel. Ojalá esta tendencia siniestra continúe muchos años a orillas del Segura.

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