20 junio, 2008

Payasos (II). Meryl Streep por Anne Leibovitz.

Durante algún tiempo Anne Leibovitz fue mi fotógrafa favorita. Me encantaba su artificiosa manera de interpretar la personalidad de la gente que posaba para ella: Clint Eastwood atado a un árbol, Whoopy Goldberg en una bañera llena de leche, Pelé convertido en dos pies llenos de callos... Ahora, un montón de años más tarde, la Leibovitz me cae un poco mal. Tengo la impresión de que el único interés de sus retratos es el modelo, casi siempre un famosete que pierde el culo por salir en la portada de la Rolling Stone o del Vogue. Anne Leibovitz ya no hace fotos tan valientes e inmediatas como ésta de Meryl Streep, donde la diva escenifica su ridícula condición de enmascarada. Ya lo dijo Bardem en los Oscars y, mucho antes, el gran Ferndando Fernán Gómez: "en el fondo, los actores son sólo una panda de cómicos". O sea, una panda de payasos. Pero algunos, como la Streep, tienen la suerte de que se cruce en su camino alguien capaz de sintetizar esa idea con una dignidad que te fuerza a quitarte el sombrero.
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05 junio, 2008

Payasos (III). Pierrot.

Pierrot es uno de mis cuadros favoritos de todos los tiempos. Me gusta, en primer lugar, porque me cae bien el personaje. Me da un poquito de pena, el pobre, con esa cara de perdedor. En Wikipedia pone que Pierrot era el payaso bobalicón de la Comedia del arte, un tipo de teatro popular cuya gracia era que todo el mundo sabía lo que iba a pasar. El cuadro también me gusta porque siento una debilidad absoluta por Watteau, el más sensible de los pintores galantes. En una época, el siglo XVIII, donde lo que se llevaba era pintar juergas y escenas de ligoteo, Watteau casi siempre conseguía que sus cuadros dejasen un ligero regusto a melancolía. Dicen que el pintor estaba triste porque sabía que, antes o después, se iba a morir de tuberculosis. Si es así o no, nunca lo podremos averiguar. Lo que sí sabemos es que el cuadro tardó más de cien años en hacerse famoso, y que durante gran parte de ese tiempo no se comió un colín. Al parecer, alguien escribió en la parte de detrás: "¡qué contento estaría Pierrot, si tuviera el arte de complaceros!". Pero nadie daba un duro por él.

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03 junio, 2008

Payasos (IV). Dalí.

En 1936, apenas quince días antes de que estallase la Guerra Civil, Dalí estuvo a punto de morir asfixiado dentro de un traje de buzo. Ocurrió en Londres, en mitad de una conferencia. Nuestro amigo había tenido la genial idea de dar su charla con una escafandra, qué divertido, sin pensar en los riesgos que ello podría traer consigo. En mitad de la conferencia empezó a faltarle el aire y para salvarle la vida tuvieron que romper la escafandra a martillazos. Lo retorcido del asunto es que todo ocurrió delante de una audiencia que aplaudía entusiasmada. La gente, claro, había pagado por ver un espectáculo surrealista, y ni se imaginó que todo aquello fuese real. ¿Qué debió de sentir el ínclito Dalí mientras se mofaban de su muerte en directo? Me gusta pensar que, en ese preciso instante, comprendió que la clave de todo éxito estaba en garantizar el espectáculo. Y hasta que llegó su siguiente muerte en directo (con banda sonora de MECANO) ya nadie tuvo claro lo que era en realidad, si un artista o un payaso. Para ilustrar esta curiosa paradoja dejo aquí un vídeo de los años 50 donde el pintor trata de explicar a qué se dedica. Está en inglés y no tiene subtítulos, pero es impagable.

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