31 agosto, 2007

Girlshouse: Médem vs Tarantino.

¿En qué se parecen Julio Médem y Quentin Tarantino? A primera vista, en nada. Pero si uno se para a pensar un poco, descubre que en realidad no están tan lejos. Sobre todo porque, de un tiempo a esta parte, los dos se empeñan en rodar películas sobre mujeres. Primero vinieron Kill Bill y Lucía y el sexo, y ahora se estrenan Death Proof y Caótica Ana. Dos películas dirigidas por hombres que aspiran a trazar un retrato de la mujer de hoy. ¿Cuál de las dos está más cerca de lograrlo? Yo, como no soy mujer, no puedo llegar a una conclusión definitiva. Pero sí puedo hacer algunas observaciones que, con suerte, ayudarán a clarificar un poco el asunto.
Desde mi punto de vista, la clave está en la forma que cada uno tiene de mirar a la mujer. En Caótica Ana, la mirada de Médem es comprensiva, mientras que en Death proof Tarantino observa cómplice. Parecen matices insignificantes, pero no lo son. En el fondo, la comprensión está mucho más cerca de la compasión que la complicidad. La mujer que el director español retrata es una víctima del hombre, que la somete y que la hace dependiente. Como dice el personaje de Bebe, la caótica Ana pertenece al género de las “putas”, y su condena eterna será necesitar follarse al macho-Médem para sentirse completa. La mujer de Death proof, por el contrario, no está atada al hombre. Baila, se emborracha, conduce y tiene conversaciones interminables con sus colegas sin pensar en todos los tíos que podría cepillarse. En el mundo de Médem los dos géneros están enfrentados por naturalezas irreconciliables y la mujer lleva las de perder, mientras que en el de Tarantino no. De lo cual se desprende que Julito, por mucho que vaya de progre, tiene una visión totalmente condescendiente de las tías y acaba resultando un feminista de pacotilla, frente al buen rollo, la sana complicidad y -sobre todo- la falta de pretenciosidad del amigo Quentin. Bravo por Quentin.

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27 agosto, 2007

Trilogía de la venganza (y III). Sympathy for lady Vengeance

Sympathy for lady Vengeance, la tercera película de la trilogía de Park Chan-wook sobre la revancha, es difícil de asimilar. Uno tiene la sensación de que el director coreano no sabía muy bien cómo filmar su historia, que se ha perdido en pirotecnias de guión y de montaje y que en el camino se ha dejado ambigüedades morales de enorme atractivo. Pero claro, a lo mejor es que uno no se ha enterado de nada. Por eso, lo mejor es leerse de cabo a rabo la hoja de promoción, a ver si da alguna clave. ¿Qué quería usted contar con esta película, señor Chan-wook? “Quería que la venganza fuera un acto de redención, llevada a cabo por una persona que busca la salvación de su alma”. Ah, era eso. ¡Con razón tenía uno la sensación de que ya no era usted tan ambiguo! ¿Cómo iba a serlo, si desde el principio tomaba usted parte por su protagonista? Ya que estamos, otra pregunta. ¿Por qué su película no tiene un estilo definido? “El principal factor que decide mi próximo proyecto es la medida en que éste está relacionado con mi obra precedente”. Claro: como Sympathy for Mr. Vengeance era sobria y Oldboy era manierista, para no repetirse ha optado usted por quedarse a mitad de camino, ni chicha ni limoná, ¿no? Muy bien, gracias por sus respuestas. Ahora ya no cuesta comprender por qué su última película realmente es la peor de la trilogía: porque presta mucha más atención al fondo que a la forma. Menudo despiste, señor Chan-wook, menudo despiste. Dan ganas de vengarse de usted.

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24 agosto, 2007

Empatizando con la venganza



Ya que de venganzas va el tema, se me ha ocurrido comparar, pues las he visto ambas recientemente, a Sympathy... con La novia vestía de negro, de Tuffaut.

Dejando a un lado que, a mi parecer, la segunda deja mucho que desear, me ha llamado la atención el muy diferente tratamiento de un mismo tema que muestran las dos pelis: Chan-wook Park parece encontrar un lado humano y hasta comprensible en el sentimiento de la venganza, e incluso ya desde el título sugiere que tengamos empatía hacia aquellos que lo sufren. No es casualidad, quizá, que haya escogido como vengador a un chaval sordomudo e indefenso que lo primero que suscita es nuestra compasión, y que es vapuleado y timado continuamente. Truffaut, sin embargo, al elegir como vengadora a una novia-viuda desequilibrada y calculadora anula cualquier duda que el espectador pudiera tener sobre la censura o no de sus delitos -además de, por cierto, quedarse tan sólo con la imagen más superficial y típica de la femme-fatale-. Por si esto fuera poco, elabora una retorcida historia que acaba descubriéndonos que el crimen que la novia-viuda quiere vengar no fue fruto de la fechoría de unos delincuentes, sino una mera casualidad fatal.

Parece evidente: el sordomudo tiene más derecho a vengarse que la novia loca. Nuestros principios dicen, por supuesto, que no, que todos somos iguales ante la ley, y que tan delito es lo uno como lo otro. Pero, ¿acaso hay alguien que pueda afirmar que nunca ha empatizado con una venganza de oprimidos contra malvados? Bonito dilema moral nos has creado con tus recomendaciones cinematográficas, Rfa. ...

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22 agosto, 2007

Trilogía de la venganza (II). Oldboy

Filmar segundas partes conlleva siempre una pizca de venganza hacia la película que vino primero. Me imagino a Park Chan-wook, en 2002, tratando de decidir cómo continuar su trilogía revanchista. Por muy orgulloso que estuviera de Sympathy for Mr. Vengeance, seguro que le tocaban los cojones las buenas ideas que había tenido al hacerla. Sabría que todo el mundo esperaba de él ocurrencias igual de buenas, y eso es una responsabilidad tan grande que al final acaba por generar rencor. Por eso Oldboy, la secuela que acabó filmando, es una negación absoluta de Sympathy for Mr. Vengeance. O una venganza, si se prefiere. Allí donde Sympathy era sobria, Oldboy apostó por la exageración total: una historia delirante, un montaje espectacular y un guión lleno de alardes. Un giro de 180 grados que cuesta digerir, pero que se agradece. Ojalá todo el mundo tuviese esa valentía y ese deseo de innovar. Y, ya que estamos, ojalá todos los directores fuesen como éste, capaces de hacer películas tan diferentes y, al mismo tiempo, tan buenas. Eso sí: en caso de que alguien se lo pregunte, yo me quedo con Sympathy.

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14 agosto, 2007

Trilogía de la venganza (I). Sympathy for Mr. Vengeance

Tal y como yo lo veo, sólo hay tres motivos por los cuales está justificado que alguien filme una trilogía. El primero es que la historia no cabe dentro de una sola película; el segundo, que el protagonista da tanto juego que es imposible no resucitarle; y el tercero, que una misma idea se puede filmar de varias maneras distintas. Yo siento una debilidad enfermiza por cualquier trilogía, pero mis favoritas son las del tercer grupo: en el fondo, repetir con un mismo protagonista es falta de imaginación, y ser incapaz de contar una historia en dos horas es falta de mesura. Las trilogías más interesantes son, por tanto, las que un director ha grabado sólo para experimentar. Y un ejemplo perfecto es la que Chan-wook Park acaba de terminar sobre la venganza. El director coreano arrancó en 2002 con Sympathy for Mr. Vengeance, una película según la cual nadie gana nunca con la revancha. Era un planteamiento simple, obvio y casi tópico, pero precisamente en eso radicaba su interés. Lo que Chan-wook Park quería era jugar con los recursos y ensayar formas nuevas de contar lo de siempre. Y vaya si lo logró. Sympathy for Mr. Vengeance fue un sobrecogedor ejercicio de estilo meticulosamente planificado para que todo, absolutamente todo, respetase una condición básica: que el protagonista era sordomudo. Y no digo más: a partir de aquí, silencio.

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13 agosto, 2007

Clásicos recientes del cine español. Justino, un asesino de la tercera edad.

Muchos de los espectadores de Cámera café probablemente no sepan que Luis Guridi, el director de la serie, y Santiago Aguilar, uno de los guionistas, filmaron en 1995 un clásico reciente del cine español con el pseudónimo de La Cuadrilla. Aquella película se tituló Justino, un asesino de la tercera edad, y ganó el Goya a la mejor dirección novel. En su momento fue uno de mis estrenos favoritos, pero no la había vuelto a ver hasta el otro día. Y después de doce años, creo que todavía sigue siendo interesante. Los chicos de la Cuadrilla supieron filmar una historia de asesinatos cutres, que en la época se llevaban mucho, con el estilo y la gracia de un Berlanga negro, muy negro. Sin complejos ni afán de burla, Justino me gusta también porque es un homenaje a la España más cañí, esa España de viejos, bares y toros que tan poco triunfa entre el moderneo pseudo-intelectual. De hecho, Guridi y Aguilar la concibieron como arranque de una trilogía titulada Café, copa y puro que yo, por pereza, jamás completé. En parte, lo reconozco, porque las películas que vinieron después ya no traían la misma iluminación en blanco y negro de la primera, llena de efectismos y juegos de sombras. Con cuatro duros y una imaginativa utilización de los recursos fílmicos, La Cuadrilla dejó claro que se podía hacer cine joven sin estar a la última. Y oh, curiosa paradoja, al final ha resultado que con los años su Justino no sólo no ha envejecido, sino que sigue tan fresca como cuando se filmó.

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10 agosto, 2007

Grindhouse II. Death Proof.

La última película de Quentin Tarantino es ideal para retomar uno de los grandes dilemas de todo cinéfilo razonable: ¿qué es el cine de autor? ¿Es Death Proof una película de autor? Probablemente opinarán que no, que ni de coña, todos los que piensen que el cine de autor ha de ser, por definición, denso, exclusivo y dolorosamente personal. Pero... ¿acaso no basta con que la película refleje un universo genuino, muy fácil de reconocer, para considerarla cine de autor? Yo opino que sí. Y precisamente por eso, pienso que la mejor manera de describir Death Proof es diciendo que sólo Tarantino habría sido capaz de hacerla. Los ingredientes de la cinta son los mismos de siempre: conversaciones intrascendentes dentro de un coche, repetición de elementos que ya aparecían en pelis anteriores, violencia exagerada, importancia de la música y referencias constantes a la cinefilia friki. Afortunadamente, todo ello está cocinado con tanta inteligencia y tan buen gusto que mola mucho verlo. Pero al final es inevitable seguir con el debate y hacerse una última pregunta: ¿qué diferencia hay entre el cine de autor y el cine de los directores que sólo saben repetirse una y otra vez?

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08 agosto, 2007

Grindhouse I. Planet Terror.

El gamberrismo es un misterio porque fascina y repugna al mismo tiempo. ¿Quién no se ha sentido sublime alguna noche, gritando en mitad de la calle para despertar a los vecinos? Y, al mismo tiempo... ¿quién no ha estado a punto de mear por la ventana para callar al borracho cantarín de turno? Esa curiosa paradoja se hace patente en el cine de Robert Rodríguez. Las películas que filma este tío son gamberradas tan zafias que deberían hacernos echar espuma por la boca, pero al final uno siempre termina perdonándole. Planet Terror, por ejemplo, es una gilipollez del calibre de la metralleta que la coja del cartel utiliza como pierna. Y, precisamente por eso, dispara tan fuerte que deja pasmado. Con un arranque demoledor y un final de vergüenza ajena, la primera parte de Grindhouse divierte y escandaliza a partes iguales. Yo, como ya estoy entrado en años, me quedo con la condena adulta y responsable. Pero reconozco que todavía hay un gamberro descerebrado en mi interior, y que el cabroncete se lo pasó teta viendo Planet Terror.

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