31 mayo, 2011

On the air (X). Gatos, liebres y la publicidad en el museo.

Si hay una cosa que me divierte en el mundillo del arte es el desparpajo de los comisarios a la hora de metértela doblada. Basta con quitar la etiqueta donde ponía "gato" y colocar otra donde ponga "liebre", y todo el mundo a comulgar con ruedas de molino. Ayer mismo, por ejemplo, se inauguró una exposición de PhotoEspaña con retratos a la encáustica de hace dos mil años. Te dicen que son "las primeras fotos de carnet" de la historia y te los colocan en la principal feria de fotografía de España. Qué morro. El fenómeno se repite tan frecuentemente que cuando alguien va con la verdad por delante se agradece. Es lo que pasa con el vídeo que Richard Phillips va a presentar el sábado que viene en la Bienal de Venecia: no pretende ser liebre, no engaña a nadie: es gato, y a mucha honra. O mejor dicho: no es tanto "arte" como "publicidad". Phillips, famoso por pintar retratos de petardos pop, se ha desmarcado ahora con un vídeo de Lindsay Lohan al más puro estilo Herb Ritts. El vídeo ha sido seleccionado para la feria veneciana por POST, "la primera revista creada exclusivamente para el iPad", como parte de un proyecto sobre publicidad y arte llamado Comercial Break. Y a mí, que siempre he sido fan de los anuncios de colonia, me encanta. Me recuerda a una campaña maravillosa que Ritts hizo para Levi's, allá por los primeros noventa, en que se veía a un montón de modelos volando por el aire. Adjunto los dos vídeos para demostrar que esto sí pertenece a la misma familia, no como los retratos del arqueológico y PhotoEspaña. ¡Que tomen nota los comisarios!

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19 mayo, 2011

On the air (IX). Calder, Antonio de Felipe y mi secreto conservadurismo.

Me gusta curiosear en las fotos de las casas de la gente porque las sorpresas que encuentro siempre me dan qué pensar. En la contraportada de EL PAÍS del 8 de mayo, por ejemplo, descubrí que Paolo Vasile tiene un libro de Antonio de Felipe en su despacho. Y cuatro meses antes, en el ¡Hola! del 12 de enero, observé que Elena Benarroch tiene un Calder en su salón. El amigo de Berlusconi y la amiga de Felipe González, cada uno con su gusto artístico a la vista del mundo entero. ¿Cómo resistirse a tomar partido? ¿Quién tiene mejor gusto, el responsable de la telebasura en España o la peletera más progre de la prensa rosa? A bote pronto yo me quedo con Benarroch. O sea, con Calder frente a Antonio de Felipe. Pero si lo piensas un poco, las filosofías estéticas de uno y de otro no están tan lejos como cabría suponer. Los dos operan una suerte de infantilización del arte, el primero evocando los móviles que se ponen encima de las cunas y el segundo con cuadros de Bart Simpson. Y además, los dos son súper decorativos. ¿Por qué, entonces, prefiero a Calder? Confesemos la verdad: porque por mucho que vaya de punki, en realidad soy un conservador. Las esculturas en el aire de Calder, tan quietecitas y silenciosas, me transmiten una impagable sensación de calma. Y, sin embargo, los cuadros de Antonio de Felipe petardean con algo muy, muy serio: las portadas de mis discos favoritos. Y eso, claro, me escandaliza. ¡El bebé de Nevermind con un pez de Disney! ¡Carpanta en el Three Imaginary Boys! ¡Oh, Dios, me he hecho mayor!

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18 mayo, 2011

On the air (VIII). La Trompeta de Jericó.

Lo mejor de Expiación, la polémica novela de Ian McEwan, son los pasajes que explican por qué el ataque de un avión Stuka era lo más jodido que te podía pasar en la Segunda Guerra Mundial. Cuando leí el libro yo no sabía nada de aviación bélica, pero mi suegro es un experto y me explicó el motivo de tan siniestro prestigio aéreo: los Stuka no dejaban caer las bombas desde arriba, sino que bajaban en picado para apuntar mejor. En términos futbolísticos, la distancia que separaba el ataque de un avión normal del ataque de un Stuka es la misma que separa a un portero que intenta meter gol con un saque de puerta y a Maradona atravesando el campo en la final de México 86. Te dejaba el paquetito en el felpudo, vamos. Sin embargo, lo que a mí me impresiona más no es esta demostración de buen hacer alemán, sino un pequeño detalle relacionado con lo psicológico: cuando venía a por ti, el Stuka también hacía sonar una sirena. "La trompeta de Jericó", se llamaba. ¿Y para qué sonaba? Sólo para que te hicieses caquita. Igualito que cuando Freddy Krueger arrastra sus cuchillas por las tuberías de tus pesadillas, solo que aquí no te podías despertar. ¿Hay algo más siniestro que ser capaz de identificar el sonido de tu muerte antes de que te llegue? Como escribe McEwan, debe de ser "el sonido del pánico en sí mismo".

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17 mayo, 2011

On the air (VII). Diego Manrique y el Mossad.

Hace tres días un amigo me contó, preocupado, que el Mossad había estado puteando al nuevo novio de su ex. Lejos de provocarle algún tipo de satisfacción, el hecho de que un montón de rudos agentes hebreos hubiesen profanado al tío que le había levantado a su novia era una noticia terrible para mi colega. Pienso en ello cuando leo el artículo que Diego Manrique, antigua vaca sagrada de Radio 3, publicó ayer en EL PAÍS. Aunque ya ha pasado casi un año desde que le echaron de la radio pública, parece que el pobre Diego todavía está lleno de rencor. Y lo que es peor: este rencor no va dirigido sólo hacia los chapuceros directivos de la radio pública, que probablemente se lo merecen, sino hacia los pobres periodistas que han venido a sustituirle. Cuando leo que describe a esos nuevos "diletantes" de las ondas como gente de "discurso pobre" con un "universo musical limitado", no puedo dejar de pensar que habla desde el resentimiento pueril de un novio suplantado. Sí, yo también echo de menos el Ambigú, señor Manrique, yo también creo que Radio 3 es un tesoro a proteger. Pero eso no impide que pueda disfrutar con los melocotonazos de Hoy empieza todo o con la casquería sonora de Carne Cruda, por poner dos ejemplos de programas nuevos que ahora tenemos en el aire. Como siga usted publicando filípicas de esta calaña, acabaré pensando que no le importaría tener al Mossad haciendo de las suyas con sus ex compañeros. Y ya de paso... ¡deje de mirarme como si fuese una celebrity de Joaquín Reyes!

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16 mayo, 2011

On the air (VI). Dudas existencialistas en torno a una cagada de Blogger.

El jueves pasado Blogger petó y automáticamente se fueron al garete todos los posts y comentarios de miles de blogs. Casualidades de la vida, precisamente ese día yo había decidido retomar mi intermitente actividad bloguera después de casi un mes de silencio. Escribí un post sobre millonarios que se redimen haciendo fotos a instantes irrepetibles, pinché en "publicar" y volví a mi rutina de desempleado, convencido de que mis palabras ya habían dado el salto a la eternidad, que se quedarían para siempre en la blogosfera. Pero, como he contado, no ocurrió así. Una vez subido a Blogger, mi post apenas se mantuvo legible unas horas. Después desapareció, como si nunca hubiese existido. Si he podido restaurarlo ha sido porque tengo el blog redireccionado al correo de Gmail y todo lo que publico se copia automáticamente allí. Durante cuatro días, mis reflexiones sobre Lartigue y la poética de los momentos irrepetibles se quedaron flotando en un limbo. Existían porque habían sido pensadas, escritas, publicadas y registradas por los mecanismos automáticos de la maquinaria Google, pero al mismo tiempo no existían porque no había rastro de ellas en la red. Ni siquiera esa misma maquinaria era capaz de rastrearlas. Me ha costado mucho decidir si me tomaba la molestia de copiar el texto y volver a publicarlo. Al final, movido por un impulso conservador y ligeramente narcisista, lo he hecho. Pero cada vez tengo más claro que, en realidad, no escribo tanto para ser leído como para disfrutar con el hecho de escribir. Si luego las palabras quedan en el aire o no, eso cada vez me importa menos.

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On the air (V). Henri Lartigue y el milagro de la evanescencia eterna (Redux).

Hace años desconfiaba de la gente rica y ociosa. Para mí, un tipo cuya única ocupación fuera divertirse sólo podía ser un inmoral, un vago, un parásito social. Así de integrista era yo. Menos mal que con el tiempo he aprendido a templar mis prejuicios, y ahora sé que algunos millonarios hacen cosas maravillosas con su tiempo libre. Aunque vivan en una burbuja y no tengan contacto con la Tierra. Jaques Henri Lartigue, por ejemplo, estaba predestinado a una vida intrascendente de vacaciones perpetuas. Habría llegado a este mundo, se habría corrido la gran juerga y se habría muerto sin dejar rastro, concentrado sólo en su propio placer. Pero cuando era un crío su padre le regaló una cámara de fotos y él, obsesionado por documentar el hedonismo a su alrededor, acabó operando un inesperado milagro: lo evanescente se hizo tangible. La risa, la euforia de la emoción límite, ese momento irrepetible de felicidad suprema que no podemos expresar con palabras y que durante mucho tiempo le estuvo vedado al resto de los mortales, todo eso se volvió permanente. Lartigue usó su cámara para que los efímeros instantes de felicidad aristocráticos se convirtiesen en eternidades disfrutables por el pueblo llano. Y ahora sus fotos están en Caixaforum. Curiosamente, la mayoría de estos momentos tienen que ver con estar en el aire: un esquiador saltando, un coche tan rápido que ni siquiera toca el suelo con las ruedas, el vértigo de tirarte desde el trampolín y sentir que estás volando... Más allá de una posible lectura política, lo que yo veo aquí es una lección sobre la vida. Nota mental: "cuanto más separes los pies del suelo, mejor te lo vas a pasar".

PS: Para saber por qué este post es "redux" hay que leer esto.

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