16 mayo, 2011

On the air (V). Henri Lartigue y el milagro de la evanescencia eterna (Redux).

Hace años desconfiaba de la gente rica y ociosa. Para mí, un tipo cuya única ocupación fuera divertirse sólo podía ser un inmoral, un vago, un parásito social. Así de integrista era yo. Menos mal que con el tiempo he aprendido a templar mis prejuicios, y ahora sé que algunos millonarios hacen cosas maravillosas con su tiempo libre. Aunque vivan en una burbuja y no tengan contacto con la Tierra. Jaques Henri Lartigue, por ejemplo, estaba predestinado a una vida intrascendente de vacaciones perpetuas. Habría llegado a este mundo, se habría corrido la gran juerga y se habría muerto sin dejar rastro, concentrado sólo en su propio placer. Pero cuando era un crío su padre le regaló una cámara de fotos y él, obsesionado por documentar el hedonismo a su alrededor, acabó operando un inesperado milagro: lo evanescente se hizo tangible. La risa, la euforia de la emoción límite, ese momento irrepetible de felicidad suprema que no podemos expresar con palabras y que durante mucho tiempo le estuvo vedado al resto de los mortales, todo eso se volvió permanente. Lartigue usó su cámara para que los efímeros instantes de felicidad aristocráticos se convirtiesen en eternidades disfrutables por el pueblo llano. Y ahora sus fotos están en Caixaforum. Curiosamente, la mayoría de estos momentos tienen que ver con estar en el aire: un esquiador saltando, un coche tan rápido que ni siquiera toca el suelo con las ruedas, el vértigo de tirarte desde el trampolín y sentir que estás volando... Más allá de una posible lectura política, lo que yo veo aquí es una lección sobre la vida. Nota mental: "cuanto más separes los pies del suelo, mejor te lo vas a pasar".

PS: Para saber por qué este post es "redux" hay que leer esto.

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