28 febrero, 2008

Marrakech. Plaza de Djemaa El Fna.

Llegamos a Marrakech en un amanecer húmedo. El viaje de regreso había comenzado dos días antes, en el desierto. Primero, en camello. Luego, en una furgoneta de españoles donde suplicamos un hueco por caridad y por compatriotas. Y finalmente, en un frío autobús que atravesó el Atlas durante la noche, sin sueño. Cuando llegamos a la Plaza de Djemaa El Fna hacía tres días que no nos habíamos lavado. Llevábamos la cabeza envuelta en pañuelos, como los tuaregs que habíamos conocido. Era muy temprano y todo estaba desierto. Subimos a la terraza de un hotel, pedimos un café y aprovechamos para asearnos en el lavabo. Desde allí se veía despertar la ciudad, manchada de charcos. Empezó a chispear y el café se nos mezcló con la lluvia y la roña que caía de nuestra propia piel. Fascinado por el perezoso movimiento de la plaza, me escapé un segundo a hacer alguna foto. Pero la lluvia arreció y era muy difícil mantener la óptica seca, así que sólo me dio tiempo a disparar un par de veces. Esta foto me gusta por el juego geométrico que hay entre el eje del minarete y las esferas de la rueda y su reflejo.
Para ver otras imágenes de Marruecos, como siempre, también se puede visitar mi fotolog.

Leer Más

26 febrero, 2008

Marruecos. Artesano del caravansar.

Antiguamente los caravansares de Marruecos eran lugares de acogida para los mercaderes que llegaban con sus camellos. Algo así como nuestras casas de postas, pero un pelín más orientados al comercio, supongo. Hoy ya no hay camellos en las ciudades, sólo están en el desierto. Los caravansares del siglo XXI son edificios con un patio interior donde sueles encontrarte artesanos repartidos en diferentes locales. Aunque están abiertos al público y cualquiera puede colarse a echar un vistazo, estos caravansares todavía conservan una atmósfera tradicional, de gremio. El señor de la imagen se dedicaba a trabajar el metal. Creo recordar que hacía damasquinado, pero no estoy seguro. Lo que me interesaba cuando tomé la foto era captar el movimiento constante del martillo cayendo sobre la punceta, pum, pum, pum, en una especie de trance que podía durar horas. No es una de mis favoritas, pero me gusta el dinamismo que desprende.
Esta foto y muchas otras también se pueden ver, a un tamaño mejor, en mi fotolog.

Leer Más

25 febrero, 2008

Marruecos. Pescadores en Essaouira.

En ocasiones ocurre que la parte más significativa de una foto resulta ser la que menos nos esperábamos. Esta imagen es un buen ejemplo. Todas las tardes, en el puerto de Essaouira, los pescadores subastan la captura del día. Sobre las rocas del espigón destripan los peces y venden la mercancía mientras un enjambre de gaviotas picotea, chilla y hace vuelos rasantes. La impresión general, con la luz del atardecer, el sonido del mar, el olor del pescado y el ajetreo de las subastas es tan intensa que cualquier fotografía siempre quedará coja. Cuando yo hice ésta, además, la mayor parte del pescado estaba ya vendida: sólo quedaban tres o cuatro chicos agachados sobre las vísceras y otro grupo que descansaba bajo los últimos rayos de sol. Intenté captar el ambiente relajado del conjunto y me salió esta foto. Al principio no me decía nada, pero cuando la miré un poco mejor me llamó la atención un pequeño detalle: la mano que ocupa la parte de arriba, a la izquierda. Esa mano me parece lo más interesante porque sugiere que hay más gente detrás de la cámara, que hay movimiento, que el mundo sigue. Ruido, mar, olores... Lo que a uno le apetezca imaginar.
Para ver más fotos de Marruecos se puede visitar mi fotolog.

Leer Más

24 febrero, 2008

Marruecos. Curtidor de Marrakech.

Las curtidurías más famosas de Marruecos son las de Fez. Los turistas se colocan una ramita de menta debajo de la nariz para no vomitar de asco con el olor y se suben a las terrazas a hacer fotos de las cubas de colores. Es una estampa típica, inevitable. Las curtidurías de Marrakech son mucho menos fotogénicas y, por tanto, menos turísticas. Esta foto tuve que hacerla a través de un cañizo porque no se podía pasar. Al otro lado estaban las bañeras llenas de ácido donde los trabajadores se dejan la piel y los pulmones. Al final, la limitación se volvió a mi favor. Me gusta que la imagen haya quedado sucia y que sólo se distinga lo que es verdaderamente importante, para que la lectura sea inmediata. En teoría, es lo que debería ocurrir en todas las fotos correctas, pero no siempre resulta tan obvio.
Hay más imágenes de Marruecos aquí, en mi fotolog.

Leer Más

21 febrero, 2008

Marruecos. Chilaba en Essaouira.

La primera vez que viajé a Marruecos me impresionó que todo el mundo llevase chilaba. Y, más aún, que se pusiesen la capucha. Las capuchas siempre me habían parecido un complemento de adorno que cuelga sobre la espalda, pero que en realidad nunca usas. O, al menos, que no usas habitualmente. Y nada más desembarcar en Tánger, descubrí que allí es perfectamente normal que los señores caminen embozados, a veces con la cara completamente oculta. Es una imagen poderosa que me sugiere misterio y antigüedad. En esta foto, además, el efecto fantasmagórico se duplica al proyectarse la silueta del señor sobre la pared. Tal y como yo lo veo, ninguna de las dos figuras es más real que la otra, las dos me parecen el mismo espectro.

Para acceder a otras imágenes de Marruecos, se puede echar un ojo a mi fotolog.

Leer Más

20 febrero, 2008

Marruecos. Señores en cuclillas.

Estos dos señores me caen estupendamente. Cuando veo la foto que les hice en un portalón de Fez , siempre me da por pensar que son amigos de toda la vida y que todavía se lo pasan bomba cuando están juntos. Me encanta la picardía de la mirada del que está más cerca, y que la timidez del otro funcione como complemento lógico. No me cuesta nada imaginar que hace cincuenta años era exactamente igual.
También me gusta mucho que estén sentados tranquilamente en el bordillo. Siempre me ha dado envidia la naturalidad con que se vive la calle en Marruecos, donde la gente se pone en cuclillas para dejar pasar el tiempo. En algún libro he leído que, hace años, los españoles hacíamos lo mismo, que nos pasábamos la vida agachados en las plazas. Ahora sólo me siento en los portales cuando quiero sentirme joven, y eso me pasa cada vez menos. Ojalá alguien me hiciera una foto como ésta dentro de cuarenta años.
Hay otras fotos de Marruecos aquí, en mi fotolog.

Leer Más

19 febrero, 2008

Marruecos. Tuareg con motocicleta.

La camioneta tardó varias horas en ponerse en marcha. Estaba en la ciudad sólo para hacer acopio de víveres, con listas interminables que el conductor había recogido en los albergues del camino. Para muchos habitantes del desierto, ésta es la única oportunidad en varios días de conseguir lo que necesitan. Cuando por fin arrancamos ya daban las tres de la tarde. Aun así, la camioneta empezó a moverse con las puertas abiertas para que un niño que nos perseguía pudiese lanzar algunos sacos de pan al interior. Antes de abandonar la ciudad vimos cómo un hombre se caía de su bicicleta y se quedaba tendido en mitad de la calzada, aullando de dolor, con la pierna separada de la rodilla. El conductor no se detuvo porque iba con prisa. Algunos kilómetros más tarde llegamos a una curva donde nos salimos del asfalto para conducir por mitad del desierto. El paisaje era de ceniza compacta, como un volcán aplastado por el sol. En la distancia, las dunas. El tuareg de la foto se había parado a vernos pasar. Me gusta el contraste entre la indumentaria tradicional y el ciclomotor, que se me antoja ridículo para un paisaje tan agreste. Y celebro también que sea una imagen simétrica porque me transmite sensación de vacío. Para ver otras fotos de Marruecos, mi fotolog.

Leer Más

18 febrero, 2008

Marruecos. Ibrahim.

Ibrahim tiene doce años (o eso dice, porque probablemente tenga menos). Le conocimos en Rissani, una parada casi obligatoria en las rutas hacia el desierto de Marruecos. Habla árabe, francés y una pizca, casi insignificante, de inglés. Cuando sonríe se le ilumina la expresión con franqueza y orgullo. De él nos cautivó su inteligencia ágil y simpática, todavía sin contaminar por la picaresca. En Rissani, Ibrahim nos guió por el oscuro y pegajoso laberinto de la kasba, un lugar tan negro que a veces no eres capaz de ver ni tu propia mano. Si le preguntabas por el miedo a las sombras, sencillamente no entendía de qué estabas hablando. Al ver la foto que le hice, me llama la atención esa profunda cicatriz de su frente. Supongo que será la marca de alguna pedrada, porque los niños de Risanni son bastante bestias. También me sorprende la inapelable perfección de su cara. A Ibrahim le hacía muchísima ilusión verse en Internet, pero no tiene una dirección de correo electrónico que yo pueda usar para avisarle de que he colgado su retrato. La última vez que nos vimos me contó que entraba todos los días en mi fotolog para ver si ya estaba allí su foto. Pero de eso hace casi dos meses, así que supongo que se habrá cansado. Me gustaría poder avisarle ahora: Ibrahim, ceci est pour toi. J'espere que tu le vois.

Leer Más