30 junio, 2007

Paisajes habitados. Orgullo gay.

Una de las más divertidas travesuras de Paisajes habitados ha sido incluir una fotografía del desfile del Orgullo Gay en la sección de fiestas populares. Desde nuestro punto de vista, la distancia entre las procesiones de Semana Santa y la gran juerga de este desfile no es tanta como podría parecer. Al fin y al cabo, las dos son manifestaciones populares donde la pasión y el entusiasmo pueden volvernos grotescos. La foto la hice en mitad de la Gran Vía. El desfile estaba a punto de pasar y yo busqué el centro de la calle para tener la mejor vista de la cabecera. De pronto, todo el mundo echó a correr hacia mí. Levanté la cámara y me puse a disparar como un loco, rezando para que no me tirasen al suelo. Y salió esta foto tan expresiva. He decidido colgarla hoy porque hace justo un año desde aquella tarde. Dentro de un rato el desfile animará otra vez el centro, y yo no me lo pienso perder.

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29 junio, 2007

Paisajes habitados. Curtidurías.

La medina de Fez –o sea, la parte antigua– es un laberinto de callejuelas y puertas traseras que abruma por su tamaño y sus tentaciones. Vas paseando tan tranquilo y de pronto alguien te llama para ofrecerte el oro y el moro. “Ven, que te voy a enseñar lo que es bueno”, te dicen con cara de genios de la lámpara de Aladino. Y tú, como has venido en plan Indiana Jones, les haces caso. Cuando nosotros estuvimos allí nos dejamos embaucar por un tipo que nos aseguró saber dónde estaban las auténticas curtidurías. Pagamos dos duros a dos guardianes que vivían en la misma habitación, durmiendo en colchones viejos y mirando pósters de Zidane, y llegamos al lugar de la imagen. Un sitio donde hombres embotados arrancaban lana de la piel muerta de las ovejas. Donde olía a sudor y a caca de paloma. Y donde los pellejos colgaban, como mil y un fantasmas, para que yo les hiciese fotos como ésta.

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26 junio, 2007

Paisajes habitados. Estambul.

Cuando estuvimos en Estambul nos aventuramos por los barrios más pobres de la ciudad. Las guías decían que allí encontraríamos auténticos sefardíes que todavía hablasen el castellano antiguo, y la posibilidad de escuchar a nuestros antepasados nos entusiasmó. Pero, por desgracia, no pudimos dar con ellos. En lugar de eso nos encontramos a estos críos que nadaban en una fuente. A ninguno le importaba que el agua fuese de color verde y que apenas cubriese un par de palmos. Les bastaba con esos dos miserables palmos para quedarse en pelotas y echarse unas risas. Estaban tan a gusto que cuando les hice la foto, yo también me contagié de su buen humor. Y lo mismo unos viejecillos que tomaban el sol mientras nos miraban. Durante un rato todos fuimos cómplices de la misma gamberrada, solidarizados ante el calor sofocante que compartíamos. En la foto no sale casi nada de esta historia, pero que nadie se preocupe que yo lo cuento. Y con un poco de suerte, conseguiré que los que lean esto sientan también que han entrampado al verano.
Si alguien quiere seguir descubriendo Estambul, todavía puede visitar la exposición de Paisajes habitados en Artépolis. Eso sí: sólo hasta el 2 de julio.
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Paisajes habitados. Berlín.

Hoy toca una foto de Berlín. La he escogido por dos motivos. En primer lugar, porque es una foto muy sencilla que, sin embargo, contiene toda la información necesaria para hacerse una idea de cómo es la ciudad: el muro y las hamacas. Y en segundo lugar, por un motivo mucho más importante: porque mi gran amigo Mikto Kuai se va a vivir allí mañana, y quería enviarle un mensaje a modo de despedida. Como Berlín es la ciudad más metafórica del mundo, fotos como ésta sirven para decir lo que uno quiera. Pero por si acaso alguien anda falto de imaginación y no me entiende, yo doy pistas: ¿qué pueden significar dos hamacas juntas en el mismo lado de un muro que divide el mundo? Seguro que lo adivinas, querido Mikto Kuai. Y espero que no se te olvide.

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23 junio, 2007

Paisajes habitados. Zona de recreo.

Siempre me han llamado la atención los desiertos. Cuando era niño mis padres me llevaron al poblado del oeste que hay en Almería, y recuerdo que el paisaje me sobrecogió. Durante todo el camino miré desde la ventanilla del coche las montañas secas, peladas, llenas de indios. Aquel viaje se me quedó muy grabado y durante años he querido repetirlo. Pero no para ver pistoleros, sino para conducir por carreteras rectas y buscar lugares donde hacer buenas fotos. Fotos como ésta, donde apareciese el desierto que había llevado en mi cabeza desde crío. Un lugar en el que la vida se ha acabado y ya sólo quedan restos abandonados. Supongo que en el sitio donde la hice habría alguna vez una zona de recreo con un zoo y un picadero. Lo dicen los carteles que alguien clavó en el árbol. Pero cuando nosotros llegamos, todo estaba muerto y olvidado.
Hay otras fotos de Almería en Paisajes habitados. Tan siniestras y tan desérticas como ésta. Pero sólo quedan diez días, hasta el 2 de julio, antes de que las descolguemos de Artépolis.

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22 junio, 2007

Paisajes habitados. Nuestra Señora de la Soledad.

Cuando Alis y yo preparábamos Paisajes habitados discutimos mucho sobre el concepto de la exposición. En realidad, la mayoría de estas fotos no están hechas a partir de una idea previa, sino que son fruto de las circunstancias. Y claro, juntarlas bajo un concepto que nos hubiésemos sacado de la manga nos parecía pretencioso y falso. Al final, como ya he contado, nos quedamos con el comodín de “Paisajes habitados”, que vale un poco para todo. Pero aquellas conversaciones nos obligaron a mirar las fotos con una perspectiva global, a ver qué tenían en común. Y después de un profundo ejercicio de autoanálisis, lo más cercano a un punto de vista consciente que me atrevo a reconocer es mi debilidad por lo siniestro. Una debilidad que queda perfectamente ilustrada con esta foto. Me interesa el componente más sombrío del folclore popular, y cuando voy a las procesiones trato de captarlo. Evidentemente, esta señora no se paseó todo el rato con cara de “me gustaría matarte”. Pero yo, como soy así de retorcido, hice la foto justo cuando la idea del homicidio brilló en su mirada. Y juro que si hubiera conseguido más imágenes así, esta serie se llamaría Paisajes para no dormir.
Para sugerir otros títulos hay que pasarse antes por Artépolis, ver la exposición completa y volver. Todo ello, de aquí al 2 de julio.

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21 junio, 2007

Paisajes habitados. Abdul y sus palomas.

Los retratos son siempre un arma de doble filo. Atrapar la personalidad de alguien con una imagen es, sin duda, una fascinante conquista para cualquier fotógrafo. Pero también es una condena para el modelo. Paradójicamente, una foto que aspira a captar la vida puede terminar disecándola. Ocurre, por ejemplo, con este retrato de Abdul. Abdul era un chico que conocimos en Fez. Estuvimos husmeando en su tienda de pañuelos y luego le pedimos que nos enseñase la azotea. Cuando subimos, nos encontramos una jaula llena de palomas. “¿De quién son estas palomas?”, le preguntamos. Y él, muy orgulloso, nos contestó que eran suyas. De hecho, me invitó a meterme dentro del palomar para poder admirarlas mejor. Y justo cuando los dos estábamos allí, en un espacio de dos metros y pico, rodeados por pajarracos que volaban a nuestro alrededor, se me ocurrió que aquel sería un magnífico retrato de Abdul. Y así fue. Esta foto es, probablemente, mi favorita de todo Paisajes habitados. Lo que más me gusta es que haya una paloma casi abstracta en primer término. Ese detalle introduce un elemento primitivo, el de la colombofilia, que a un turista sediento de pintoresquismo como yo se le aparece como la quintaesencia de lo marroquí. Pero en ese punto de vista es precisamente donde surge el problema. Por muy cómplice que sea la forma en que yo retrato a Abdul dentro de su palomar medieval, la realidad de este chico es completamente distinta. Sólo hay que pinchar aquí, en su blog, para comprobarlo. Si uno mira las fotos que ha colgado, verá que el mundo cotidiano de Abdul no tiene nada que ver con el de mi retrato. En lugar de criar palomas se dedica a montar en moto con sus colegas y a ensayar truquillos digitales. Mi reconstrucción del primitivismo marroquí es, por tanto, una impostura. ¿Qué puedo hacer con la foto, entonces?

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20 junio, 2007

Paisajes habitados. Monumento al holocausto.

Desconfío de las fotos movidas porque casi nunca sabes cómo te van a salir, y no me gusta abandonarme al azar. Pero eso no significa que sea idiota, claro: entiendo el poder expresivo del movimiento y recurro a él cuando creo que me puede ayudar. Me ocurrió, por ejemplo, en Berlín. Justo al lado de la Puerta de Brandenburgo hay un monumento al holocausto judío. El monumento, obra de Eisenman, es un bosque de pilares de hormigón que nadie sabe exactamente lo que representan. Hay quien dice que es un cementerio, pero otros piensan que es un campo de trigo. A mí, la verdad, me da un poco igual. Lo que me impresiona es que puedes abandonarte entre los bloques como en un laberinto. Esa sensación era la que yo quería captar con mi cámara, y por eso opté por una fotografía movida. Durante cinco o diez minutos disparé a cualquier persona que se cruzase conmigo para ver qué salía, pero el maldito azar no estaba de mi parte: todo eran fotos movidas que no decían nada. Hasta que, de pronto, apareció el niño de rojo y se puso a correr delante mismo de mis narices. Encuadré, disparé y me salió esta imagen. Y en cuanto la vi, supe que era la que estaba buscando.
Hay alguna otra foto de Berlín en Paisajes habitados. Pero que nadie se asuste, que ninguna está movida. Quien quiera puede comprobarlo en Artépolis hasta el 2 de julio.

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18 junio, 2007

Paisajes habitados. Montjüic.

¿Quienes son los mejores amigos de un fotógrafo? Los perros y los reflejos. Los perros, porque posan con naturalidad sin que tengas que darles explicaciones. Y los reflejos porque siempre ofrecen un punto de vista adicional. Cada vez que voy a hacer una foto miro a mi alrededor y pienso: “¿hay algún perro cerca? ¿algún reflejo?”. Y si tengo suerte, a lo mejor los tengo a los dos. Como me pasó en Barcelona cuando subí a Montjüic. Lo que podría haber sido una estampa típica del museo se convirtió, gracias estos dos grandes amigos, en una imagen extraña que transmite sensación de vacío.
Probablemente haya quien piense que todo esto es una exageración. Pero sólo tiene que echar un ojo a las fotos de Paisajes habitados que hay en Artépolis para comprobar que no, que los reflejos y los perros son aliados inestimables. Eso sí: tendrá que hacerlo hasta el 2 de julio. ¡A correr!

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Paisajes habitados. Jugador de ajedrez.

Con esta foto me ocurre justo lo contrario de lo que me pasaba con la última. Aquella me gustaba porque estaba hecha en Madrid y representaba a Madrid, y ésta me gusta porque, aunque también está hecha aquí, me hace pensar en otra ciudad. En Nueva York, concretamente. Hace treinta años. Eso de jugar al ajedrez en la calle me parece completamente neoyorquino, la verdad. Y lo mismo la chaqueta del chándal y el peinado afro, que me resultan muy seventies. Sólo falta una banda sonora de blacksplotation para completar el efecto. Pero tengo un problema: ¿se pueden usar criterios totalmente contrarios a la hora de valorar unas fotos? ¿Puedo decir “Diego” en lugar de “digo”? Ay, la integridad…
En Paisajes habitados hay más fotos sobre las que aplicar diferentes criterios de opinión. Quien vaya a Artépolis, que sepa que se encontrará al menos una al gusto del suyo. Pero ojo: sólo hasta el 2 de julio. Hay que darse prisa.

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16 junio, 2007

Paisajes habitados. Vendedor de barquillos.

Siempre he pensado que lo más difícil para un fotógrafo es hacer fotos de lo que le rodea. Parece una contradicción, pero las cosas que estamos acostumbrados a ver son las cosas que menos vemos en realidad. De ahí que sienta una especial predilección por las fotos que he hecho en Madrid. Como por ejemplo ésta. Recuerdo que la hice cuando Alis estaba viviendo en Berlín y que luego, cuando se la enseñé, ella me dijo que le parecía una imagen muy madrileña. A mí también me lo parece. Y no tanto porque el señor sea un vendedor de barquillos, sino más bien porque se está tomando un bocadillo, que es una cosa muy nuestra. Y porque las señoras del fondo, con sus faldas rectas y sus vestidos de flores, me inspiran familiaridad.
Por supuesto, en Paisajes habitados hemos colgado más fotos de Madrid. Quien sienta curiosidad, sólo tiene que acercarse a Artépolis antes del 2 de julio.

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15 junio, 2007

Paisajes habitados. Mequínez.

La primera vez que llegas a Marruecos te llaman la atención las carnicerías. Allí tienen una concepción diferente de la carne: en lugar de esconder las vísceras, las dejan a la vista para que la gente las compre. Y lo mismo ocurre con las cabezas. En general, las cámaras frigoríficas brillan por su ausencia y el género se conserva a temperatura ambiente. Por supuesto, es inevitable preguntarse cómo logran que no se pudra. Yo, la verdad, no lo tengo muy claro. Pero creo que los sacrificios rituales prescritos por el Islam están concebidos para sacar toda la sangre del animal, porque eso contribuye a que dure más. En cualquier caso, las carnicerías de ciudades como Fez o Mequínez siempre son un pintoresco espectáculo para los turistas occidentales. Miramos sus mostradores con una mezcla de fascinación y asco que ellos no deben de comprender muy bien. Y por eso, cuando les haces una foto, siempre te miran como si fueses un loco.

En Paisajes habitados hay varias imágenes de Marruecos. Para verlas, como siempre recuerdo, sólo hay que dar una vuelta por Artépolis. Hasta el 2 de julio.

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14 junio, 2007

Paisajes habitados. Estambul.

El concepto de Paisajes habitados me parece tan escurridizo que he decidido utilizar esta foto para explicarlo. La hice el verano pasado en una calle de Estambul, y me gusta porque retrata algo que en realidad no se ve, sólo se supone. Basta con mirar los vasos en el suelo y el reflejo de la mezquita para hacerse una idea de lo que ha pasado aquí: que alguien, posiblemente un musulmán, se ha tomado un té en mitad de la calle. Y si uno sigue pensando, sospechará también que eso de beber té en mitad de la calle debe de ser una práctica corriente, porque los vasos están colocados para que venga el camarero a recogerlos. ¿Conclusión? En el fondo, lo que realmente aparece en la foto es una forma concreta de vivir en la ciudad. O sea, de habitar un paisaje. En este caso, Estambul.

Para ver más fotos de Paisajes habitados, hay que ir a Artépolis antes del 2 de julio.

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13 junio, 2007

Paisajes habitados. Mohammed.

Una de las cosas que menos me gusta de las fotos que hago es que siempre responden a un mismo tipo de encuadre: si quiero que algo llame la atención, lo pongo en un lado y punto. Es una forma canónica de concebir la composición, y eso implica falta de inventiva. Las fotos pueden ser impactantes, pero son muy clásicas. Por desgracia, creo que me faltan la rapidez y la intuición necesarias para inventar encuadres nuevos. Y claro, tengo que conformarme con la ironía. Esta foto me divierte porque las líneas señalan exactamente hacia dónde se tiene que mirar, por si acaso se despista uno. Supongo que habrá gente a la que le parezca un chiste estúpido, pero yo, que soy un tipo con un sentido del humor rarito, le encuentro su gracia.
Por lo demás, la foto está hecha en Fez, en las curtidurías. Hay varias imágenes de Marruecos en Paisajes habitados, pero como tengo hasta el 2 de julio para explicarlas aquí, de momento basta con ésta. Si alguien no puede aguantar, je, je, le recomiendo que se de un paseo por Artépolis.

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12 junio, 2007

Paisajes habitados. Isla de los museos.

Los alemanes son gente cómoda. Sobre todo los berlineses: les encanta sacar hamacas a la calle y tirarse a descansar. Si te vas a dar un paseo por la ciudad, verás hamacas donde menos te lo esperes. Como, por ejemplo, entre las columnas de la Alte Nationalgalerie. La última vez que estuve allí me encontré con esta imagen: las columnas estriadas y las hamacas blancas. Me pareció que se podía crear un juego casi abstracto con las dos formas, y que el resultado provocaría una ligera sonrisa. Y creo que lo logré. A estas alturas he perdido la capacidad de discernir la inmediatez de la imagen, no sé si se reconocen los objetos o no, pero aun así creo que es bonita. Y si, encima, te paras a pensar que el sitio se llama "la isla de los museos", el juego de conceptos se completa todavía más. Es posible que las hamacas no peguen nada con los museos, pero sí con las islas, ¿no?
Dentro de Paisajes habitados, esta fotografía forma parte de una sección dedicada exclusivamente a los paisajes. Como he venido recordando, la exposición se puede visitar en Artépolis hasta el 2 de julio.

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11 junio, 2007

Paisajes habitados. Fuente milagrosa.

Para mí, lo más importante de una foto es que sea sencilla, de lectura inequívoca. Cuantos menos elementos haya, mejor. Y ése es uno de los motivos por los que me gusta esta imagen. Sólo se ve el dibujo de la camiseta y la mano que vierte el agua, y a partir de aquí se crea un inesperado juego de ambigüedades. Por desgracia, la composición no es tan completa como hubiera deseado. Esta foto la hice en Madrid, en las fiestas de San Isidro. Allí, la gente hace colas enormes para beber el agua de la Fuente Milagrosa, que produce milagros. Me gustaría que esa información apareciese dentro del encuadre, pero no fui capaz de lograrlo. En lugar de eso, me tengo que conformar con añadirla en el título. Pero bueno, aun así sigo pensando que la imagen es bastante potente.
En Paisajes habitados hay toda una sección dedicada a fotografías de este tipo, donde se juega con elementos gráficos. Para verlas, sólo hay que ir a Artépolis antes de que se acabe la exposición. O sea, antes del 2 de julio.

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09 junio, 2007

Paisajes habitados. Raval.

El Raval, el antiguo Barrio Chino de Barcelona, está lleno de gente rara. Como, por ejemplo, el individuo de esta foto. Me lo encontré sentado plácidamente delante del MACBA, luciendo tatuaje. Para hacerle una foto más cómoda intenté charlar con él, pero lo único que pude sacar fue una carcajada. Se reía a mandíbula desencajada, como puede apreciarse. Para mí esta risa es uno de los alicientes de la foto porque deforma la cara y hace que sea extraña. También me gusta mucho el contraste con la señora de detrás, que nos miraba alucinada. Sin embargo, hay un tercer elemento que al final resulta ser el más intrigante: el tatuaje. Entre las garras del águila se puede leer una leyenda: “La folie del arts est egal a l’abus de l’esprit”. Mis conocimientos del francés, por desgracia, son limitados. Pero me da que viene a significar algo así como que “la locura del arte es igual que el abuso del espíritu”. Y frases así, escritas en el pecho de los locos, no se encuentran todos los días.
Las 46 fotos de Paisajes habitados se pueden ver, mucho mejor que aquí, en Artépolis. De martes a domingo, hasta el 2 de julio.

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07 junio, 2007

Paisajes habitados. Huellas.

Mi querido amigo n. decía ayer en Sindrogámico que una de sus fotos favoritas de Paisajes habitados era ésta: Huellas. Y yo, la verdad, estoy completamente de acuerdo. Esta foto la hice en Rodalquilar, un pueblo minero de Almería que abandonaron hace años. Cuando nosotros llegamos era septiembre y estaba atardeciendo, y parecía que todo el mundo acababa de salir por patas. Lo que quedaba del pueblo eran unos cuantos barracones enormes, unas oficinas y una escuela. Cada familia minera había ocupado la mitad de un barracón, y si te asomabas por alguna ventana y tenías suerte, todavía podías ver los muebles dentro de las casas. El muro de la foto lo descubrimos cuando ya habíamos recorrido varias calles desiertas y estábamos profundamente sugestionados. Lo que más me impresionó fue lo hubiesen pintado con las manos. En aquel silencio abandonado parecían las manos de los fantasmas de los mineros, o de sus hijos aburridos. La foto me gusta porque conserva algo de aquella atmósfera inquietante.
Para ver completa la exposición Paisajes habitados, sólo hay que pasar por Artépolis antes del 2 de julio.

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06 junio, 2007

Paisajes habitados. Xauen.

En Paisajes habitados apenas hay imágenes en color. Tengo una debilidad especial por el blanco y negro porque pienso que esa mínima diferencia con respecto a la realidad es los que hace que las fotos sean fotos, y no meros testimonios. Pero hay veces, como cuando vas a Xauen, en Marruecos, que no puedes evitar usar el color. Este pueblo es famoso por estar pintado de azul. Los lugareños dicen que han dado con una tonalidad especial que espanta a las moscas, y tienen todas las calles coloreadas. Estuve allí en el puente de mayo y me impresionó muchísimo. Tanto, que no podía irme sin llevarme alguna foto. Pero como siempre me han aburrido las imágenes tipo postal, intenté recurrir a una metonimia: en lugar de sacar el pueblo pintado, lo que tenía que fotografiar era el color, y punto. Así que hice esta foto, donde sólo hay blanco y azul. Si alguien quiere ver algunas más, puede visitar mi fotolog. Y si alguien quiere ver la exposición de Paisajes habitados, tiene hasta el 2 de julio para ir a Artépolis.
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Paisajes habitados. Charco.

Esta foto es una de las más controvertidas de Paisajes habitados porque mucha gente no se da cuenta de lo que retrata en realidad. La hice en Berlín, en el mercado de Am Mauer Park -el más molón de toda la ciudad-, un día de lluvia. Y lo que se ve es, simplemente, el reflejo de una chica en un charco. Lo único que yo he hecho ha sido darle la vuelta, para que se más difícil percibirlo. me atrae mucho la ambigüedad de las líneas que deforman la imagen. Hay quien me ha dicho que eran ondas de calor que emanaban del suelo, como en los días tórridos de verano. Y también los hay que pensaban que yo había introducido algún retoque conPhotoshop. Pero no: las líneas son, simplemente, las ondas que ha producido la chica un segundo antes, cuando ha pisado el charco. Creo que basta con el título y una pizca de observación para notarlo. Pero al ver la foto colgada en Artépolis, la gente me dice que sería mejor si le diese la vuelta. Como siempre, estoy abierto a opiniones.

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05 junio, 2007

Paisajes habitados. Ideas para cambiar el mundo.

Esta foto la hice en el Rastro, hace ahora un año. Acababa de comprarme la cámara y quería probarla, así que salí a ver qué me encontraba por ahí. La señora de la flor estaba cantando en la Plaza de Cascorro, acompañada por el acordeón de su marido. Al principio intenté pillarla con un tiro muy general, pero luego me di cuenta de que sería mejor jugar con la frase del cartel que había en la pared. Probé con un encuadre cerrado y acerté. La foto me gusta porque parece que la señora está pensando cómo arreglar el mundo. Después de aquel domingo he vuelto a encontrármela por Madrid, y siempre me da la sensación de que le falta ese cartel, ese idealismo raro.
Hasta el 2 de julio, ésta y otras muchas fotos se podrán ver en la exposición Paisajes Habitados, en el salón Pinocho de Artépolis. Todo el mundo está invitado.

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03 junio, 2007

Paisajes habitados. Cochero.

El señor de la foto es un cochero en Büyük Ada, una isla cerca de Estambul donde están prohibidos los coches. La gente llega allí en barco y sólo puede moverse en berlina de caballos. Es como un pueblo del oeste, pero con tráfico. Hay carros por todas partes, y todos tan rápidos que como te descuides, te atropellan. En cierto modo, los cocheros son los amos de la isla. Al fin y al cabo, todo el mundo depende de ellos, desde los más ricos hasta los más pobres. Por eso, a la hora de describir Büyük Ada con una foto, creo que lo mejor es usar a uno de estos señores.
Esta imagen forma parte de la exposición Paisajes Habitados, que se puede visitar en Artépolis hasta el 2 de julio.
Para ver más fotos de Estambul hay que pinchar aquí.

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¡Viva la escritura automática!


Espero no ponerme pesada con el tema del surrealismo, pero me siento obligada a rendir tributo desde aquí a Remedios Varo.
Pintora española que vivió la mayor parte de su vida exiliada en Méjico, ha sido, como casi todas las mujeres que se relacionaron con el grupo surrealista, bastante olvidada por la historia del arte –que habitualmente la ha recordado tan sólo en la función de musa del tipo femme-enfant (mujer-niña) que Breton y sus secuaces le impusieron.
Mucho más que a ser musa, se dedicó a su obra, que comprende una pintura muy personal e imaginativa (que, todo sea dicho, a mí no me gusta mucho), y una serie de escritos que son los que motivan este post. Se trata, en su mayoría, de textos en los que pone en práctica las técnicas automatistas del surrealismo: escribir, en estados de trance o semi-sueño, lo primero que se pase por la cabeza, sin dejar que el estado consciente intervenga en lo que espontáneamente expresa el subconsciente. El resultado, frases tan locas como: “varios grupos de porteras suculentas corren velozmente hacia el oeste”.
Varo solía escribir cartas con este tipo de técnica, que luego enviaba a desconocidos cuyas direcciones elegía al azar en la guía de teléfonos.

Si leéis más, encontraréis un fragmento de una de ellas que me ha divertido especialmente.

Deseo consultarle algo. Este terreno sobre el que vivimos es sumamente volcánico (como usted ya sabrá). Uno de los miembros de nuestro grupo se encuentra en muy difícil situación a causa de la agitación volcánica del subsuelo. Siendo persona de escasos medios económicos, vive en una casa antiquísisma y desprovista de todo confort, aunque se beneficia, por otro lado, de gran espacio y un patio interior bastante amplio. Esta casa está situada en un lugar muy céntrico de la ciudad. Hace unos meses, empezó a elevarse por sí solo un pequeño montículo en el patio. Del montículo comenzó a salir un poco de humo y un calor intenso; después, y a intervalos más bien largos, pequeñas cantidades de lo que inmediatamente vimos con horror que era lava. No hay duda posible: se trata de un pequeño volcán que quizás en cualquier momento puede convertirse en tremenda amenaza. Nuestro amigo, que no cuenta con los medios necesarios para buscar otro alojamiento, desea que esto se mantenga en secreto, pues de otro modo sería expulsado de su casa, lo que haría feliz al propietario, que , con el pretexto del volcán, construiría en ese lugar un gran edificio dotado de calefacción central.
Ahora bien, nosotros hemos visto enseguida la posibilidad de hacer algunos experimentos con esta misma manifestación de la naturaleza. Rápidamente, entre todos construimos alrededor del volcán unas paredes y un techo para ocultarlo a las miradas del vecindario. Actualmente, este recinto sirve de cocina. La altura del montículo permite cocinar cómodamente sobre su cráter, y debo decir que es admirable para obtener chiche-kebab y brochettes en su punto.
Pero a pesar de los múltiples experimentos, no hemos podido incluir de ninguna manera las sustancias arrojadas por el volcán dentro de nuestros sistemas solares, ni tampoco utilizarlas de forma alguna dentro de nuestras prácticas.
Le ruego me comunique lo que sepa sobre esta materia lo más pronto posible, pues el volcán no ha crecido más de un centímetro por semana, pero no podemos saber qué sucederá en los próximos meses.
Temo que mi carta sea demasiado larga y, aunque desearía hablarle de otras cosas, en especial de la convicción que comparto con usted sobre la posibilidad de destruir los funestos efectos de la bomba de hidrógeno por medio de ciertas prácticas, dejo para otra ocasión de hablar de todo ello, si usted tiene la amabilidad de contestarme
.

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