22 julio, 2011

On the air (y XX). Enigmas de Spiderman y Marilyn.

El gran enigma del arte es que nunca se sabe el impacto que tendrá sobre los espíritus sensibles que se expongan a su influjo. Un ejemplo: el musical de Spiderman que Bono y The Edge han escrito para Broadway. Se suponía que el morbo del espectáculo, lo que atraería al respetable hasta el teatro y le haría sentir el éxtasis definitivo, era que los actores vuelan. Pero oh, misterios de la percepción estética, ha resultado no ser así: lo que los espectadores realmente vienen buscando es volar ellos mismos, el actor les importa un carajo. De hecho, el inesperado impulso de volar es tan frecuente y tan contagioso, que antes de todas las representaciones se escucha una megafonía pidiendo por favor que nadie se agarre a Spiderman en caso de que éste decida posarse cerca. Sería interesante debatir si Bono o The Edge habían previsto esto al componer sus excelsas melodías, pero en lugar de hacerlo quiero poner otro ejemplo: Seward Johnson. Este escultor acaba de inaugurar en Chicago una escultura gigante de Marilyn Monroe con la falda levantada por el aire. La idea original era rendir homenaje al cine. Pero, como digo, el misterio del verdadero arte es que nunca se pueden anticipar las reacciones que provocará. Cuando la gente ve la escultura, en lugar de creer un poquito más en Billy Wilder, lo que siente es un súbito deseo de lamer las pantorrilas de la pobre Marilyn o de hacerle una foto a las bragas. Insisto: qué enigma.

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