28 septiembre, 2007

You're the man now, dog.

Mi último gran descubrimiento es un invento de Internet llamado You’re the man now, dog. O lo que es lo mismo: “tú eres el hombre ahora, perro”. Con esta extraña frase, un tal Max Goldberg ha bautizado lo que, según intuyo, es una ocurrencia absolutamente revolucionaria. ¡Un nuevo lenguaje! ¿Y en qué consiste? Es tan fácil y estúpido que, si no te paras a pensarlo, no te das cuenta de las enormes posibilidades que entraña. Básicamente, un You’re the man now, dog (YTMND) es un conjunto de imágenes iguales, fijas o con algo de movimiento, que se reparten por la pantalla a modo de mosaico. Normalmente van acompañadas por un fragmento de audio y algo de texto en tres dimensiones. Y ya está. A partir de la unión de estos tres elementos se puede hacer lo que uno quiera: transmitir un mensaje, crear una imagen poderosa o simplemente jugar. Desde mi punto de vista, el hallazgo es prodigioso porque crea una nueva forma de expresión exclusiva de Internet. No es música ni fotografía. En todo caso sería diseño gráfico o videoarte, pero las limitaciones del planteamiento hacen que ni siquiera puedas ponerle esas etiquetas. Entiendo que Max Goldberg terminase recurriendo a una frase como You’re the man now, dog. A los curiosos les cuento que la sacó de un trailer de Finding Forrester. ¿Y cómo le encontré yo a él? Eso, mejor leerlo en Sindrogámico.

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26 septiembre, 2007

Post número 100.

Para celebrar nuestro post número 100 hemos decidido mirarnos el ombligo.










Artículo relacionado: Post número 300.

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23 septiembre, 2007

The Hopper Landscape.

El otro día leí una noticia que me llamó mucho la atención. Un multimillonario llamado Donald Kline pretende construirse un chalet enfrente de la casa que Edward Hopper tenía en South Truro, Massachussets, y los vecinos han dicho que nanay. Según ellos, el lugar donde el millonario piensa levantar su casita está, exactamente, en el cacho de paisaje que Hopper veía desde su ventana. O sea, que si Hopper levantase la cabeza y levantase la persiana, se llevaría un susto de muerte. Me hizo mucha gracia darme cuenta de que, en ocasiones como ésta, el fetichismo artístico puede llegar a niveles sorprendentes. No se trata de preservar un hermoso paisaje. Ni siquiera pretenden proteger el paisaje que inspiró a un famoso pintor. Lo único que quieren es que no se alteren las vistas desde la casa de un muerto. Una vistas que ya han sido bautizadas como “the Hopper Landscape”. Y yo me pregunto: ¿esto es una tontería o no lo es?

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22 septiembre, 2007

Un corazón invencible.

Todavía no tengo muy claro si es que Winterbottom ya no es el agitador de conciencias que fue con Camino a Guantánamo, o si es que no le salen las películas que quiere. El otro día fui a ver Un corazón invencible pensando que me ofrecería una visión seria del terrorismo islámico y, en lugar de eso, salí del cine con ganas de arrancarle las tripas al primer terrorista que se cruzase en mi camino. Un corazón invencible es la historia de una periodista rica y privilegiada que vive en Karachi. La pobre está rodeada de salvajes pakistaníes que se pasan el tiempo maquinando atentados contra occidente. Uno de estos salvajes, no se sabe muy bien quién, decide secuestrar a su marido. Y a partir de aquí, a la periodista pija no le queda más opción que tratar de dar con él. Por suerte, cuenta con la ayuda de los policías que menos escrúpulos tienen de todo Pakistán: tipos duros que van por la vida dando hostias a todo el que les ponga alguna pega. Añada usted una pizca de torturas aquí, una pizca de espionaje allá, y el planteamiento está completo. No se puede negar que es una historia digna del mismísimo Tom Clancy o, como he contado en Sindrogámico, de las tv movies que ponen en Antena 3. Pero… ¿a dónde han ido a parar los puntos que Winterbottom solía poner sobre las íes? Ni idea. Quien quiera ver otro revulsivo anti Bush como Camino a Guantánamo, mejor que se ahorre el dinero. Lo más prudente que se puede decir del mensaje que transmite esta película es que resulta sospechosamente ambiguo. Quien avisa no es traidor.

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19 septiembre, 2007

Otro cartel siniestro en Murcia.

Ya he comentado alguna vez lo mucho que gusta a los murcianos anunciar sus ferias con carteles de niños siniestros. Como no podía ser de otra forma, la tradición ha continuado con la Feria de Septiembre de este año. Un pintor de apellido impronunciable, Paco Ñiguez, ha creado para tan señalada ocasión una imagen de gran poder perturbador. Cuando vi el cartel la primera vez pensé que era escandalosamente feo, pero luego lo he vuelto a mirar con más detenimiento y creo que tiene un delicioso encanto siniestro. Si tengo que quedarme con algo, elijo la figura misteriosa que aparece de espaldas. Me gusta la forma en que recibe la luz, como si fuera un fantasma. ¿Quién es? ¿Qué representa? ¿Por qué da tan mal rollo? Una vez más, bravo por el cartel. Ojalá esta tendencia siniestra continúe muchos años a orillas del Segura.

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17 septiembre, 2007

4 motivos para ver La Jungla 4.0

Se me han ocurrido cuatro motivos para ir a ver La Jungla 4.0. Bueno, en realidad se me han ocurrido unos cuantos más, pero el cuatro me ha parecido un número ideal. Por si alguien no está convencido, también puede echar un ojo aquí, en Sindrogámico. Encontrará otras cuatro razones que justifican el quedarse en casa.
UNO: Porque está llena de guiños frikis.
Desde el cine de James Cameron hasta las horteradas jedi de Kevin Smith, toda la película está plagada de referencias al género de acción y al público que lo devora. Incluida, por supuesto, la propia saga de McClane. Para que luego digan que no se puede ser pedante con las películas de tiros.
DOS: Porque John Mclaine es más primitivo que nunca.
En plena era de Internet, McClane confiesa que lo suyo no son los ordenadores. Ni falta que hace. El héroe se vuelve troglodita, básico y muy, muy contundente. Probablemente no sepa cómo se escribe un blog, pero sabe cómo hacer que un terrorista se cague en los pantalones con sólo cuatro palabras: “te-voy-a-matar”.
TRES: Porque hay tiros, tiros, y tiros.
Y patadas de kung-fu. Y tías que dan hostias a los tíos. Y misiles. Y tuberías de gas que explotan. Y coches que salen volando. Y camiones que salen volando. Y helicópteros que salen volando. Y autopistas que salen volando.
CUATRO: Porque la trama deja en ridículo a la administración Bush.
¿Alguien sabía que Estados Unidos es un país indefenso a merced de adolescentes pajilleros? En esta película el presidente no es negro, ni mujer, ni piloto. En esta película el presidente es George Bush con el culo al aire después del 11-M. ¿Motivos? Es idiota, y su equipo también.

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14 septiembre, 2007

El guardián entre el centeno III: Wanted

Lo que más se le reprochó a Salinger en EEUU fue el crudo retrato que hace del mundo de los adolescentes, sin obviar cuestiones como el sexo, las drogas o la violencia. No obstante, y aunque es fácil escandalizar a la pacata Norteamérica, no creo que fuera el mero hecho de que su protagonista se corra juergas o ande con prostitutas lo que les impulsó a censurar el libro. Lo que más debió de impresionar, lo que debió de asustar a los censores, es la amoralidad que en este libro se respira en todo momento. Holden -si bien posee una alta noción del bien y del mal, pues le admiran cualidades como la honestidad o el valor- nos habla continuamente de actos y comportamientos que nuestras convenciones sociales considerarían automáticamente vergonzosos. Pero lo peor no es eso, sino que él lo hace sin el más leve atisbo de condena moral. Además, al ser él protagonista y a la vez narrador de la historia, su falta de moral no sólo está presente en los actos que se nos narran, sino que impregna el propio discurso de la novela. Esto hizo que Salinger fuera acusado de complicidad con todos esos delitos de su personaje, pues en ningún momento los condenaba explícitamente.

La exposición de fotografía de Larry Clark que vimos en el Helmut Newton Museum de Berlín (Wanted) me sugirió concomitancias inmediatas con El guardián entre el centeno y Salinger.
El tristemente célebre director de Kids fue también objeto de polémica: en su película no había más que chavales cosiéndose a balazos, compartiendo jeringuillas y teniendo sexo prematuro. Pero, de nuevo, no creo que fuera eso lo que más escandalizó, ya que tales temas, en el fondo, no son tan ajenos a la épica de Hollywood. Lo verdaderamente grave es que lo que Clark filmó y fotografió era real. Se trataba de una peli y todo estaba guionizado, vale, pero los actores que escogía eran niños de la calle cuyas vidas reales se parecían mucho a las que aparecen en la patalla. Que Clark fuera testigo de aquello sin detenerles se consideró delito de complicidad. De hecho, en la película se detecta una ausencia total de juicios morales; a él le interesaban esas imágenes por su fuerza estética y nada más, y jamás se planteó si aquello estaba bien o mal.

Ahí está el pecado de Clark, como el de Salinger: en ser cómplice. En mostrar empatía, en cierto modo. Y yo me pregunto: ¿no es mucho más hipócrita nutrirse de esos temas tan morbosos y escandalosos pero amparándose en un escudo de condena moral?
Es como, y perdonad la analogía pillada por los pelos, cuando en Sé lo que hicisteis critican la supuesta inmoralidad de los programas de corazón, sin los cuales, por otra parte, ellos no tendrían trabajo.

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13 septiembre, 2007

El guardián entre el centeno II: El gran Gatsby

Mi segunda asociación de ideas en torno a El Guardián entre el centeno no fue casual: uno de los libros favoritos de Holden Caulfield es precisamente El gran Gatsby.
El hecho de que este libro le gustase tanto a Holden debía de tener algún sentido; máxime cuando estamos hablando de una persona a la que, como adelantaba en el anterior post, “no le gusta nada”, cosa de la que no se salva tampoco la literatura: la mayoría de los libros que le hacen leer en el colegio le parecen bazofia, pero si encima se trata de novelas de temática amorosa o emotiva, entonces las considera directamente despreciables. Sin embargo, el texto de Fitzgerald incurre en este pecado, pues trata sobre avatares amorosos. ¿Qué sería, entonces, lo que lo convertía en una excepción a los ojos de Holden?

Decidí leerlo para averiguar más cosas sobre ese adolescente que ya me obsesionaba, y además porque El gran Gatsby era una asignatura pendiente para mí. Y descubrí que este millonario de la costa este y Holden tienen algo muy importante en común: son individualistas natos. Holden posee la sed de independencia propia de un adolescente, agravada con una dosis de agresividad hacia el prójimo que le es innata. Gatsby, además de padecer el individualismo escéptico propio de “los locos años 20”, es un self-made man que se propuso salir de la pobreza y enriquecerse a cualquier precio para conseguir merecerse el amor de una mujer de clase más alta que él (por cierto, que eso mismo le pasó al propio Fitzgerald, al parecer rechazado en un principio por su mujer, la popular Zelda Sayre).
Ambos personajes siguen indiferentes su camino por la vida, con un fin en mente: Gatsby, reencontrarse con su amada perdida. Holden, encontrar también una mujer que le ame y vivir con ella en una cabaña en el campo, donde tendrán hijos a los que esconderán, por si acaso, para que no se los estropee la sociedad.
Los sistemas que utilizan para conseguir dichos fines son, sin embargo, bien distintos: Gatsby da fiestas lujosas en las que se rodea de multitudes con la esperanza de atisbar entre ellas a su amor de juventud. A Holden, por su parte, se le ocurre la peregrina idea de fingir que es sordomudo para que la gente, cansada de tener que escribirle todo en papelitos y “por fin le deje en paz”.

La paradoja es que bajo sus caparazones individualistas lo que los dos desean es, precisamente, compartir su vida con otra persona. Parece que por mucho que uno finja ansiar la soledad, es imposible que ese deseo sea sincero. Ya lo decía Ortega, ¿no? “Yo soy yo y mis circunstancias”. Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Existe el individualismo sincero?

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10 septiembre, 2007

El guardián entre el centeno I: Repulsión

Holden Caulfield, narrador y protagonista de El guardián entre el centeno, es un misántropo.
Está convencido de que la humanidad es despreciable, desprecio que proyecta incluso sobre sí mismo. Él es un cobarde, su compañero del internado es un presumido arrogante, su hermano es un traidor por haber sustituido su profesión de escritor de cuentos infantiles por la más jugosa de guionista en Hollywood, su profesor es un pederasta alcohólico, su madre una histérica, su novia una niña pija.
"Holden," -le reprocha su hermana, única persona a la que respeta por mantener su inocencia infantil- "a tí no te gusta nada". En efecto, la misantropía lleva a este chaval de 18 años al hastío total, a una especie de spleen adolescente del que no podrá salir y que le acabará encerrando en el psiquiátrico desde el que nos cuenta su historia.

Cuando vi Repulsión, de Polanski, no pude dejar de pensar en Holden.
Su personaje es sustituido aquí por Carol Ledoux, manicura de profesión, hija huérfana de emigrantes noruegos, de carácter frágil y dependiente de su hermana, interpretada por cierto por una bellísima Catherine Deneuve. En el caso de Carol, su patológica misantropía se vierte sobre el sexo masculino, al que su educación puritana le ha enseñado a temer y al que la relación de su hermana con un desagradable hombre casado le inclina a odiar. Poco a poco su rechazo se va tornando auténtica repulsión física, lo cual también la lleva al hastío y a aislarse por completo del contacto humano. El trágico final, obvio.

Los relatos del camino hacia la locura de Carol Ledoux y de Holden Caulfield me resultan especialmente escalofriantes: Ambos tienen su punto de partida en la misantropía, altivo delito del que en última instancia todos, y corregidme si me equivoco, alguna vez habremos sido culpables. Brrr... qué siniestro...

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El guardián entre el centeno

El guardián entre el centeno es un libro excepcional.
Pero, ¿qué es lo que lo hace tan especial? Algo tiene que tener, cuando en USA causó tanta polémica que en su día llegó a estar prohibido, e incluso todavía hoy se da la paradoja de considerarse ilegal en algunos estados, y a la vez estar entre la lista de lecturas obligatorias de los institutos en otros. Algo de oscuro debe de haber en esta novela, efectivamente, cuando ha obsesionado a célebres delincuentes como Mark David Chapman, el hombre que tiroteó a John Lennon, o John Hinckley Jr., el que intentó asesinar a Ronald Reagan.
Sin embargo, aquello que hace este libro tan trastornador e inquietante va más allá de lo que en USA se le reprocha, es decir; el hecho de tratar temas escandalosos como las drogas, la prostitución o la violencia presentes en la vida de los adolescentes. Se trata, más bien, de una cuestión de fondo: es la fuerte misantropía que desprende, el agresivo individualismo del que hace apología, y la amoralidad sin complejos que demuestra el narrador aquello que suscita rechazo.
Concretamente a mí, estos elementos me impresionaron tanto que en todas las pelis, libros, exposiciones, etc. que han pasado por mi vida últimamente he creído detectar esos mismos sentimientos. De esas analogías en torno a El guardián entre el centeno voy a hablar en esta serie. Vosotros me diréis si están bien traídas, o si, por el contrario, están pilladas por los pelos, en cuyo caso podéis consideraros testigos de un nuevo ejemplo de obsesión maníaca provocada por el famoso libro de Salinger.

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