18 abril, 2011

On the air (IV). Jeff Koons, el Señor de los Elementos.

Tres balones llenos de aire y perfectamente suspendidos en un tanque de agua pueden ser una metáfora de todo lo que se te ocurra. En la página de la Tate, uno de los museos que pagó por ellos, dan varias interpretaciones posibles: que si representan el estado definitivo del ser (la muerte), que si aluden a la nostalgia o a la ambición, que si son una ironía sobre la diferencia entre chicos blancos y chicos negros porque unos se entretienen con arte y otros con deportes callejeros... Como digo, todo lo que se te ocurra. A los musiqueros, estas pelotas les harán pensar en la portada del Thirteen de Teenage Fanclub, un plagio descarado sobre el que, sorprendentemente, no he encontrado nada en Google. A mí, que soy sensible a lo sobrenatural, me producen el asombro de los fenómenos imposibles. La primera vez que los vi tuve la sensación de estar asistiendo a una subversión de las leyes de la física, como cuando los santos levitan. Más tarde he aprendido que el milagro de la suspensión del balón no es eterno, que cada cierto tiempo hay que cambiar el agua para que siga flotando. Pero sigo pensando que Jeff Koons -el autor- es una especie de Señor de los Elementos, capaz de doblegar al aire según su antojo. De hecho, este mismo año Koons ha ido a los tribunales para reclamar la propiedad intelectual de los globos con forma de perro. ¿Por qué iba a hacer algo así, si no fuera porque sabe que el aire es suyo?

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