Filmar segundas partes conlleva siempre una pizca de venganza hacia la película que vino primero. Me imagino a Park Chan-wook, en 2002, tratando de decidir cómo continuar su trilogía revanchista. Por muy orgulloso que estuviera de Sympathy for Mr. Vengeance, seguro que le tocaban los cojones las buenas ideas que había tenido al hacerla. Sabría que todo el mundo esperaba de él ocurrencias igual de buenas, y eso es una responsabilidad tan grande que al final acaba por generar rencor. Por eso Oldboy, la secuela que acabó filmando, es una negación absoluta de Sympathy for Mr. Vengeance. O una venganza, si se prefiere. Allí donde Sympathy era sobria, Oldboy apostó por la exageración total: una historia delirante, un montaje espectacular y un guión lleno de alardes. Un giro de 180 grados que cuesta digerir, pero que se agradece. Ojalá todo el mundo tuviese esa valentía y ese deseo de innovar. Y, ya que estamos, ojalá todos los directores fuesen como éste, capaces de hacer películas tan diferentes y, al mismo tiempo, tan buenas. Eso sí: en caso de que alguien se lo pregunte, yo me quedo con Sympathy.
22 agosto, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Deseando ver ésta para poder ir al cine a ver la tercera entrega de la trilogía, coicido contigo en que Sympathy... es sobrecogedora.
Publicar un comentario