19 marzo, 2010

Zoo Station. Camping.

Antepenúltima foto de la serie, esto se acaba pasado mañana. Fin de Berlín, de una vez por todas. Termino el Día del Padre lo que empecé a pergeñar por Todos los Santos, hace cinco meses, cuando me dieron la oportunidad de publicar en el blog de PHotoEspaña. Era inevitable cerrar el círculo y tratar de atar cabos. Por eso, si lo primero que escribí fue que "el día que llegamos a Berlín, Alis y yo acampamos en una piscina abandonada que habían reciclado en bar", lo justo es que termine contando cómo era aquel sitio. Que hable de las tiendas amontonadas, que cuente cómo se nos colaba un zorro todas las noches y merodeaba entre los zapatos, que describa las fiestas de británicos borrachos. Te levantabas, ibas al baño y tenías la sensación de que estabas en un lugar disfrazado de otra cosa, con reglas nuevas. Como cuando vas a las boutiques de la calle Barco y notas que todas eran prostíbulos el viernes pasado, que donde ahora están los jerseys doblados había antes una tía bailando en bolas. En aquel camping de Berlin la lógica de las cosas estaba invertida de una forma similar: jugabas al tenis en el fondo de la piscina y te tomabas una cerveza en el trampolín. Oliendo a cloro de los años ochenta. Para comprender mejor lo que trato de explicar se puede pinchar en "leer más", porque en la segunda parte del post hay otra foto.

2 comentarios:

Alis dijo...

Ese reciclaje sin complejos de edificios en desuso es una de las cosas que más envidia me dan de la cultura alemana.
Ojalá aquí aprendiéramos a valorar los espacios físicos de nuestra ciudad en lugar de transformarlos sin piedad: ahora pongo esta estatua aquí, ahora la cambio, y luego cambio la perspectiva histórica de esta otra avenida. Porque me da la gana, como si la ciudad fuera mi salita de estar.

Anónimo dijo...

Lo cierto es que ese lugar es increible, yo estuve un par de veces, una cuando montaron dentro un festivalillo del "hula-hoop"(la piscina estaba llena de gente bailando con el arito al ritmo de la música), y en la otra fue cuando los dueños nos explicaron cómo se les ocurrió la idea.
Es bestial la reutilización tan imaginativa que se lleva a acabo en muchas áreas de la capital alemana... pero Alis, a eso también se le llama transformación