Mi amigo JMP y yo compartimos debilidad por los Rompimientos de Gloria. De pronto el cielo se abre, se vierte la luz y desde aquí abajo atinamos a ver un cachito de Dios. El fenómeno ya estaba en la portada de los libros de religión de cuando éramos pequeños, y desde entonces ha seguido más o menos presente en nuestras vidas: el día menos pensado se separan dos nubes, se derrama un torrente de poder y todos sonreímos porque sabemos que hemos asistido a lo sobrenatural. Es un milagro corriente que, sin embargo, fotografiamos con la sensación de estar ante el mismísimo día del Juicio Final. Pero para captar la manifestación de lo divino en todo su esplendor no basta con estar ahí y disparar con la cámara. Como tampoco bastan cuatro palabras bonitas o un texto escorado hacia el misticismo barato. Una Epifanía en toda regla se salta todas las reglas, tanto las del buen gusto como las del malo, porque no es asunto de los hombres sino del Más Allá. Por eso imágenes como ésta, donde el corta-pega renuncia a la proporción renacentista y las enseñanzas de los cursos por correspondencia se aplican sin delicadeza, resultan sobrecogedoras. Es posible que algunos, al ver este cartel, piensen que estremece por la impericia de su autor. Pero están equivocados. Si a uno se le ponen los pelos de punta cuando ve esto es porque está contemplando un Rompimiento de Gloria. Que, por cierto, no tiene nada que ver con la rotura de aguas.
29 marzo, 2010
Cuatro carteles de Semana Santa. CUATRO: El inefable.
Publicado por Rfa. a las 12:42
Etiquetas: Ilustración
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1 comentario:
Gracias Rafa, nunca sabré agradecerte este increíble detalle que has tenido conmigo. La Niña también te lo agradece, aunque sabes que Ella NUNCA da las gracias, esté donde esté.
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