06 marzo, 2010

Zoo Station. Augusto el Fuerte. Dresde.

El señor del caballo que hay detrás de la farola se llamaba Augusto. No fue el primero, sino el segundo, y después de él hubo también un tercero. Augusto II de Sajonia, por tanto. Cuando estaba vivo, el señor del caballo que hay detrás de la farola era conocido por su fuerza bruta y sus enormes manos. Le llamaban "el hércules sajón" y de él se decía que se parecía más a un oso que a un rey. Por eso, y porque tenía fama de reproducirse con generosidad, le apodaron "el fuerte". Augusto II el fuerte, der stark. Pero además de rudo y fortachón, el señor del caballo que hay detrás de la farola también gastó un refinado gusto por la cultura y las artes, construyó soberbias iglesias y fastuosos salones de baile, sostuvo con delicadeza frágiles figuras de porcelana. Le gustaba el rococó más que un lápiz a un tonto, y ahora disfruta de una eternidad pastelosa convertido en estatua de oro. Las guías turísticas, ajenas a sus proezas sexuales y a su proverbial musculatura, han vulgarizado su memoria bautizándolo como "el jinete dorado". Y ahí está, detrás de la farola, resplandeciendo como un mister universo pringado de aceite o un turista en Mallorca que se ha echado demasiada crema. A la hora de hacerle le foto, yo apliqué las enseñanzas de Lee Friedlander y le hice el favor de no salir, de quedarse tapado. Así, al menos, su logros en vida no quedan enturbiados por la cursilería del monumento que lo recuerda.

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