02 marzo, 2010

Con un seis y un cuatro (XIX). Ibérica de Ricky Dávila.

Hubo un tiempo en que las caras decían más de nosotros. Más que ahora, quiero decir. Cogías un duro, le dabas la vuelta y ahí tenías un rostro que era el tuyo, el de tu padre, el de tu vecino. La imagen de España. Primero salió Franco, me acuerdo, y luego salió el rey (al principio joven y solo, después con la reina y creo que al final hasta con el príncipe). Eran ellos pero también éramos nosotros, teníamos cara. Ahora parece que los rostros están devaluados, las monedas ya no enseñan ojos y hace un millón de años que yo no piso un fotomatón. Ni siquiera se mandan cartas, y cuando se mandan los sellos vienen anónimos. En Facebook la gente cuelga fotos de escorzo, o de escote, o en verano, y uno no distingue ni las narices. Sin cara (ni dura ni blanda) no somos nadie. Por eso se agradece tanto que Ricky Dávila siga buscando rostros por España, porque nos devuelve nuestro retrato, el de todos, el de España. En el Círculo de Bellas Artes han colgado las fotos de un libro suyo de 2007 que se titulaba Ibérica y que consistía precisamente en eso, en recopilar las caras de los que paramos aquí, en la piel de toro. Legionarios barbudos, monaguillos como el de la foto, inmigrantes, macarras o curritos de ocho a ocho, tíos y tías, guapos y feos pero todos familiares. Eso es lo bueno, que te suenan, que hasta podrías ser tú. Gracias, Ricky, me ha hecho muy feliz reconocerme en tu libro.

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