En su novela Noches de cocaína, J. G. Ballard imagina una ciudad de vacaciones basada en el principio del delito. En el mal. Un paraíso "donde todo el mundo intenta acostarse con la serpiente", donde el riesgo y la culpabilidad son tan intensos que es imposible morir de aburrimiento. Según Ballard, la posibilidad de que te maten en cualquier momento hace que seas mejor persona, que tengas ideas más brillantes y vayas más al teatro. "El crimen tiene una historia respetable: el Londres de Shakespeare, la Florencia de los Medici". La novela se lee con una pizca de escepticismo y una pizca de curiosidad; es inevitable preguntarse si un lugar así, donde la felicidad y el mal se den la mano bajo el sol, podría existir en este mundo. Yo no lo he conocido, pero lo más cercano que se me ocurre es Prora, el proyecto vacacional de los nazis. Situado en la mítica isla de Rügen, esta ciudad fue trazada como seis edificios de seis plantas y medio kilómetro cada uno, todos alineados como muralla frente al mar, con 20.000 personas viviendo y yendo al teatro dentro. Pero al contrario que en Noches de cocaína, el único éxito de esta utopia ha sido que sus ruinas sigan en pie después de una Guerra Mundial y un gobierno comunista. No demasiada felicidad, me temo, y creo que menos libros todavía. Lo que no sé es si la cosa salió tan mal por la falta de sentimiento de culpa o porque la idea, sin más, es un disparate.
12 marzo, 2010
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