Los tres puertos que más me han impresionado en la vida han sido el de Nápoles, el de Baltimore y el de Hamburgo. El primero, el de Nápoles, me impresionó por todo lo que Roberto Saviano cuenta de él en Gomorra. "No hay ejércitos de descargadores ni románticas poblaciones populares portuarias. Uno se imagina el puerto como un lugar ruidoso, de incesante ir y venir de hombres, de cicatrices y de lenguas imposibles, un frenesí de gente. En cambio, impera un silencio de fábrica mecanizada. Se diría que en el puerto ya no hay nadie; los contenedores, los barcos y los camiones parecen desplazarse animados por un movimiento perpetuo. Velocidad sin estruendo". El segundo de los puertos, el de Baltimore, me dejó una huella profunda por lo que vi en la segunda temporada de The Wire: el crudo retrato de un mundo en decadencia, donde los estibadores se corrompen como el agua pringada de gasóleo y la única oportunidad de salir adelante es traficar, traficar y morir. El tercer puerto, el de Hamburgo, es el único que he conocido de primera mano, sin intermediarios. Un gigantesco no-lugar, lejos del mar y lejos de la tierra, tan grande y tan alto como una ciudad, donde sólo hay containers, agua, grúas y barcos de turistas. Y donde, si pones imaginación, puedes imaginarte a los Beatles de resaca.
16 marzo, 2010
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2 comentarios:
A mí me impresionó enterarme de que el container es uno de los inventos más importantes de este siglo. Al parecer, revolucionó el transporte de mercancías, y sin él básicamente no habría sido posible el ritmo de consumismo que caracteriza a nuestras sociedades. Y yo sin saberlo.
Efectivamente imponen, ahí almacenados, unos encima de otros como gigantes que duermen la siesta, ocupando extensiones y extensiones de terreno ganado al río.
exacto, y su hermano pequeño, el palé, con sus estudiadísimas medidas no ha sido menor en importancia
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