No es extraño que en 1940 (¡1940!) se esté anunciando ya tan claramente el turismo de playa. Sin duda, el famoso “boom” de los sesenta no empezó en los sesenta sino mucho antes. Lo que sí me parece absolutamente sorprendente de este cartel es el color tan oscuro de la piel de esa nórdica (porque aunque la sombrilla la tapa no dudamos que debajo hay una rubia) y sus hijos. El moreno está tan exagerado que hasta parecen negros, y eso, ¡en un cartel editado en plena represión franquista! Si me preguntan, hubiera jurado que la manía de ponerse morenos en verano era algo bastante moderno.
El culto desmedido al sol que se ha generalizado en los últimos tiempos y que vino impuesto por un nuevo modelo de belleza (femenina, se entiende, porque al hombre no se le obliga a estar siempre guapo) empezó tan pronto como los años 20. Al parecer, en la época del cabaret las clases altas (que son siempre las clases guapas) empezaron a no rehuir las caricias de los rayos uva. Un tono convenientemente oscuro de piel le daba a una mujer naturalidad, espontaneidad, juventud. Se ha manejado incluso la hipótesis de que se buscase una proximidad estética a las mujeres negras, por aquello de la sensualidad que supuestamente les es característica –de ahí, el tono exageradamente oscuro de la piel de nuestra sueca.
Ese culto al sol será uno de los factores que influyan en el progresivo desplazamiento del turismo nórdico de las costas que le son propias a las más cálidas del Mediterráneo. Paradójicamente, ese desplazamiento hacia las costas del sur hará que el foco de interés se desplace del mar (el baño revitalizante, la contemplación romántica del horizonte) al sol y su traducción física: la arena. En nuestra imagen, la sueca/negra reposa sobre una arena rabiosamente dorada que lo desborda todo como una gran fuente de luz y calor, reflejo de ese gran sol del que la sombrilla la protege.
Por cierto que la playa también acabará finalmente siendo desplazada por la piscina, la cual dispone de la misma cantidad de sol, y además es mucho más cómoda e higiénica. Y de nuevo, paradoja: cuando la playa, con su situación geográfica específica y su carácter local propio, pase a un segundo plano, entonces los diversos destinos vacacionales empezarán a ser intercambiables. Me da igual si el lugar donde está mi combinación de "sol-hotel con piscina-vistas al mar" se llama Tenerife o Chipre. Ese sol que España promocionó tanto durante el boom será el responsable de que finalmente España sea abandonada en favor de otros destinos igual de soleados, y mucho más baratos.
22 marzo, 2010
Curiosidades de una tesis. El culto al sol.
Publicado por Alis a las 9:00
Etiquetas: Arte, Curiosidades de una tesis
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3 comentarios:
¡Qué interesante! Yo he hecho el mismo camino, pero a la inversa. Empecé tostándome al sol del Mediterráneo y he acabado prefiriendo las playas que no te hacen sudar, en el norte. El masoquismo del veraneo levantino, con crema, calor y exhibicionismo casi siempre poco decoroso se me antoja producto de una mente retorcida. Es sorprendente que todavía siga habiendo adeptos.
Nosotros, creo, siempre hemos disfrutado de las playas levantinas de una forma perversa. Si nos tostábamos al sol era porque nos gustaba estar tirados sintiendo el ardor, y no para lucir moreno. El concepto de playa "fría" me repele como no sea para dar un bonito paseo. En cualquier caso, a mí me llama la atención el auge del moreno tipo "Sonido marrón" de los rayos UVA o el moreno "Sonido naranja" de las cremas autobronceantes. Teniendo como modelo el extraño color de piel de Jessica Alba, a mí sólo me queda reírme y asustarme del actual modelo de belleza para ambos sexos. Supongo que me he quedado en territorio de nadie, porque me repugnan casi por igual las mujeres con piernas y sobacos peludos como las cejas y coños depilados que parecen responder, más que a un icono de belleza, a una forma de entender la vida que tiene que ver más con el plástico que con la carne. Pero claro, yo es que prefiero el sudor y el mal aliento a las muñecas inflables. Ah, por cierto, el exhibicionismo es maravilloso, siempre que sepan hacer pasar un año de torturas por una belleza natural. No me juzguen moralmente: los bellos son siempre los otros.
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