10 febrero, 2010

Con un seis y un cuatro (VI). Lucian Freud con el ojo morado.

Si alguno de los improbables lectores de este blog todavía piensa que el arte es arrebato, vísceras y dolor, hoy encontrará motivos para seguir creyéndolo. Esta tarde se subasta en Londres el Autorretrato con ojo morado de Lucian Freud y mi sexto sentido me dice que está a punto de forjarse una leyenda parecida a la de la oreja (amputada) de Van Gogh. La historia, contada por el actual propietario del cuadro, tiene todos los ingredientes. Todo ocurrió el día en que este señor quedó con Freud para que le pintase un retrato. La cita era en el estudio y el pintor tomó un taxi para llegar, pero mira tú por dónde en el camino se interpuso la proverbial impetuosidad de los artistas y nuestro amigo se enzarzó en una pelea con el conductor. ¿Motivo de la disputa? No importa, la leyenda se encargará de inventarlo. El caso es que el genio incontrolado del pintor debió de apabullar al pobre taxista, y como éste era un ser más prosaico no se le ocurrió otra cosa que corresponder con una hostia. Pum, directa al ojo, ay mi Lucian. Siguiendo con la versión del señor que estaba esperando para ser retratado, Freud apareció por el estudio hecho un basilisco, agarró los pinceles y le dijo que se fuera a tomar viento, que esa tarde al único que iba a pintar era a sí mismo, herido. Y con un seis, un cuatro y un poco de morado le salió este autorretrato. Luego, para compensar por el feo, le regaló el cuadro al señor plantado, que si bien lo guardó en secreto durante treinta años, ahora se ha encargado de dar pistoletazo a la leyenda antes de venderlo, a ver si con eso saca más pasta. Supongo que se forrará, pero eso es otro asunto; lo importante es que hoy ha nacido un mito y más de uno babeará al enterarse. Estoy seguro.

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