Tres minutos y treinta y seis segundos. Todo ese tiempo dedicó Woody Allen a retratar su ciudad en el arranque de Manhattan (1979). La ciudad sin excusa, a bocajarro. Ni rastro de actores ni de personajes ni de historia, sólo ella, qué chulería, rascacielos a palo seco y porque sí, con nieve o fuegos artificiales, con basura en las calles, con obreros que miran a las tías buenas y tias buenas que casi miran a cámara. Ni siquiera un rótulo: el título de la película en un luminoso de Broadway, no podía ser de otra forma. ¡Manhattan, Manhattan, Manhattan! Y de fondo la voz del propio Woody Allen ensayando descripciones: "Capítulo uno. Adoraba Nueva York, la idelizaba de forma completamente desproporcionada". Recuerdo que la primera persona que me dio una clase de cine proyectó estos tres minutos y treinta y seis segundos en el aula de cultura de CajaMurcia y dijo: "chicos, esto es cine". Y con ello marcó el rumbo de mi evolución sentimental, estética y hasta vital. Han pasado quince años y todavía sigo queriendo imitar esos tres minutos y pico, todavía sueño con rendir homenajes como ése a las ciudades donde vivo o aprendo idiomas, donde envejezco y me hago heridas. Si tuviera que escoger una de las diez secuencias que más me han impresionado en toda la vida, escogería ésta.
13 febrero, 2010
Con un seis y un cuatro (IX). Manhattan, por Woody Allen.
Publicado por Rfa. a las 7:00
Etiquetas: cine, Con un seis y un cuatro
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