24 octubre, 2007

Calatrava practica Barroco.

Al Ayuntamiento de Bilbao se le ocurrió un buen día, vaya por dios, la desbaratada idea de modificar levemente la barandilla del puente Zubi Zuri de Calatrava para unirlo a la pasarela diseñada por el japonés Arata Isozaki, y así comunicar mejor la ría con el centro de la ciudad y, de paso, hacer la vida de los bilbaínos más cómoda y agradable. Calatrava, claro, sintió vulnerada su propiedad intelectual. Y el juez, claro, ha estimado que tiene toda la razón para enfadarse, porque no tenían derecho a transformar su creación, que por otra parte pertenece al Ayuntamiento y que fue pagada con el dinero de todos esos contribuyentes con cuya opinión el señor magistrado, por supuesto, no ha contado.
Algo debe de ir mal en la cabeza de ese juez, cuando se le olvida que la arquitectura, al contrario que el resto de las artes, debe ser ante todo valorada en base a su funcionalidad, ya que desde su nacimiento (allá por las épocas neolíticas en que los hombres salieron de las cavernas y se sedentarizaron en pueblos agrícolas) obedeció a una necesidad básica del ser humano: la del cobijo. Algo debe de ir mal también en la cabeza de Calatrava-superstar, cuando olvida que todos los avances en arquitectura en el siglo XX, todos esos arquitectos revolucionarios a los que el mundo entero admira (Gaudí, le Corbusier, Mies van der Rohe…) y esos movimientos que fueron decisivos para el urbanismo y la construcción posteriores (el Movimiento Internacional, la Bauhaus…) lo fueron en cuanto que dieron pasos importantes en la satisfacción de las necesidades de los hombres, y en la mejora de las condiciones de vida en las ciudades.
Tan sólo se me ocurre una época en que la funcionalidad de la arquitectura fuera tan despreciada y minusvalorada como en el presente, y es la del Barroco. A Bernini le importaba un comino que sus iglesias y palacios fueran fáciles de habitar, mientras desplegaran la escenografía de exaltación católica que interesaba a su cliente (el Vaticano) para luchar contra la Reforma. A Calatrava, por su parte, le importa un comino que su puente sea práctico y que los bilbaínos lleven años sufriendo resbalones sobre su espléndida pasarela de madera pulida, mientras éste sea vehículo de su expresión plástica personal.
Ya sé que las elegantes formas biomórficas de los edificios de Calatrava no recuerdan en absoluto a los excesos ornamentales barrocos, pero, ¡que esta apariencia moderna no os engañe! En el fondo, su espíritu pertenece al Barroco.
La diferencia entre Bernini y él es que el italiano servía al Papa, y el valenciano sólo a su enorme ego. Y la diferencia entre la sociedad de entonces y la nuestra es que ellos practicaban ciegamente el catolicismo, y a nosotros nos ciega la religión del artista-superstar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado esta entrada, Alis. Estoy 100% de acuerdo contigo, y no podría haberlo expresado mejor. El señor Calatrava se ha henchido de ego, aún a costa de los pobres que tienen que arriesgarse a transitar su pasarela (debió olvidarse de que en Bilbao llueve con frecuencia, y de que suelos pulidos y resbaladizos + lluvia es una combinación peligrosa).
Aunque a lo mejor es que nosotras no somos capaces, en nuestras pequeñas mentes sin aspiraciones, de apreciar que todo verdadero artista requiere del sacrificio...aunque sea el de los demás...porque, ¿dónde estarían muchas obras magníficas de la arquitectura mundial sin la contribución desinteresada de unas cuantas vidas humanas?..Sí, yo creo que nuestro problema es que no sabemos pensar a lo grande, como sí hace el dios Calatrava.

Rfa. dijo...

En el periódico de hoy hay un especial donde ponen a Calatrava a caer de un burro. Según cuentan, "durante esta década, el Ayuntamiento de Bilbao ha tenido que cambiar todas las losetas de cristal -560- del suelo del puente por culpa de los resbalones de la gente que se cae y las rompe. Como son de diseño, cada unidad sale a 240 euros. El desembolso de las arcas minicipales supera ya los 140.000 euros". En la demanda que el arquitecto ha interpuesto contra este mismo ayuntamiento por modificar su obra, "pide una indemnización de 250.000 euros y el derribo de la obra de Isozaki. Si éste no fuera posible, reclama una suma no inferior a los 3 millones de euros".
El artículo es impagable.

Anónimo dijo...

hay que joderse, y con perdón.

Estoy deseando saber quién es el próximo ayuntamiento o institución tan pringaos que le contratan.

Álvaro dijo...

Ya lo dijo Orson Wells: "Si la naturaleza fuera confortable, el hombre no hubiese inventado la arquitectura"

Anónimo dijo...

Este hombre es insufrible. El único puente suyo en el que me he sentido a gusto es el de Mérida.

No enlaza nunca con el entorno: lo rompe en beneficio de su obra.

(soy moneísta convencido).

Alis dijo...

A mí también me gusta Moneo, pero, si te digo la verdad, en cuanto a lo de encajar con el entorno natural, me parece que los cubos de Moneo lo consiguen mucho menos que los edificios de Calatrava, siempre inspirados en formas de la naturaleza.