El Museo Municipal de Madrid, cuya visita recomiendo encarecidamente (y los aburridos funcionarios que allí trabajan seguro que también, con tal de ver a algún alma por las vacías salas), muestra estos días parte de las 101 obras que el fotógrafo alemán Peter Witte ha donado a la institución.
En esos retratos de Madrid, hechos entre 1965 y 1990, podemos vernos a través de los ojos de un extranjero. Esa mirada detectaba, por una parte, el pintoresquismo superficial de lo castizo (señoras de luto, corridas de toros y peinetas), pero también penetraba en el interior de la sociedad. Por ejemplo, en esa foto de la joven pareja que, elegantísima, se pavonea por la Gran Vía, él dejándose admirar, ella totalmente anulada, o en esa otra de la familia que pasea por el Retiro, la madre y los hijos casi como un séquito del orgulloso padre, está latente la extrañeza que le causaría al alemán el arraigado paternalismo de la sociedad española. Asimismo, al captar la reunión multitudinaria de los asistentes a un discurso de Franco, o de las mujeres de negro haciendo cola para llevarle claveles al difunto caudillo, no hay un afán meramente documental del momento histórico, sino de reproducir, captar las sensaciones que todo aquello le producía al artista. En ese sentido, podríamos decir que en las instantáneas de Witte hay dos protagonistas: aquello que retrata (la ciudad y sus habitantes) y él mismo, casi más presente que los anteriores, a través de su forma de mirar.
¿Está esa dualidad en el fondo presente en toda creación artística? Es curioso; yo nunca antes había notado tanta presencia del fotógrafo en una instantánea, e igualmente pienso que no en toda obra de arte se encuentra el autor contenido, sino que la mayoría de las veces la obra se sostiene por sí sola.
En cualquier caso, la fotografía, así concebida, adquiere un fuerte componente mágico, pues al congelar la mirada del artista está en cierto modo cristalizando la persona, la esencia de éste. La foto, entonces, es “el alma” del fotógrafo, si es que tal cosa existe.
Siendo un poco atrevida, y sin ánimo de ofender a fundamentalistas de ningún tipo, me atrevería a sugerir un paralelismo entre la fotografía y la eucaristía, entre el fotógrafo y ¿Cristo? , pues igual que algunos, al tomar la hostia sagrada, se comen su cuerpo, yo el otro día me tragué por los ojos el alma de Peter Witte. Y, la verdad, me supo riquísima.
Peter Witte, Fotografías de Madrid 1965-1990, en el Museo Municipal de Madrid, hasta finales de abril
06 marzo, 2007
Peter Witte y Madrid
Publicado por Alis a las 17:13
Etiquetas: fotografía
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3 comentarios:
Ni soy católico practicante ni soy especialmente aficionado a la fotografía, pero sí que me interesa comulgar con el lugar, ese museo que, aún desconocido, tengo ganas de visitar. Además, siempre es estimulante contemplar fotografías de Madrid.
Yo también he visto esta exposición. Lo que más me llamó la atención fue la impresión de actualidad de muchas fotos de los años sesenta. A veces tenías que mirar la fecha dos veces para asegurarte de que no eran fotos de ayer mismo. ¿Tan poco hemos cambiado?
En algunas fotos el parecido con la actualidad era casi de chiste. Ocurría, por ejemplo, en ésa que aparece en este Post: creo recordar que se llamaba Paseo por la M-30 una tarde de domingo. O algo así. Dios mío, ¿cuántos años lleva esta carretera en obras?
Simpre me he preguntado qué tiene ese museo que nadie va... ni se conoce, ni se sabe dónde está... Tal vez perdido entre sus retrospecciones del pasado.
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