06 marzo, 2007

300.

Este mes se estrena 300, la adaptación del tebeo más importante que Frank Miller haya publicado jamás. Para los que no están enterados, Frank Miller es uno de los gurús del cómic, autor del maravilloso Sin City y del sobrevalorado Batman: el retorno del señor de la noche. Si 300 es su obra más importante no es porque lo diga yo ni porque sea la mejor, sino porque el tío lleva pensándosela desde que era un crío. Y no sólo eso: también lo es porque cuando por fin se decidió a dibujarla, Miller hizo que su propia mujer la colorease, y exigió a la editorial que la publicase en un formato apaisado; incómodo y anti-comercial, pero también bonito. En Internet ya hay un montón de frikis que se frotan las manos con el inminente estreno. Muchos de ellos son tan simples que babean comparando los fotogramas con las viñetas originales, como si la película fuese mejor por parecerse más a los dibujos. Otros, más escépticos, están acojonados por si les joden otro mito. Y hay un tercer grupo, el más amplio, que no ha leído el tebeo y no sabe nada de esta historia. Pues bien, para ésos estoy yo aquí: para contarles por qué deberían echarle un ojo.

Cuando lees 300 la primera vez tienes la sensación de que te han tomado el pelo. El tebeo tan sólo describe una estúpida machada de los espartanos en las Guerras Médicas, las guerras entre persas y griegos. El jefe Leónidas y otros 299 fanáticos se enfrentaron solitos y por sus cojones al ejército más poderoso del mundo. Si eso no resulta simple ya de por sí, Miller reduce los valores de la sociedad espartana a un binomio pre-fascista: el culto a la guerra y el culto a la raza perfecta. ¿Cuál es, entonces, el mérito del tebeo? Precisamente eso que ya he contado: la simplicidad de todo el asunto. Después de una vida entera dándole al seso para adaptar la historia, Miller llegó a la conclusión de que lo más ambicioso era apostar por la sencillez. Y ganó. 300 es un tebeo enorme porque sólo cuenta una anécdota, porque los personajes piensan en monosílabos, porque un solo dibujo puede ocupar toda una página y porque apela a un único motivo para morir: cojones, cojones, cojones. No hay que pedirle más porque si lo haces te enfadas. Simplemente hay que disfrutarlo. Y luego, si tienes palomitas a mano, te vas a ver la peli.

4 comentarios:

n. dijo...

La verdad, no entiendo el porqué de esa costumbre de llevar los cómics al cine copiando plano por plano, como hicieron en Sin City. Es como si para adaptar un libro al cine al cine sacaran a un señor leyendo cada una de las palabras. Son lenguajes distintos, joder, y merecen tratamientos distintos. Por lo demás, me hace gracia lo de la exaltación de la testosterona en su faceta más básica: hace poco disfruté como un enano viendo una serie sobre un equipo especial de militares cuya premisa no debía estar muy lejos de la del cómic que describes: todo por cojones, oiga. Se llamaba The Unit, y era una exaltación de la virilidad más bruta, tremendamente entretenida. Buscaré el cómic por ahí y me pensaré lo de la película...

Anónimo dijo...

Ummm, no es la primera vez que Frank Miller y su mujer colaboran. Échale un ojo a "Ronin" y verás que sus estilos no han cambiado casi nada en 20 años, mira cómo organizan las viñetas, es prácticamente idéntico.
Culto a la guerra y a la raza superior... emmm, igual se anulan unos con otros:la raza superior no combatiría ombro con hombro con los inferiores... Si lo dices por el deforme, más bien es una muestra de puro pragmatismo.
Creo que es más acertado hablar de lealtad, honor y gloria (jeje, así a lo grande). Valores elevados y todo eso, pero simples (al contrario que sus opuestos, ¿cuáles?, posss los opuestos, joe). Como dices, Miller logra una narración sencilla en la que se ueven unos pocos elementos de enorme densidad (hala).
Y qué pasa con las adaptaciones al pie de la letra. Si al Miller le mola, que haga lo que quiera. Qué sería de la vida en la Tierra sin "La Princesa Prometida" (peli y libro como binomio indisoluble), vale, no es un comic, pero sí un libro que es un guión (salvo las apostillas de Goldman en la novela).
¡Que vivan las adaptaciones! (y el que no pueda quitarse de la cabeza a Viggo Mortensen cuando lee "El señor de los anillos" es que no tiene suficiente imaginación :P).

Alis dijo...

Desde luego que sí, ¡que vivan las adaptaciones! Sobre todo porque es muy divertido, cuando has leído el cómic o el libro, comparar, y darse cuenta de qué ha sido necesario que se cambiara para hacer la peli.
El problema viene, en eso estoy de acuerdo con n., cuando no se cambia nada. Concretamente, a mí se me jodió la experiencia de Sin City (peli) porque se parecía tanto al tebeo que cuando se apartaba en un par de palabras de un diálogo o en la ropa de uno de los ersonajes, lo notaba y no me gustaba. Es preferible, y mucho más interesante, que el responsable de adaptar el tebeo o libro lo haga con la mayor libertad y creatividad posibles.
De todos modos, me pregunto si Miller no le habrá cogido el gustillo a eso de hacer pelis de sus cómics, porque sus viñetas cada vez lo son menos, y se acercan a ser ilustraciones de página completa, alejándose, a mi parecer, del lenguaje del tebeo y haciéndose más susceptible su adaptación al cine.
¿Os gustan a vosotros esas enormes láminas en un cómic?

Rfa. dijo...

La gran paradoja de la adaptación de Sin City fue que salió una película muy poco cinematográfica de un cómic que era puro cine. Yo soy de los que piensan que las viñetas "a toda página" de Miller pueden funcionar muy bien en una narración. Al menos, en Sin City. El tamaño de una viñeta es un recurso temporal: una viñeta grande sugiere lentitud porque detiene el tiempo, mientras que una viñeta pequeña sugiere instantes fugaces y completamente efímeros. En Sin City, Miller jugó con este recurso tan simple para profundizar en las sensaciones de sus personajes. Eliminaba todo lo que sobraba y se centraba en una imagen concreta o una palabra, magnificándola hasta el extremo. En cine, eso mismo se habría conseguido con planos lentos, tempos sosegados y mucho fundido a negro, pero Robert Rodríguez no sabe hacer esas cosas. Su adaptación no pasó del blanco y negro anecdótico.
Respecto al fascismo de 300, querido Vitro, por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda. El honor siempre ha sido un valor exaltado por las sociedades absolutistas y tradicionales. Por no hablar de esa divertida costumbre de los espartanos del tebeo, que envían a sus niños a buscarse la vida al monte para que sólo regresen los fuertes y los débiles se queden en el camino. Glups...