25 marzo, 2007

Orhan y los clichés culturales

La novela Estambul, ciudad y recuerdos de Orhan Pamuk, ha sido valorada sobre todo porque ilustra un supuesto choque cultural entre Oriente y Occidente. Pero el efecto que ha tenido sobre mí ha sido de un orden muy diferente.
Cuando comienzas a leer este libro, tienes la sensación de que algo falla, de que es como si estuviera mal escrita. ¡No puede ser! - te dices - ¡Si este señor es Premio Nobel! Te convences, pues, de que una mala traducción se ha cargado el texto. A medida que avanzas en la lectura, poco a poco te vas acostumbrando a esa forma de escribir con frases cortas y simples, casi como lo haría un niño, hasta que llega un momento en que asimilas la forma de hablar, casi de pensar, de Orhan, y ya no te acuerdas de qué era lo que al principio te desconcertaba.
Estambul, ciudad y recuerdos está lejos, por tanto, de las típicas memorias que normalmente obedecen sólo a un instinto narcisista del autor y que no suelen conseguir una identificación con el lector más allá de la de despertar en él el ansia de saber detalles morbosos sobre aquél. No; este libro es sólo un puñado de reflexiones basadas en hechos autobiográficos fundidos, a su vez, con la biografía de la ciudad, que para Orhan es él mismo.
Y hablo de “Orhan”, así, en un tono tan familiar, porque después de haber leído este libro no puedo dirigirme a él de una forma menos cercana, tal es la complicidad con el lector que consigue. Las historias súper personales que cuenta acerca de su vida y de la de sus familiares, no le generan a uno sentimiento de intromisión en la intimidad de esas personas, sino que casi se siente como natural saberlo todo de ellas, como si realmente hubiéramos sido nosotros los que hemos vivido esa vida y no Orhan. Se trata de un proceso de zambullida en su interior, de forma que al final incluso miras el mundo con sus ojos. Un poco inquietante, lo sé, pero una experiencia intensa.

A mi juicio, es ese el valor más importante que posee este libro, y no el uso fraudulento que se hace de él al presentarlo como un símbolo del choque cultural entre oriente y occidente. Esa forma de polarizar, además de ser peligrosamente reduccionista, cataloga a Orhan como un elemento intrínsecamente occidental inserto en un entorno oriental, lo cual no respeta la compleja INTERTEXTUALIDAD cultural que él, como todos nosotros, tiene.
Además, que alguien me lo explique; ¿en qué consiste eso de ser occidental y en qué se diferencia, en el caso de que se pueda ser tal cosa, de ser oriental? ¿Cómo se es un punto cardinal?


3 comentarios:

Rfa. dijo...

Lo fácil, supongo, sería decir que el verdadero conflicto está en lo religioso, que por un lado andan los musulmanes y por el otro los cristianos. Pero en Estambul hay más realidades. En los barrios pobres te cruzas con mujeres armenias que van de camino a la iglesia, y he leído que si buscas bien puedes encontrar sefardíes, judíos que abandonaron España hace quinientos años. Tanto los unos como los otros producen una fuerte impresión oriental, aunque no sean musulmanes. ¿Entonces? Incluyo que la clave de todo el asunto está en la pasta que tengas. Si puedes pagar un colegio para que tus hijos aprendan inglés, entonces tus hijos tendrán una mente más abierta y les resultará sencillo relativizar ciertos dogmas. Además, probablemente vivas en los barrios ricos, donde hay tiendas de discos y bares. Y cuando vengan los españolitos de turno, te verán y dirán: anda, mira, qué occidental. Cuando la realidad es que eres tan turco como cualquier otro. Sólo que más rico.

Alis dijo...

En torno a ese tema me está sentando muy bien la lectura del ensayo Las Identidades Asesinas, de un tal Amin Maalouf, autor francés-libanés que no conocía.
No sé cómo lo consigue, pero diciendo cosas que aparentemente son obviedades te hace darte cuenta de que, a pesar de considerarte abierto y progresista, estás lleno de prejuicios culturales del tipo "el norte (=cristianismo) es por naturaleza más democrático y civilizado que el sur y el este (=islam)".
Y, finalmente, te lleva a la misma conclusión a la que has llegado tú, Rfa.; a que todo depende del nivel económico de los pueblos.

Anónimo dijo...

Es bastante cierto lo que comentais , el estatus se encuentra en la billetera, con ejemplos como el turco es cuando más salta a la vista esta increíble dicotomía en la que se ha combertido il nosso planeta , aquello religoso ya se ha quedado en un segundo o terecer lugar, algo lejano lleno de polvo, creo.