31 enero, 2010

Segunda de las cinco razones por las que amo MAD MEN.

Porque es una serie sobre mujeres.
Las mujeres de Mad Men lloran desconsoladas cuando muere Marilyn Monroe y cuchichean cuando una vecina se divorcia. Fuman, montan a caballo, cuidan de los niños y no trabajan. O, si trabajan, están ahí sólo "para lubricar las relaciones entre los machos". La sensibilidad femenina (¿feminista?) que ya se intuía en Los Soprano con el personaje de Carmela alcanza en Mad Men cotas perturbadoras. Sí, la auténtica provocación de estos guionistas es haber sabido construir un variado -y velado- repertorio de psicologías femeninas a la sombra del gran falo que es Sterling Cooper. La mujer es víctima, objeto de deseo y espectadora del mundo masculino, pero también protagonista silenciosa de su liberación personal. Yo cuento tres grandes mujeres y a cada una la describo con una letra, por eso de ser breve. A la izquierda está Betty Draper, la esposa F (de Florero, de Frustrada, de Fidelidad). En el centro Joan Holloway, la secretaria C (de Cínica, de Competente, de Caza-maridos). Y a la derecha Peggy Olson, la redactora A (de Ambiciosa, de Atormentada, de Ambigua). Por mucho que Mad Men pase por ser la serie del macho Alfa, creo que no hay en ella tantos y tan complejos registros masculinos. Punto para las chicas.

2 comentarios:

Alis dijo...

Yo creo que no es que sea una serie sobre hombres o sobre mujeres, sino que más bien hace un retrato muy fiel y sincero de la sociedad de los 50-60. No sólo aparece el tema del machismo o de la competencia viril en el trabajo, sino el tema de la educación y la infancia, el alcoholismo, el despegue del consumismo y de la clase media, etc., etc., etc.
¡En Mad Men está todo!

Rfa. dijo...

Paciencia, Alis, todavía quedan tres razones más...