Dicen los que saben de periódicos que la verdadera escuela del oficio está en las necrológicas. Por eso yo, cuando abro EL PAÍS, me voy directo a la página de las fotos azules. Allí he leído historias tan maravillosas como la de José Regadío, un cura gallego que se murió la semana pasada después de pasarse casi sesenta años autoeditando un almanaque agrícola. O Mintireiro Verdadeiro, se titulaba, qué genio. Don José adivinaba el tiempo del año entero a ojo, con una pizca de imaginación, retórica de toda la vida, un rápido vistazo a las nubes y la inestimable ayuda de su Mac. Para que una necrológica sea memorable hace falta que el personaje en cuestión sea un pez gordo o que su vida anónima reúna los ingredientes de una buena novela. En el caso de José Regadío, su necrológica apasiona por el segundo motivo: porque el cura acumulaba anécdotas estrambóticas y excentricidades. Atentos, que enumero: era del Opus, estaba mosqueado con todos sus feligreses, le encantaban los bares y vivir de noche, daba las misas en 12 minutos (con el consiguiente cabreo de los obispos), montó una imprenta en una granja de cerdos y su Mintireiro tenía tanto éxito que se vendía hasta en el top manta de las aldeas gallegas. ¿Cómo no vamos a lamentar la pérdida de un tipo así? Por fortuna para todos, he leído que ya está en marcha un documental sobre su vida. ¡Habrá que estar atentos!
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18 enero, 2010
De toda la vida (y III). O Mintireiro Verdadeiro.
Publicado por Rfa. a las 10:26
Etiquetas: literatura
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