El otro día me compré un libro de un fotógrafo murciano que se llamaba Fernando Navarro. Cuando el siglo XX no había hecho más que empezar, Fernando Navarro montó un pequeño estudio en Totana y se dedicó a sacar fotos de todo el que pasase por allí. De su galería de retratos llama la atención que sólo necesitase cuatro cacharros para hacerlos inequívocos, apenas una alfombra, un telón y un elemento de atrezo. No hace falta leer el título para saber quién de entre todos los que posaron para él es el monje, quién el mago, el ganador del concurso de feos, el militar, el músico, el monaguillo o el agricultor. Fernando Navarro no pasará a la historia por ser especialmente original, ni bueno, ni excéntrico, pero hubo dos cosas que me sedujeron de él: esa extraordinaria economía de recursos y el toque antiguo de sus imágenes. A mí me gustaría hacer fotos como las suyas en pleno siglo XXI. Y para demostrarlo, aquí dejo una de un cocinero. Si alguien quiere ver las fotos de Fernando Navarro, que pinche en leer más.
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1 comentario:
A mí en esta foto me seduce la potencia plástica del delantal que lleva el cocinero. Ese pliegue, marcado como si fuera de cartón, y ese color blanco me recuerdan de alguna forma a los hábitos de los monjes de Zurbarán.
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