Soy un cobarde, me asusto con facilidad, creo en el miedo. Por eso me gusta Werner Herzog. Me gusta que haga películas sobre acochinarse frente al horizonte o echar a correr cuando estalla un trueno. Me identifico con esa sensación tan humana de intuir que eres una mierda, que no pintas un cojón, que si Dios o un oso Grizzly estornudasen te irías al carajo. Frente al super hombre, yo creo en el hombre superado. El hombre derrotado. De Herzog admiro que haya filmado una y otra vez esta idea, que se empeñe en demostrarnos que somos poca cosa. Lo hizo en mi admiradísima Grizzly Man, lo hizo en Encuentros en el fin del mundo y lo hizo en otras mil pelis. Pero yo me quedo con El Gran Éxtasis del Escultor Steiner, la última peli que vi de él. Si hemos de filmar las limitaciones del hombre frente a la naturaleza... ¿qué mejor historia que la de Ícaro? En 1974, Herzog filmó a un esquiador que desafiaba a la gravedad sin alas, sólo con dos esquíes de madera. Para ello utilizó una cámara de alta velocidad que eternizaba los movimientos y sacaba una belleza insospechada del vértigo. De fondo, el hombre como intruso en el bosque; en primer plano, un tipo que se juega el pellejo por diez o quince segundos de vuelo; y en el sofá de casa, espectadores morbosos por si acaba descalabrado. Es, sin duda, lo más sublime que he visto en mucho tiempo.
08 mayo, 2010
No somos nadie (I). El gran éxtasis del escultor Steiner.
Publicado por Rfa. a las 7:00
Etiquetas: cine, No somos nadie
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2 comentarios:
Como diría mi profesor de arte del Romanticismo para definirnos el concepto romántico de lo sublime: "Un paisaje nevado es bonito. Pero un hombre desafiando la gravedad recortado contra las cumbres nevadas, eso, señores, es lo sublime."
exquisito!
gabi
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