12 mayo, 2010

No somos nadie (IV). La función por hacer.

¿Quién es más real, un personaje de ficción o un tipo corriente? El tipo corriente, diría yo: porque huele, porque se rasca cuando le pica, porque de vez en cuando se siente morir y porque a veces se toma un menú Big Mac y luego tiene remordimientos. Tan real como la vida misma, ¿no? Pues no. Después de ver La función por hacer en el Teatro Español ya no estoy seguro. Esta obra, dirigida por Miguel del Arco, plantea la hipótesis contraria: que en realidad el tipo corriente no es nadie. Que no tiene entidad ni consistencia, por mucho que le pique. El personaje de ficción, sin embargo, goza de una inmortalidad inmutable, siempre la misma, aprehensible y fija. Nosotros moriremos y en dos generaciones habremos desaparecido, pero Humbert Humbert seguirá buscando la belleza en los muslos de Lolita, Mortadelo seguirá disfrazándose para escapar de Filemón y Cristo, en la cruz, se preguntará cada Semana Santa por qué su padre le ha abandonado. Este razonamiento, tan devastador que me quita las ganas de salir de la cama, no es original de La función por hacer. El primero que lo hizo fue Luigi Pirandello, allá por los años 20, cuando escribió Seis personajes en busca de autor. Pero Miguel del Arco ha tomado la vieja obra, ha añadido cuatro pinceladas y le ha quedado un montaje de lo más impactante. Como siempre (ayer, hoy, dentro de mil años) Hamlet tenía razón: "ser o no ser, he ahí la cuestión".
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