Hasta hace unos años, el que quería ser inmortal se iba a una iglesia, se hacía católico y se reservaba un pedazo de cielo por los siglos de los siglos. Pero ahora que la Iglesia ha perdido su poder de seducción... ¿qué pasa con el deseo de eternidad? ¿Hacia dónde canalizamos ese natural impulso nuestro de ser alguien para siempre? Algunos escribimos blogs con el deseo secreto de seguir aquí dentro de mil años, pero eso es trabajoso e ingrato. Mucho más fácil comer bayas del goji, que cuestan un euro y medio y están en cualquier frutería. Según he leído por ahí, "los cultivadores de las Bayas del Goji dicen de ella que es una fruta extremadamente delicada que no acepta ser tocada por mano humana". Los Hunzas, el pueblo tibetano que las cultiva, no sólo está considerado el más sano y feliz de la tierra, sino también el más longevo. Estos señores son la demostración de que se puede desafiar a la muerte y (casi) ganar. Ellos encontraron hace siglos el elixir de la vida que buscaban los alquimistas, y gracias a la globalización ahora lo tenemos en nuestra frutería de confianza. Yo, lo confieso, no he podido resistir la tentación de llevarme a la boca un manjar tan sublime, traído directamente del Himalaya. Y la verdad, los dos segundos y medio durante los que me he creído ser inmortal han sido de los más emocionantes que recuerdo haber vivido.
22 mayo, 2010
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