La primera lección de infinitesimalidad que recibí en mi vida me llegó a través de la música. Mi hermana pidió por Navidad un disco de baladas ñoñas y yo me enganché más que ella. Me gustaban todas las canciones, pero la que más me impresionó fue El Mundo, de Jimmy Fontana. Escuchando su épico elogio de la futilidad comprendí que hiciese yo lo que hiciese en esta vida, al final no serviría para nada porque el paso inexorable del tiempo acabaría borrándolo. "El mundo no se ha parado ni un momento, su noche muere y llega el día", qué putada. Todavía me asombro de que me dejasen escuchar una canción tan dura y me prohibiesen ver las pelis de Rambo, con lo simplonas que son. Aun hoy, cuando oigo a Jimmy Fontana cantar aquello de "oh, Mundo, en el silencio yo me pierdo y no soy nada al verte a ti", se me ponen los pelos como escarpias y me sobrecojo de vértigo sublime. Creo sinceramente que experiencias estéticas como esa canción forjaron el mismo pesimismo incurable que alimenta ahora esta serie sobre no ser nadie en mitte. Mi personal ajuste de cuentas con la nada.
25 mayo, 2010
No somos nadie (XI). Jimmy Fontana y lo infinitesimal.
Publicado por Rfa. a las 7:00
Etiquetas: Música, No somos nadie
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1 comentario:
Ay, Dios. ¿La imagen del cantante multiplicada, tipo ojo de mosca, es también para dar sensación de infinitesimalidad?
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