Una de las costumbres que más me llamaron la atención en Buenos Aires fue la de reservar grandes espacios del centro para aparcamiento. Entre los rascacielos de las avenidas más concurridas se dejan solares vacíos, protegidos del sol por cuatro toldos mal puestos, donde una plaza debe de costar lo que un ojo de la cara. Los vigilantes de estos aparcamientos son auténticos malabaristas del centímetro cúbico, capaces de apretar cientos de autos y moverlos sólo lo imprescindible para sacar los que les vayan reclamando. En el tiempo que pasé en la ciudad hice muchas fotos de estos parkings vacíos, pero mi favorita es ésta. El señor de la garita, el de la barba, tenía cara de ser el más duro del barrio. Pero en cuanto le pedí que posara para mí se le dibujó una sonrisa de Chrysler antiguo, pegó un grito a su colega y los dos se fundieron en un tierno abrazo delante del solar vacío. Creo que el resultado es una imagen entrañable y muy ilustrativa del buen rollo de la ciudad. Eso sí: para verla mejor recomiendo que se visite mi fotolog.
11 agosto, 2008
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2 comentarios:
tanta ternura desarma. Pero sin tu explicación, ¿cómo entender ese abrazo de dos fieros vigilantes?
Sin la explicación, sigue funionando estupendamente, aunque se convierta en un misterio.
Foto realmente entrañable y sorprendente. Me ha encatando lo de "sonrisa de Chrysler".
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