20 octubre, 2006

Ouka Leele.

Este año parece que Madrid vive sólo de las rentas. O lo que es lo mismo: de la Movida. Mientras el Canal de Isabel II recupera fotos insólitas de Alberto García-Alix, la sala Alcalá 31 rinde homenaje a otro icono de aquellos años, Ouka Leele. La fotógrafa ha creado un montaje especial -Pulpo´s Boulevard- donde nos propone un recorrido lúdico por lo viejo y lo nuevo de su producción. El resultado, más que una exposición al uso, resulta ser algo parecido al circo del arte: diversión, juego, intrascendencia y –como suele ocurrir en el circo- una buena dosis de nostalgia.

A mí, que soy un romántico muy, muy crítico, me ha gustado más la chica de ayer que la de hoy. En el bulevar del pulpo han colgado las primeras fotos, cuando a Bárbara Allende Gil de Biedma todavía le daba vergüenza que la llamasen Ouka Lele (con una e, que la segunda vino más tarde). En aquella época formaba equipo, pandilla o lo que fuera con lo más selecto de la vanguardia del Rastro: Ceesepe, García-Alix y el Hortelano. Éste último, dibujante entonces y pintor hoy, es casi tan protagonista del circo como ella. Después de todo fue su marido, pintó el cuadro del que Bárbara sacaría su nombre artístico y –sobre todo- la acompañó en mil inspiraciones. Lo mejor del bulevar, por tanto, pasa por recrear esta fértil relación entre artistas veinteañeros, gamberros enamorados que se ponían el mundo por montera (y no es un decir). Se pierde la cuenta de las fotos donde aparece El Hortelano haciendo el ganso, en unos tiempos en que hacer el ganso era lo más moderno. Toda una lección de camaradería y de mutua estimulación que da gusto ver, sin duda.

En la exposición, el puente entre pasado y presente llega con una de las obras emblemáticas de la Leele: Rappelle-toi, Barbara. Corrían los años 80 cuando nuestra querida fotógrafa acometió un enorme proyecto: escenificar in situ la verdadera historia de los leones que tiran del carro de la Cibeles. Como se puede apreciar por la imagen que ilustra este artículo, la cosa acabó siendo mucho más pedante que atractiva. Es lo que tiene la mitología, que al final siempre te pone en evidencia por frívolo o por pretencioso. Lo peor, sin embargo, llegaría hace apenas un mes. El 10 de septiembre pasado Ouka Leele convocó en la misma fuente a unas 300 personas (mujeres, hombres y niños) para conmemorar aquel evento con una performance en contra de la violencia de género. Lo que salió de allí fue un esperpento que superaba en cursilería a la más repelente Agatha Ruiz de la Prada, y en simplicidad a los juegos de patio de colegio. En el bulevar, por suerte, sólo nos muestran una pequeña parte del proyecto; el resto llegará en una posterior exposición monográfica que yo espero perderme.

A pesar de esta última e irrisoria toma de conciencia, Ouka Leele demuestra en Pulpo’s Boulevard que todavía mantiene una de las marcas de la casa: el sentido del humor. La visita a su circo resulta deliciosa, divertida y muy instructiva. Ideal para tardes de lluvia, sábados intrascendentes o paseos en busca de inspiración y buen rollo.

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