Alberto García-Alix es famoso porque hace fotos muy bonitas con moteros en pelotas o actrices porno tatuadas. Resulta curioso, por tanto, que ninguna de esas imágenes aparezca en las dos exposiciones que le dedica el Canal de Isabel II. En la primera, No me sigas (1976-1986), lo que tenemos es un repaso a sus primeros trabajos; en la segunda, Tres vídeos tristes, nos encontramos con lo último: fotos y vídeos de París. Habrá quien vaya a verlas y se decepcione porque no hay orificios corporales ni tatuajes, pero en general la visita merece muchísimo la pena. En el depósito de Así las cosas, las imágenes de aquella época podrían ser interesantes sólo por la gente que sale en ellas. Afortunadamente para nosotros, sin embargo, la cosa es mucho más que una simple galería de famosos. Alberto García-Alix supo ver en sus colegas de farra un don natural para la belleza. Aquellos adolescentes que se colgaban esvásticas en la cazadora, que se esculpían tupés grasientos sobre la frente y se dejaban crecer tremendas patillas, aquellos adolescentes, digo, no eran macarras: eran bellos. Y no sólo porque tuviesen el don de la juventud, sino porque además coqueteaban con la muerte. Basta con ver el título de la exposición, No me sigas, tomado de un tatuaje que el fotógrafo se hizo en 1980. “No me sigas, estoy perdido”, escribió en su piel. Alberto y sus amigos sabían que estaban condenados pero no querían parar. Junto a las fotos de Alaska vemos también imágenes devastadoras de yonkis hermosos, de jeringuillas o de calzoncillos ensangrentados. García-Alix, fiel siempre a su política de retratarlo todo, ni se cortó entonces ni se corta hoy. A modo de ejemplo, es muy significativo el seguimiento que hizo de su hermano Willy, ese James Dean bajito de la foto que acompaña a este artículo. En la exposición vemos cómo se pinchaba, cómo el y su novia, enamorados, se morían por conseguir una dosis, cómo tuvo un hijo y, finalmente, cómo murió, cómo dejó de salir en las fotos. Una sobredosis se lo llevó en 1984. Alberto, desde entonces, siempre lamentó no haber fotografiado también su cuerpo amortajado. La otra exposición, la de Santa Engracia, es mucho menos impactante. Los tres vídeos tristes del título ni siquiera son vídeos, sino proyecciones de fotografías hechas en París. García-Alix las acompaña de sendos textos pseudos-literarios con los que, además de proporcionar una imagen bastante confusa de sí mismo, demuestra que es mucho peor con las palabras que con las imágenes. Lo que más me gustó fue, de nuevo, la honestidad del ejercicio. Este señor, reconocidísimo artista y probablemente millonario, Premio Nacional de Fotografía en 1999, se atreve a confesar que todavía le da vergüenza sacar fotos de la gente. Con un lenguaje farragoso nos cuenta que aún se siente inseguro cuando sale a cazar imágenes por ahí, que le da miedo no poder encontrarlas. A la vista de los resultados, queda claro que está diciendo la verdad. Las imágenes seleccionadas para Tres vídeos tristes tienen el encanto de lo fortuito y funcionan como testimonio de un viaje personal, pero nunca resistirán el paso del tiempo. Simplemente, supongo, ilustran el afán de un hombre humilde por seguir investigando, por seguir buscando. Que cada cual decida si eso ya es suficiente.
09 octubre, 2006
Alberto García-Alix.
Publicado por Rfa. a las 20:28
Etiquetas: fotografía
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