La camioneta tardó varias horas en ponerse en marcha. Estaba en la ciudad sólo para hacer acopio de víveres, con listas interminables que el conductor había recogido en los albergues del camino. Para muchos habitantes del desierto, ésta es la única oportunidad en varios días de conseguir lo que necesitan. Cuando por fin arrancamos ya daban las tres de la tarde. Aun así, la camioneta empezó a moverse con las puertas abiertas para que un niño que nos perseguía pudiese lanzar algunos sacos de pan al interior. Antes de abandonar la ciudad vimos cómo un hombre se caía de su bicicleta y se quedaba tendido en mitad de la calzada, aullando de dolor, con la pierna separada de la rodilla. El conductor no se detuvo porque iba con prisa. Algunos kilómetros más tarde llegamos a una curva donde nos salimos del asfalto para conducir por mitad del desierto. El paisaje era de ceniza compacta, como un volcán aplastado por el sol. En la distancia, las dunas. El tuareg de la foto se había parado a vernos pasar. Me gusta el contraste entre la indumentaria tradicional y el ciclomotor, que se me antoja ridículo para un paisaje tan agreste. Y celebro también que sea una imagen simétrica porque me transmite sensación de vacío. Para ver otras fotos de Marruecos, mi fotolog.
19 febrero, 2008
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1 comentario:
Cualquier imagen humana parecería "de más" en ese vacío, o desierto.
Pero en esta entrada me impacta más la historia escrita. Los tiempos morosos, que se hacen eternos mientras el conductor compra listas interminables, para de pronto cambiar el ritmo, ¡es la acción!, y se obliga al niño a correr con las bolsas de pan, o se deja al accidentado aullando de dolor.
Esa crueldad humana enlaza con el paisaje. y a mí me da miedo.
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