Mi segunda asociación de ideas en torno a El Guardián entre el centeno no fue casual: uno de los libros favoritos de Holden Caulfield es precisamente El gran Gatsby.
El hecho de que este libro le gustase tanto a Holden debía de tener algún sentido; máxime cuando estamos hablando de una persona a la que, como adelantaba en el anterior post, “no le gusta nada”, cosa de la que no se salva tampoco la literatura: la mayoría de los libros que le hacen leer en el colegio le parecen bazofia, pero si encima se trata de novelas de temática amorosa o emotiva, entonces las considera directamente despreciables. Sin embargo, el texto de Fitzgerald incurre en este pecado, pues trata sobre avatares amorosos. ¿Qué sería, entonces, lo que lo convertía en una excepción a los ojos de Holden?
Decidí leerlo para averiguar más cosas sobre ese adolescente que ya me obsesionaba, y además porque El gran Gatsby era una asignatura pendiente para mí. Y descubrí que este millonario de la costa este y Holden tienen algo muy importante en común: son individualistas natos. Holden posee la sed de independencia propia de un adolescente, agravada con una dosis de agresividad hacia el prójimo que le es innata. Gatsby, además de padecer el individualismo escéptico propio de “los locos años 20”, es un self-made man que se propuso salir de la pobreza y enriquecerse a cualquier precio para conseguir merecerse el amor de una mujer de clase más alta que él (por cierto, que eso mismo le pasó al propio Fitzgerald, al parecer rechazado en un principio por su mujer, la popular Zelda Sayre).
Ambos personajes siguen indiferentes su camino por la vida, con un fin en mente: Gatsby, reencontrarse con su amada perdida. Holden, encontrar también una mujer que le ame y vivir con ella en una cabaña en el campo, donde tendrán hijos a los que esconderán, por si acaso, para que no se los estropee la sociedad.
Los sistemas que utilizan para conseguir dichos fines son, sin embargo, bien distintos: Gatsby da fiestas lujosas en las que se rodea de multitudes con la esperanza de atisbar entre ellas a su amor de juventud. A Holden, por su parte, se le ocurre la peregrina idea de fingir que es sordomudo para que la gente, cansada de tener que escribirle todo en papelitos y “por fin le deje en paz”.
La paradoja es que bajo sus caparazones individualistas lo que los dos desean es, precisamente, compartir su vida con otra persona. Parece que por mucho que uno finja ansiar la soledad, es imposible que ese deseo sea sincero. Ya lo decía Ortega, ¿no? “Yo soy yo y mis circunstancias”. Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Existe el individualismo sincero?
13 septiembre, 2007
El guardián entre el centeno II: El gran Gatsby
Publicado por Alis a las 0:40
Etiquetas: literatura
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6 comentarios:
Dos debilidades personales. Qué bien.
Si bien es cierto que Gatsby y Caufield son personajes individualistas, uno afable y otro impertinente, no tengo tan claro que ambos ansíen el mismo fin de compartir su vida con otra persona. Está claro que Gatsby persigue un antiguo amor, esa luz que brilla en la noche, pero no creo que Holden Caufield esté en absoluto motivado por este objetivo, más bien por encontrarse a sí mismo y su lugar en el mundo. De hecho, es demasiado joven para grandes pasiones. Le falta recorrido y experiencia. Su problema es otro, su inadaptación y desorientación.
(Estoy en UK, no pondre acentos). Buena coincidencia, ya te lo comente en mi blog.
Sobre tu entrada:
Recuerdo que lei un prologo de Rodrigo Fresan, creo, sobre una coleccion de cuentos de John Cheever. Comparaba el primer cuento que Cheever escribio con El Guardian. El cuento se titulaba Expelled, (Expulsado), y narraba la historia de la expulsion del colegio de un chaval. Las similitudes son grandes, pero eso es lo de menos. Lo que mas me intereso fue la idea de que los protagonistas, Holden y el otro, estan fuera del mundo. Son expulsados, por eso cuando preguntas si quieren compartir sus vida, por supuesto que si. Ambos estan de hecho fuera del mundo, expulsados, y lo que buscan es una sincera, limpia e inocente bienvenida. Como la que le brinda la hermana a Holden. El problema es que no hay muchas puertas asi en el mundo y uno puede acabar encerrado en el manicomio, suicidado o metido en la Cienciologia. Saludos!
Pues a mí el Gatsby no me llegó, la verdad. Lo leí por la fama, creyendo que lo acreditaba...mas no lo recomendaría como lectura...
Yo estoy un poco con Martin. El individualismo de Gatsby me pareció tan infantil como su ideal romántico. Nada que ver con Holden Caufield, que es un personaje con mucha más actitud, más carisma. En la novela de Fitzgerald, el protagonista es atractivo sólo porque la gente le desea y habla de él, porque se envuelve en el misterio de su propia soledad. Pero en cuanto te cuelas en el cuarto de baño con él, se desvance el encanto. El guardián entre el centeno, por el contrario, presenta a un protagonista con voz propia, y el encanto del relato viene de su particular visión del mundo. Si quisiera haber escrito uno de los dos libros, habría escrito el de Salinger. Sin duda.
Nunca menospreciéis el poder de El gran Gatsby, es mucho más de lo que aparenta, no sólo es una simple historia de amor. El encanto de Gatsby reside en su fidelidad y en su ostentosa tristeza.
Quizás haya exagerado al decir que el fin de ambos es simplemente compartir su vida con otra persona, pero me parece que, tal y como dice sintomático, sí que coinciden en que, en el fondo, los dos desean ser aceptados en la sociedad, encontrar su lugar en el mundo.
En cuanto al personaje de Gatsby, pese a que sí hay momentos en que se muestra pueril y algo patético, tiene una fuerza indudable que reside en su drama: después de conseguir el amor de aquella que él consideraba la inocencia en persona, es traicionado vilmente por ella. Su historia transmite lo mismo que la de Holden: una desesperanza total respecto a las personas y su moral.
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