09 septiembre, 2008

Somos débiles. Emilia Pardo Bazán.

Somos débiles. Por dentro estamos hechos de un oscuro plasma que se estremece de empatía con el dolor ajeno, y no podemos evitarlo. A mí, por lo menos, me seducen el horror y la truculencia de la España más negra. Me he dado cuenta después de pasar estos últimos días leyendo cuentos de Emilia Pardo Bazán. La escritora gallega, probablemente la más prolífica cuentista de nuestra literatura, tenía una obsesión casi enfermiza por sacar a relucir los trapos sucios de su terruño. Los cuentos que publicaba en los periódicos están trufados de asesinatos, venganzas y aldeanos salvajes que apaleaban a sus hijos. Ni rastro de sofisticación urbana ni de estampas bucólicas como las de Mar Adentro. Soy consciente de que esta España asesina y salvaje, sacada de las páginas de sucesos, no encaja en los estereotipos socialmente aceptados. Pero también sé que experimento un placer morboso con lecturas así, una especie de patriotismo enfermo, como si me sintiese más a gusto en un país de locos. Si alguien quiere hacerse una idea de cómo son los cuentos de la Pardo Bazán, que pinche en "leer más". He colgado un extracto.

La Mayorazga de Bouzas se publicó originariamente en 1886, en La Revista de España. Es la historia de una mujer, la Mayorazga, a la que su marido pone los cuernos con una modistilla. Cuando lo descubre, comprende que la única persona en la que puede confiar es su hermano de leche, Amaro. Yo sólo voy a copiar el final, cuando se encuentra frente a frente con la modistilla a la que se está tirando el marido:

Al caer sobre ella la mirada de la ofendida esposa, los nervios de la muchacha se crisparon y sus pupilas destellaron una chispa de odio triunfante, como si dijesesn: "Puedes matarme; pero hace media hora tu marido descansaba en mis brazos". Con aquella chispa sombría se confundió un reflejo de oro, un fulgor que el sol naciente arrancó de la oreja menudita y nacarada: eran los pendientes, obsequio de Camilo Balboa. La Mayorazga preguntó con voz ronca y grave:
- ¿Fue mi marido quien te regaló esos aretes?
- Sí - respondieron los ojos de víbora.
- Pues yo te corto las orejas - sentenció la Mayorazga, extendiendo la mano.
Y Amaro, que no era manco ni sordo, sacó su navajilla corta, la abrió con los dientes, la esgrimió... Oyóse un aullido largo, pavoroso, de agonía; luego, otro y sordos gemidos.
- ¿La tiro al Sil? - preguntó el hermano de leche, levantando en brazos a la víctima, desmayada y cubierta de sangre.
- No. Déjala ahí ya. Vamos pronto a donde quedaron las caballerías.
- Si mi potro acierta a soltarse y se arrima a la yegua..., la hicimos, señora ama.
Y bajaron por el monte sin volver la vista atrás.

3 comentarios:

Clark Kent dijo...

Madre del amor hermoso. Qué señora. Es como la "novelización" de Gente... con mejores redactores. Irá en nuestros genes españoles.

Alis dijo...

Yo a la Pardo Bazán la respeto profundamente desde que leí Los Pazos de Ulloa. Y la respeto todavía más como mujer que consiguió abrirse un hueco en un hostil mundo sólo de hombres.

Walter Kung Fu dijo...

Y encima es gallega, como alguno de los mejores narradores de este país.