25 mayo, 2007

Dogma95, entre la realidad y la ficción


“¡Juro que como director me abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear una obra, porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad. Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas.”

Así termina el manifiesto fundacional de Dogma 95, el movimiento de vanguardia cinematográfica que Lars von Trier creó con unos cuantos colegas de la escuela de cine danesa.
Su principal objetivo, por tanto, era rescatar lo que consideraban “la verdad del cine”, es decir; captar la realidad de la forma más pura posible, sin estar contraminada por la industria ni por el gusto estético del director. Esto les alejó de los mecanismos más efectistas del cine en favor de una economía de medios que consistió en evitar, entre otras cosas, la iluminación y las elipsis en el montaje, pero que llegó hasta la eliminación del guión y casi de la cámara, pues intentaban esconderla para que pasase inadvertida por los actores.
La consecuencia lógica de ese proceso en busca de realidad sería filmar directamente la vida real, sin los entorpecimientos que suponen un guión, unos actores, o incluso un operador de cámara. ¿Sería posible una película así? Y en el caso de que así fuera, ¿no suena eso de grabar con cámara oculta, sin guión y sin actores más a Big Brother que a cine? ¿No os apetece leer más?

Lo que ha hecho evolucionar al cine de la pura fotografía en movimiento a algo más son precisamente los recursos expresivos que evidencian una manipulación de la realidad por parte del director. Esos recursos han acabado por convertirse en los elementos más característicos del lenguaje cinematográfico: el montaje (que resume el tiempo de la acción), el guión (que puede contener recursos tan artificiales como los flash-backs o los saltos geográficos), la fotografía (que puede ser más o menos esteticista, pero siempre implicará una opción estética), etc. Conclusión: lo que hace que el cine sea cine es precisamente lo que lo diferencia de la realidad.

De eso parecen no darse cuenta los Hermanos Dogmáticos, y sí, por el contrario, Win Wenders en su maravillosa Lisbon Story. Aquí, se nos presenta a un desquiciado director que, obsesionado con la búsqueda del realismo puro en el cine, se pasa un año escondiendo cámaras en bolsos o en cubos de basura por toda la ciudad para registrar la vida de ésta. Finalmente, claro, se vuelve loco, ante la imposibilidad de su proyecto. Wenders lo tiene claro: cine y vida no son la misma cosa.
¿Y vosotros? ¿Qué opináis?

11 comentarios:

Rfa. dijo...

izA mí, sin duda, lo que me gusta es el cine como lenguaje. No hay película sin montaje ni guión, por mucho que se empeñen. Igual que tú, querida Alis, pienso que la vida y el cine son cosas distintas.
No obstante, me enternece la búsqueda de Lars von Trier. Es lo suficientemente lúcido como para comprender que su sueño del realismo total es una utopía, pero aun así, el tío sigue intentándolo. Y este romanticismo hace que me caiga bien. Bueno, eso y que pese a todo siga avanzando en sus experimentos. Cuando parecía que ya no quedaban vías de investigación se ha sacado el Automavision de la manga, que va un paso más allá. No he visto la película, pero la teoría me parece de una coherencia perfecta. Por último, tengo que decir también que empatizo con su tendencia a la creatividad reglada: yo también pienso que la inspiración funciona mejor con unas cuantas directrices.

María dijo...

Me quedo con Win Wenders, es lo más lógico...aunque eso de la creatividad reglada está muy bien.
Teneis un blog de lo más interesante, perdonad que no aporte mucho, no sé nada de cine, pero sí me gustaría pasarme por aquí de vez en cuando para aprender. Mi más sincera enhorabuena.

Fliper dijo...

Muy interesante la reflexión. Sin embargo, yo diría que el Dogma triunfó precisamente al fracasar en su propuesta. La que mejor recuerdo es Mifune, y me parece una película magnífica, precisamente porque el dogma se maneja como un niño trata de hacer lo que no le dejan sin saltarse las restricciones que le han impuesta. En definitiva, al final sí hay montaje, sí hay música y sí hay interpretación dramática. Muchísimo más estúpida me parece la última tontería de Lars, la de "El jefe de todo esto". Un plano que corta por la mitad una cabeza no es ni arte, ni cine, ni nada que se lo parezca. Y desde luego, tratar de hacer una comedia autorreflexiva que sólo dice obviedades y que, muy importante, no hace absolutamente nada de gracia es un fracaso en toda regla.
No estoy tan conforme sobre lo que hablas de Lisbon Story. No creo que la conclusión sea que vida y cine no son lo mismo. No son lo mismo, pero el cine puede recrear la vida y reflexionar sobre ella a través de sus técnicas narrativas. La cuestión, en el fondo, es psicológica. Recuerdo una anécdota de un filósofo que contaba un experimento hecho en una clase universitaria: "observen", ordenó el profesor a sus alumnos. Por supuesto, estos no sacaron nada en claro. Necesitamos un sujeto que observe y un objeto para mirar. La narración nunca puede ser neutra. Cuando el director que aparece en la peli de Wenders va con su cámara al hombro, siempre decide por qué calles está pasando, cuál es el día en el que va a realizar la tarea, etc. Realmente creo que de lo que trata esa película es de los excesos experimentales y sus resultados nefastos. Cuando el cine se convierte en un ejercicio de estilo, pierde todo contacto con la realidad. Por eso finalmente ambos se dedican al regocijo de contar historias sencillas, sin efectismo pero haciendo cine, para así volver a narrar la vida.

Rfa. dijo...

El mayor acierto de Dogma fue conseguir que miles de idiotas nos pusiésemos a ver sus películas para pillarles los "pecados", o sea, para pillarles cuando no siguiesen su decálogo al pie de la letra. Lo pienso y me parece una forma genial de tentar al espectador.
Por lo demás, Miguel, tus opiniones son tan sabias que no puedo más que sumarme a ellas. Gracias.

Alis dijo...

No sé si acabo de estar de acuerdo con tu visión, Miguel, del mensaje de Lisbon Story. Me cuesta creer que toda la peli se reduzca a una advertencia contra los peligros de los excesos de la experimentación. De hecho, no creo que la experimentación pueda ser nunca excesiva, ni mucho menos negativa de por sí. Los resultados podrán ser más o menos "visibles", y a menudo serán truños que sólo el artista/director pueda aguantar, pero el hecho de que se haya experimentado conlleva, en mi opinión, un valor añadido.

A mí Mifune también me llamó la atención, porque, a pesar de que cumple las reglas estrictamente hablando, en el fondo se aleja totalmente del espíritu Dogma: una historia romanticona al más puro estilo Hollywood, happy end incluido, que ni siquiera renuncia a la música emotiva, eso sí, interpretada por una banda en directo que es metida con calzador en la acción, no vaya a ser que von Trier se nos enfade.

A mí, Rfa., mucho más que mirar con lupa si estas pelis cumplen al pie de la letra el decálogo, me divierte comprobar que, como Mifune, en sus conceptos más básicos son precisamente aquello contra lo que Dogma luchaba.

La marca Dogma sí ha resultado, no obstante, un éxito comercial.

Fliper dijo...

No creo que esa sea la única función de Lisbon... pero si creo que es la fundamental, pero es que hay un marco mucho más importante detrás: esa negación tal y como yo la veo no es un negarse a atreverse a..., sino a negarse a que el cine sea eso. La función de crear nuevas formas de contar está bien, si no Wenders estaría negando su propio cine. El problema es cuando se experimenta y se pierde de vista el objetivo. No digo que eso tenga que ser malo pero, atreviéndome a usar un concepto, diré que es arte, pero deja de ser cine. A mí por ejemplo me parecen memorables dos momentos del cine de Wenders: en esta película de la que hablamos el momento en el que el técnico de sonido está escuchando el mundo, y en Cielo sobre Berlín cuando el ángel se hace carne, todo un homenaje al poeta-ángel que visita los prostíbulos y que no es otro de Baudelaire. Cielo sobre Berlín habla de política, de historia, de amor... de lo humano. Otra cosa es que lo haga de una manera que a muchos se les hace cuesta arriba. Aprovecho de paso para hacer una recomendación: se trata de Epidemic de Lars von Trier. Es divertida, tiene sentido del humor, Lars se ríe de su propia soberbia y crea una magnífica historia de terror hipertextual. La pena es que Wenders ya había hecho todo eso antes. Vaya, parece que aunque hace tiempo que nop aguanto a ese alemán pedante su cine ha dejado huella en mí...

Alis dijo...

Recomendación captada, muchas gracias (aunque espero no Larsvontrierarme en exceso, que no es difícil hartarse de él...).
Entiendo tu punto de vista, pero discrepo totalmente de esa diferenciación entre arte y cine. ¿Qué se supone que los separa? ¿El propósito comercial, quizás? Que yo sepa, en el fondo todo artista tiene una finalidad comercial, por pequeña o disimulada que sea... ¿El nivel intelectual o estético? Eso marginaría todo tipo de arte que trata de banalizar y de dar espectáculo, que no es poco, a dios gracias...
En el fondo, el "cine" es un medio de comunicación. Podrás usarlo para entretener y ganar dinero, para experimentar, o para divertirte con un grupo de amigos. Pero en el momento en que usas ese medio, estás haciendo cine.

Rfa. dijo...

Sí hay diferencias, Alis: el cine es narrativo y el arte no tiene por qué serlo. Parece una tontería, pero es fundamental. Y lo mismo ocurre con la linealidad: las películas son a lo largo, y los cuadros (o las esculturas, o los edificios) no. Por eso nos aburren las pelis demasiado experimentales: porque no cuentan nada y, encima, duran demasiado.

Alis dijo...

¿Dónde colocas al video-arte? puede ser narrativo o no serlo; puede durar horas o segundos. ¿Y qué me dices de la foto? De acuerdo en lo de la linealidad, pero, ¿no puede tener una foto una gran carga narrativa?
Por cierto, que todo arte del proceso (como la performance) es "a lo largo", pero, desde luego, no es cine... ¿habrá que inventar una nueva categoría? ¿lo "diagonal", quizás?
Chicos, de verdad que prefiero no poner fronteras entre las artes. Se trata simplemente de diferentes medios de expresión. Pero todos ellos arte. A lo mejor es que mi noción de lo que es "arte" es cada vez más amplia y difusa...

Fliper dijo...

En esta discusión era yo en la que me temía que acabáramos. Es la discusión que estuve visitando durante mis años de facultad, la fase estética, y la verdad es que no lleva a ninguna parte. En cualquier caso me refería como Rafa, a la cuestión acerca de lo narrativo pero también a una experiencia de conocimiento. En cualquier caso el arte en el último siglo es tan elástico que todo lo que puedas decir del cine puede ser aplicado a algún artista o a algún movimiento. Al final parece que todo ha de concluir en una valoración subjetiva y nada más.

Alis dijo...

Eso creo. Y menos mal, ¿no?
Un placer charlar contigo