13 junio, 2011

On the air (XVII). Por qué un gallinazo me impresiona más que Morrisey.

Hay amantes de los animales que te impresionan y los hay que te dan risa. Morrisey pertenece al segundo grupo: cuando leo que ha obligado a los organizadores de un festival a prohibir el consumo de carne, me dan ganas de comerme una salchicha mientras escucho su Meat is Murder. Aunque sea una de las canciones de los Smiths que más me aburren. Sin embargo, novelas como La virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo, me ponen los pelos de punta. Escrita con un estilo descarnado e hiperbólico, La Virgen... explica cómo Colombia ha terminado siendo un país sin valores. Y la conclusión a la que llega es que no hay nada que hacer, que los compatriotas de Shakira están con la mierda hasta el cuello y que la única salida posible para ellos es dejar de procrear. Así, tal cual, sin exagerar: vale más la vida de un perro que la de un colombiano. O, ya puestos, que la de cualquier hombre. La idea de que los animales son puros y los humanos están podridos salpica el libro aquí y allá, pero donde realmente toma su forma más potente es en la figura metafórica del gallinazo, una especie de buitre que se come los cadáveres abandonados. "Tienen estas avecitas la propiedad de trasmutar la carroña humana en el espíritu del vuelo", leo. Vallejo, como Morrisey, es vegetariano y defensor a ultranza de los animales. Pero gracias a imágenes y razonamientos como éste, lo que en Morrisey me parece ridículo en él me sobrecoge.

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