07 diciembre, 2010

No somos nadie (XXII). Te prohíbo que te gusten los Smiths.

En los años 50, Mark Rothko recibió el goloso encargo de decorar con sus cuadros el restaurante más molón de todo Nueva York: el Four Seasons del edificio Seagram. Un lugar diseñado por dos de los arquitectos más importantes del mundo, Philip Johnson y Mies van der Rohe, para dar de comer a gente guay. Al principio, Rothko se tomó el encargo en serio e incluso llegó a pintar los murales que le habían pedido. Pero luego se lo pensó y dio marcha atrás: no estaba dispuesto a dejar que un puñado de pijos convirtiesen sus lienzos en vulgares adornos para sus banquetes. "Quienquiera que esté dispuesto a pagar esos precios por ese tipo de comida", dijo, "no verá mis cuadros". Y devolvió el dinero. Pienso en esa anécdota cuando leo el cabreo que Johnny Marr se ha agarrado con David Cameron. Parece ser que el primer ministro británico ha ido diciendo por ahí que le molaban los Smiths, y al guitarrista le ha tocado las pelotas. "Te prohíbo que te guste nuestra música", ha twitteado el antiguo compinche de Morrisey. Qué tierno. Pero a pesar de los titulares, creo que la suya es una batalla perdida: ningún músico puede hacer lo mismo que hizo Mark Rothko, presentarse en el restaurante a parar la música que escuchan los políticos, los pijazos o los oportunistas. Una vez publicada la canción ya está todo el pescado vendido, no somos nadie, no podemos evitar que cualquier idiota la haga suya. Para muestra, un ejemplo escandaloso: el vídeo de Window in the Skies, una canción de U2. En él, Bono y compañía manipulan imágenes de archivo de los grandes iconos del rock para que parezca que están interpretando su música. Y los pobres Johnny Cash, Joey Ramone, Kurt Cobain o Morrisey, a joderse. ¿Alguien les pidió permiso? No creo: como digo, en cuestión de gustos musicales es demasiado fácil tomar el nombre de Dios en vano y salir indemne.

No hay comentarios: