11 diciembre, 2008

Arte en Murcia (I). El Espejo Islámico de Anish Kapoor.

Anish Kapoor es uno de los mejores escultores del mundo. Suya es la lenteja brillante del Millenium Park de Chicago. Suyo será el memorial que los británicos levanten en Nueva York para recordar a sus muertos del 11-S. Y suyo es el Islamic Mirror que se puede ver en Murcia este invierno: un espejo redondo, hecho de espejos pequeñitos, donde lo mismo te ves grande que te ves chiquitín. Cuando yo fui a verlo al Convento de Santa Clara, me acordé de una película de ciencia ficción de los años 50, El increíble hombre menguante, cuyo monólogo final está entre mis favoritos de todos los tiempos. Podría intentar explicar en qué consiste Islamic Mirror, pero como estoy un poco vago prefiero copiar el monólogo de El increíble hombre menguante. Las últimas palabras de un hombre condenado a ser microscópico explican la escultura murciana de Anish Kapoor mejor que las de cualquier crítico erudito. Para comprobarlo, sólo hay que pinchar en "leer más".

"Seguía menguando, y me iba a convertir... ¿en qué? ¿Lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Todavía un ser humano? ¿O era el hombre del futuro? Si hubiese otro escape de radiación, otras nubes cruzando océanos y continentes, ¿habría otros seres que me siguiesen a este nuevo y vasto nuevo mundo? Tan cerca: lo infinitesimal y lo infinito. De pronto supe que en realidad eran los dos extremos del mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente grande acaban encontrándose, como si se cerrase un círculo gigantesco. Miré hacia arriba, como si de alguna manera pudiese agarrarme al cielo. El universo, mundos innumerables, el tapiz plateado de Dios extendido sobre la noche. Y en ese momento, supe la respuesta al acertijo de lo infinito. Había pensado sólo en términos de la dimensión finita del propio hombre. Había subestimado a la naturaleza, creyendo que la existencia empieza y termina en una concepción humana, no universal. Y sentí cómo mi cuerpo encogía, se derretía, se convertía en nada. Mis miedos desaparecieron. Y en lugar de ello, sentí aceptación. Toda esta vasta majestad de la creación tenía que significar algo. Y yo también significaba algo. Sí, más pequeño que lo más pequeño, yo también significaba algo. Para Dios no hay cero. ¡Yo también existo!"
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