11 enero, 2011

No somos nadie (XXV). Ben Wilson y la valentía de consagrarse a lo inútil.

Ben Wilson es un inglés que pinta cuadros en chicles abandonados. De hecho, se dedica a ello desde hace siete años. Al principio trazó un plan: decorar todos los chicles que hubiese entre la puerta de su casa y el corazón de Londres. Pero muy pronto cambió de opinión y decidió quedarse en el barrio, trabajar sin rumbo. Me gusta pensar que el bueno de Ben comprendió que la poesía de su tarea sería mucho más sublime si renunciaba a una estrategia previa. Simplemente pintar el primer chicle que le apeteciera. Para ilustrar la rotunda intrascendencia de este planteamiento, ahí va una anécdota: una vez, los policías detuvieron a Ben por vandalismo, pero tuvieron que soltarle porque una cosa es pintar encima del asfalto y otra bien distinta hacerlo encima de un chicle. Por no ser, el trabajo de Ben ni siquiera es ilegal. A veces me da por comparar este empeño perfectamente inútil con el de otros artistas. ¿Cuál es la diferencia entre decorar un chicle y pintar un gran lienzo? Es más: ¿cuál es la diferencia entre pintar un chicle y construir una catedral, ganar un premio Nobel o tener un hijo? Creo que en la humildad del gesto de Ben Wilson hay una gran sabiduría. Creo que él ha comprendido que no somos nadie, y su obra es una forma de asumir esta insignificancia con la cabeza muy alta. Y creo también que hace falta mucho valor para eso.

2 comentarios:

NáN dijo...

Tan pequeño y hermoso.

Gracia RFA

El palabro es "sinesse", que podría traducirse como "chinería". ¿No es fantástico?

mikto kuai dijo...

Desde hace tiempo, años, ando preguntándome por la cantidad de chicles que veo en las calles. Ben directamente ha decidido dialogar con ellos. Magnífico.