Querido Antonio: Hace años le regalé a todos mis amigos El Jinete Polaco y ahora opino que tu última novela, La noche de los tiempos, es una castaña. Se nota demasiado que la terminaste en la hora de la siesta, mientras veías Amar en tiempos revueltos. Además, emplear 800 páginas en contar un romance así de previsible es tomarte el tiempo de tus lectores a pitorreo. Pero descuida, que no es de eso de lo que quiero hablarte. Si has seguido esta serie sabrás que últimamente sólo me interesa reflexionar sobre lo fácil que es dejar de ser algo; en tu caso, mi escritor favorito. Qué veleidosa es la admiración, ¿verdad? Sigo devorando tus artículos de Babelia con regocijo, pero La Noche de los tiempos me quitó las ganas de leer otra novela tuya. Así de simple. Menuda putada, Antonio, tener que estar a la altura de tu propia obra. Y menuda putada también para mí, que necesito ídolos. Esto confirma mis sospechas: que cualquier mitomanía está infundada por definición. El más listo, el más molón, el más moderno, el más avispado, da igual; todos podéis dejar de serlo si se os observa más de cerca o durante más tiempo. Todos podéis volver a ser nadie otra vez. O peor, menos que nadie: porque lo que una vez se admiró y luego se dejó de admirar casi siempre se acaba mirando por encima del hombro. Espero que no te lo tomes a personal. En el fondo, conservo la esperanza de que nos reconciliemos.
28 octubre, 2010
No somos nadie (XIV). La noche de los tiempos y la trágica veleidad del mito.
Publicado por Rfa. a las 15:46
Etiquetas: literatura, No somos nadie
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3 comentarios:
¡Estaría genial que se la enviaras por correo postal, de tu puño y letra!
Jo Rafa, pues yo no tengo otra que alegrarme por tu decepción. No he leído novelas de este hombre porque sus apariciones públicas y sus columnas periodísticas me parecen un horror. Creo que pertenece a esa clase pseudointelectual española más preocupada por moralizar que por comprender y explicar el mundo. Ahora habrá más sitio en tu mente para Ballard.
Sí, señor, asi se habla. Cuando un artista se endiosa deja de hacer arte.
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