28 septiembre, 2011
El arte y el mundo real (II). La revolución artística de La Muela
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10 septiembre, 2011
El arte y el mundo real (I). Dios en el Prado.
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22 julio, 2011
On the air (y XX). Enigmas de Spiderman y Marilyn.
El gran enigma del arte es que nunca se sabe el impacto que tendrá sobre los espíritus sensibles que se expongan a su influjo. Un ejemplo: el musical de Spiderman que Bono y The Edge han escrito para Broadway. Se suponía que el morbo del espectáculo, lo que atraería al respetable hasta el teatro y le haría sentir el éxtasis definitivo, era que los actores vuelan. Pero oh, misterios de la percepción estética, ha resultado no ser así: lo que los espectadores realmente vienen buscando es volar ellos mismos, el actor les importa un carajo. De hecho, el inesperado impulso de volar es tan frecuente y tan contagioso, que antes de todas las representaciones se escucha una megafonía pidiendo por favor que nadie se agarre a Spiderman en caso de que éste decida posarse cerca. Sería interesante debatir si Bono o The Edge habían previsto esto al componer sus excelsas melodías, pero en lugar de hacerlo quiero poner otro ejemplo: Seward Johnson. Este escultor acaba de inaugurar en Chicago una escultura gigante de Marilyn Monroe con la falda levantada por el aire. La idea original era rendir homenaje al cine. Pero, como digo, el misterio del verdadero arte es que nunca se pueden anticipar las reacciones que provocará. Cuando la gente ve la escultura, en lugar de creer un poquito más en Billy Wilder, lo que siente es un súbito deseo de lamer las pantorrilas de la pobre Marilyn o de hacerle una foto a las bragas. Insisto: qué enigma.
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15 junio, 2011
On the air (XIX). El buitre de Prometeo, Hitler y Trujillo.
En su novela La Fiesta del Chivo, el cada vez más repelente Vargas Llosa trazó un retrato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo tan complejo que, si ahora yo tuviese que reducirlo a una lista de adjetivos, parecería que estoy jugando a despistar. El Trujillo que aparece en el libro es egocéntrico pero patriota, caprichoso pero comprometido, fiel pero veleidoso. Por ser dos cosas opuestas, hasta es de raza blanca y negra a la vez, como Michael Jackson. Qué tío. Pero si hay algo que me ha sorprendido en La Fiesta del Chivo es que, además, Trujillo es kitch. Cuando Vargas Llosa describe su Casa de Caoba, el lugar al que va a tirarse doncellitas, habla de un lugar alfombrado con el escudo nacional y decorado con diplomas de vacas lecheras. ¿Realmente es inevitable que los dictadores tengan mal gusto? La pregunta me viene a la mente después de leer cómo Jonathan Jones, crítico de arte del Guardian, celebraba en abril el estilo trasnochado del lienzo que ilustra este post. La señora que se retuerce encadenada a la roca no es otra que Prometeo, aquel tipo condenado a que un buitre viniese volando a comerle las entrañas. En versión femenina, soft porn y sin pajarraco, se entiende. El autor de tal disparate de cuadro se llama Louis Smith y esta semana ha estado a puntito de llevarse el premio a mejor retrato del año en la National Portrait Gallery. Al final ha ganado otro, pero según el crítico Jones, el Prometeo tenía que haber sido premiado. ¿Por qué? "Porque se trata del tipo de pintura que a Hitler le habría encantado".
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14 junio, 2011
On the air (XVIII). Ajustando cuentas con el lado oscuro de mi pasado.
El otro día fui a Lavapiés a ver un montaje de teatro que se titulaba El vuelo del ahorcado. La obra estaba bien, era joven y los actores resolvían con naturalidad admirable. Sólo por eso ya fue una velada aprovechada. Pero el texto tenía un problema de base que a mí, personalmente, me impidió darle el sobresaliente. Resulta que "el vuelo del ahorcado" al que aludía era, más o menos, una metáfora sobre la liberación de las ataduras. Si "vuelas" -parecía querer decir-, te "liberas"; si no, te quedas colgado (y muerto). Matrimonios, obligaciones laborales, compromisos varios, todo eso no son más que sogas que nos cortan las alas. ¡Uf! La idea me habría encantado cuando tenía 17 años, pero ahora soy más disciplinado y me muero de gusto cuando me echo una responsabilidad encima. "Volar", en el sentido más cursi de "abandonarme a la improvisación", ya no es un concepto que me haga dar palmas con las orejas. Quizás por eso, cuando el otro día pusimos en casa El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, no me emocioné como en los noventa. La película me trajo buenos recuerdos, claro, me hizo acordarme de todas aquellas veladas literarias de cuando iba a la universidad y sentía que estaba bebiéndome la vida por los poros. Pero confieso que también me sonrojó con su forzada poética. ¿Me he vuelto aburrido o es que ahora tengo una sensibilidad más exigente? Supongo que un poco de las dos cosas. Pero apelando a esa poca y refinada sensibilidad que me queda, aunque sólo sea en nostálgico homenaje a aquellos años más inocentes, ahí va un momento mítico de la peli.
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13 junio, 2011
On the air (XVII). Por qué un gallinazo me impresiona más que Morrisey.
Hay amantes de los animales que te impresionan y los hay que te dan risa. Morrisey pertenece al segundo grupo: cuando leo que ha obligado a los organizadores de un festival a prohibir el consumo de carne, me dan ganas de comerme una salchicha mientras escucho su Meat is Murder. Aunque sea una de las canciones de los Smiths que más me aburren. Sin embargo, novelas como La virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo, me ponen los pelos de punta. Escrita con un estilo descarnado e hiperbólico, La Virgen... explica cómo Colombia ha terminado siendo un país sin valores. Y la conclusión a la que llega es que no hay nada que hacer, que los compatriotas de Shakira están con la mierda hasta el cuello y que la única salida posible para ellos es dejar de procrear. Así, tal cual, sin exagerar: vale más la vida de un perro que la de un colombiano. O, ya puestos, que la de cualquier hombre. La idea de que los animales son puros y los humanos están podridos salpica el libro aquí y allá, pero donde realmente toma su forma más potente es en la figura metafórica del gallinazo, una especie de buitre que se come los cadáveres abandonados. "Tienen estas avecitas la propiedad de trasmutar la carroña humana en el espíritu del vuelo", leo. Vallejo, como Morrisey, es vegetariano y defensor a ultranza de los animales. Pero gracias a imágenes y razonamientos como éste, lo que en Morrisey me parece ridículo en él me sobrecoge.
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11 junio, 2011
On the air (XVI). El soplo de la vida y la caca viral.
Hubo un tiempo en que para dar la vuelta al mundo hacían falta 80 días y muchos idiomas. Cada país era genuinamente único, conocerlos todos era utópico. Pero entonces llegaron Michael Jackson con su We are the world, Oliverio Toscani con su United Colors of Benetton y Takeshi Kitano con su Humor Amarillo, y aprendimos que la diferencia es un mito. Que todos nos emocionamos con la sonrisa de un niño y que todos nos reímos cuando alguien se cae de culo. Esta idea tan buenrrollista de la hermandad de los pueblos ha encontrado en internet un vehículo ideal para volverse viral. Pienso, por ejemplo, en Matt, ese señor que anda dando saltos por youtube desde 2005. O en el francés JR, que recibió el premio TED por empapelar las ciudades con arte callejero. Pero sobre todo pienso en Life in a day, una película hecha íntegramente con vídeos de internautas. Producida por Ridley Scott y bendecida en Sundande, Life in a day se estrena dentro de un mes y pretende reflejar el milagro de la vida. Para ello han manejado 4500 horas de material supuestamente grabadas por 80.000 personas distintas el 24 de julio de 2010. ¿Cómo será el resultado de verlo todo junto? ¿Es posible filmar la chispa de la existencia sin que tu película parezca un anuncio de cocacola estirado? En una entrevista con Kevin McDonald, el director, he leído que alguien les mandó un plano corto de un culo haciendo caca. Ignoro si también había pedos, pero quiero creer que sí: me parecería una manera poética de ilustrar algo tan inefable como el soplo de la vida.
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09 junio, 2011
On the air (XV). Photoshop y los Jinetes del Apocalipsis.
El último Premio Nacional de Fotografía se lo llevó José Manuel Ballester por, entre otros méritos, haber borrado con Photoshop las figuras de algunos cuadros del Prado. Dejó sólo el paisaje y le quedó tan bien que incluso salió en El País Semanal. Ahora lo ves, ahora no lo ves. El viejo truco de escamotear el cuerpo siempre funciona, siempre deja con la boca abierta. Desde los mimos que hacen de hombre invisible en la Plaza Mayor hasta las fotos retocadas de Stalin, borrar el cuerpo es un efectivo truco de magia. Y la magia, todos lo sabemos, es la manera más noble de repartir asombro. A mí las fotos de Ballester me gustan mucho, lo mismo cuando tira de Photoshop como cuando retrata espacios vacíos. Pero puestos a elogiar el arte de birlibirloque fotográfico, yo me quedo con Paul Pfeiffer. Este señor no trabaja con cuadros famosos, sino con fotos de partidos de baloncesto. Y en vez de borrar a los jugadores borra el balón. El resultado es extraño porque en cuanto quitas la pelota, la gente que salía en la foto intentando cogerla se queda con cara de idiota. Pero precisamente por eso, la gesta física se engrandece: porque de pronto se vuelve innecesaria. Los jugadores de Paul Pfeiffer no son señores a los que les acaban de robar la cartera, no: lo que son es gigantes voladores ensimismados en su propia fortaleza, Jinetes del Apocalipsis. Y su vuelo es tan sobrecogedor que era inevitable acabar incluyéndolo aquí, en esta serie sobre cosas que flotan.
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08 junio, 2011
On the air (XIV). Patrick Daughter: Feist vs Depeche Mode.
En 2007, Patrick Daughters me dejó completamente loco con el videoclip que rodó para el 1 2 3 4 de Feist. Con un único set, un puñado de bailarines y una cámara que no dejaba de volar, el tío se curró un artefacto visual tan perfectamente coreografiado que todavía no tengo claro si hizo trampa o no. Ahora, cinco años más tarde, el señor Daughters vuelve a la actualidad porque se ha atrevido a filmar una nueva versión del Personal Jesus de Depeche Mode. Oh, yeah. Mi antiguo grupo favorito, el que marcó mi adolescencia con ideas tan pesimistas como que "la muerte está en todas partes porque hay mosquitos en el parabrisas", ha desempolvado su gran himno religioso. Y, como digo, ha fichado a Patrick Daughters para reformular su imaginería. El nuevo vídeo está a medio camino entre las fotos que Marina Abramovic se hizo en la Laboral de Gijón y la niña del Exorcista. En apariencia no podía ser más diferente del de Feist. Donde allí había un único plano, aquí hay un montaje narrativo; donde había color, ahora hay blanco y negro; donde había hedonismo, ahora hay religión. Y por si eso fuera poco, ahora la cámara ya no vuela, la que vuela es la protagonista. Pero aun así me ha sorprendido que algunos elementos sí se repiten. ¿Casualidad o guiño ombliguista? Yo cuelgo los vídeos y que cada cual decida por su cuenta.
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07 junio, 2011
On the Air (XIII). Manel o la desilusión de lo pedestre.
Los mecanismos de la felicidad conyugal son como los cepillos de dientes: cada uno tiene el suyo. Hay parejas que son felices comiendo espaguetis del mismo plato, como la Dama y el Vagabundo, y otras que lo son compartiendo báscula, como Mario Vaquerizo y Alaska. En mi caso, a mí lo que me gusta es que Alis me traduzca las canciones de Manel. Cuando vamos en el coche y fuera está oscuro, ella me va contando lo que dicen las letras y yo me lo imagino como si fuese ciego. Nuestra favorita es Aniversari. Poco a poco, de viaje en viaje, Alis me ha ido explicando que se trata de una historia de amor, que hay un cumpleaños, que la chica se pone a pedir un deseo y que entonces el chico aprovecha para hacerse pequeño y meterse en su mente. Yo siempre me he imaginado algo parecido a Matrix o a ese cuento de Borges en que un condenado a muerte congela a su pelotón de fusilamiento. Sí: yo siempre me he imaginado una fiesta de cumpleaños quietísima donde el protagonista vuela como una mosca hacia su enamorada. Pero ayer vi el vídeo y me llevé un chasco. Aunque es un cortito delicioso (dirigido en parte por Roger Padilla, guitarrista del grupo y autor de las ilustraciones del libreto), tiene un defecto imperdonable: es demasiado literal. Se limita a ilustrar caligráficamente lo que cuenta la canción, como los Power Points de las reuniones de empresa. Y claro, con tanta literalidad se ha cargado de un plumazo todo lo que yo me había imaginado. ¿Mi mayor desilusión? ¡Ahora resulta que en realidad el tipo no vuela! ¡Va andando por el suelo! ¡Qué pedestre!
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06 junio, 2011
On the Air (XII). Solidaridad lechera con el albatros.
En Las Flores del Mal de Baudelaire el albatros aparece como un pájaro trágico, trasunto del poeta incomprendido. Cuando vuela es bello y poderoso, "frecuenta la tempestad y se ríe del arquero". Pero cuando se posa, ay, pobre, se convierte en un bicho torpe al que "sus alas de gigante impiden caminar". Por si esto fuera poco, con el tiempo la tragedia del albatros se ha vuelto todavía más amarga. Según cuenta Muñoz Molina, la progresiva contaminación de los mares ha añadido ingredientes inesperados y poco saludables a su dieta, como "mecheros, tapones de botellas de agua o anillos de plástico de los que sujetan eso que en los supermercados llaman packs de latas de cervezas". Pobre albatros. En solidaridad con su triste historia he decidido colgar aquí un vídeo que no tiene nada que ver con pájaros, pero sí con su principal enemigo: los plásticos. El corto es una especie de Toy Story rodado con botellas de leche, producido por Friends of the Earth para alertar sobre los peligros de los envases. Sí, lo sé: cuando llegue el holocausto zombie presagiado en The Walking Dead lo único que nos mantendrá vivos será precisamente la comida que (hoy) llevan dentro. Pero... ¿qué impide que mientras esperamos a Rick Grimes, por lo menos reciclemos correctamente? Aunque sólo sea para echar un cablecito al pobre albatros, que ya tiene bastante.
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03 junio, 2011
On the air (XI). El glamour (perdido) de volar en avioneta a África.
Que Franco y el franquismo son la antítesis del glamour es algo que, a estas alturas, está fuera de toda duda. Nada menos sofisticado que un militar tripudo y ultracatólico, con voz aflautada y acento gallego. Sin embargo, en la génesis del golpe de estado del 18 de julio hay un episodio digno de una película del mejor Hollywood: el vuelo del Dragon Rapide. O, para que nos entendamos, el vuelo que llevó a Franco desde Gran Canaria hasta África para ponerse al mando de las tropas recién sublevadas. Atentos a los ingredientes de la historia, a ver quién da más glamour: un avión alquilado en Londres, dos voluptuosas rubias a bordo para distraer a los aduaneros, escalas en Casablanca y hasta un telegrafista espía que aprovechaba cualquier momento para emborracharse. Santo Dios, qué clase y qué poco les duró. Me pregunto si Annie Leibovitz conocía la historia cuando decidió retratar a Bono y a su mujer para una campaña de Louis Vuitton. La fotografía parece contarnos que estos dos se mueven en avioneta por el mundo. Como los pijazos de Vicky Cristina Barcelona, sólo que en vez de irse a Asturias se van a ver leones. "Todos los viajes empiezan en África", dice el eslogan. Lo dicho, igualito que Franco y su Dragon Rapide. Pero... ¿qué se supone que ha pasado con el glamour? Ay, entre los dedos morcillones de Bono, la cara que pone su mujer de "esto no es África, es Calasparra" y la artificiosidad de toda la puesta en escena, a mí me da más risa que ganas de vestir mejor. Si me lo dicen cuando tenía quince años no habría dado crédito: ¡Franco más glamouroso que la Leibovitz y Bono juntos! ¡Imposible!
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31 mayo, 2011
On the air (X). Gatos, liebres y la publicidad en el museo.
Si hay una cosa que me divierte en el mundillo del arte es el desparpajo de los comisarios a la hora de metértela doblada. Basta con quitar la etiqueta donde ponía "gato" y colocar otra donde ponga "liebre", y todo el mundo a comulgar con ruedas de molino. Ayer mismo, por ejemplo, se inauguró una exposición de PhotoEspaña con retratos a la encáustica de hace dos mil años. Te dicen que son "las primeras fotos de carnet" de la historia y te los colocan en la principal feria de fotografía de España. Qué morro. El fenómeno se repite tan frecuentemente que cuando alguien va con la verdad por delante se agradece. Es lo que pasa con el vídeo que Richard Phillips va a presentar el sábado que viene en la Bienal de Venecia: no pretende ser liebre, no engaña a nadie: es gato, y a mucha honra. O mejor dicho: no es tanto "arte" como "publicidad". Phillips, famoso por pintar retratos de petardos pop, se ha desmarcado ahora con un vídeo de Lindsay Lohan al más puro estilo Herb Ritts. El vídeo ha sido seleccionado para la feria veneciana por POST, "la primera revista creada exclusivamente para el iPad", como parte de un proyecto sobre publicidad y arte llamado Comercial Break. Y a mí, que siempre he sido fan de los anuncios de colonia, me encanta. Me recuerda a una campaña maravillosa que Ritts hizo para Levi's, allá por los primeros noventa, en que se veía a un montón de modelos volando por el aire. Adjunto los dos vídeos para demostrar que esto sí pertenece a la misma familia, no como los retratos del arqueológico y PhotoEspaña. ¡Que tomen nota los comisarios!
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19 mayo, 2011
On the air (IX). Calder, Antonio de Felipe y mi secreto conservadurismo.
Me gusta curiosear en las fotos de las casas de la gente porque las sorpresas que encuentro siempre me dan qué pensar. En la contraportada de EL PAÍS del 8 de mayo, por ejemplo, descubrí que Paolo Vasile tiene un libro de Antonio de Felipe en su despacho. Y cuatro meses antes, en el ¡Hola! del 12 de enero, observé que Elena Benarroch tiene un Calder en su salón. El amigo de Berlusconi y la amiga de Felipe González, cada uno con su gusto artístico a la vista del mundo entero. ¿Cómo resistirse a tomar partido? ¿Quién tiene mejor gusto, el responsable de la telebasura en España o la peletera más progre de la prensa rosa? A bote pronto yo me quedo con Benarroch. O sea, con Calder frente a Antonio de Felipe. Pero si lo piensas un poco, las filosofías estéticas de uno y de otro no están tan lejos como cabría suponer. Los dos operan una suerte de infantilización del arte, el primero evocando los móviles que se ponen encima de las cunas y el segundo con cuadros de Bart Simpson. Y además, los dos son súper decorativos. ¿Por qué, entonces, prefiero a Calder? Confesemos la verdad: porque por mucho que vaya de punki, en realidad soy un conservador. Las esculturas en el aire de Calder, tan quietecitas y silenciosas, me transmiten una impagable sensación de calma. Y, sin embargo, los cuadros de Antonio de Felipe petardean con algo muy, muy serio: las portadas de mis discos favoritos. Y eso, claro, me escandaliza. ¡El bebé de Nevermind con un pez de Disney! ¡Carpanta en el Three Imaginary Boys! ¡Oh, Dios, me he hecho mayor!
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18 mayo, 2011
On the air (VIII). La Trompeta de Jericó.
Lo mejor de Expiación, la polémica novela de Ian McEwan, son los pasajes que explican por qué el ataque de un avión Stuka era lo más jodido que te podía pasar en la Segunda Guerra Mundial. Cuando leí el libro yo no sabía nada de aviación bélica, pero mi suegro es un experto y me explicó el motivo de tan siniestro prestigio aéreo: los Stuka no dejaban caer las bombas desde arriba, sino que bajaban en picado para apuntar mejor. En términos futbolísticos, la distancia que separaba el ataque de un avión normal del ataque de un Stuka es la misma que separa a un portero que intenta meter gol con un saque de puerta y a Maradona atravesando el campo en la final de México 86. Te dejaba el paquetito en el felpudo, vamos. Sin embargo, lo que a mí me impresiona más no es esta demostración de buen hacer alemán, sino un pequeño detalle relacionado con lo psicológico: cuando venía a por ti, el Stuka también hacía sonar una sirena. "La trompeta de Jericó", se llamaba. ¿Y para qué sonaba? Sólo para que te hicieses caquita. Igualito que cuando Freddy Krueger arrastra sus cuchillas por las tuberías de tus pesadillas, solo que aquí no te podías despertar. ¿Hay algo más siniestro que ser capaz de identificar el sonido de tu muerte antes de que te llegue? Como escribe McEwan, debe de ser "el sonido del pánico en sí mismo".
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17 mayo, 2011
On the air (VII). Diego Manrique y el Mossad.
Hace tres días un amigo me contó, preocupado, que el Mossad había estado puteando al nuevo novio de su ex. Lejos de provocarle algún tipo de satisfacción, el hecho de que un montón de rudos agentes hebreos hubiesen profanado al tío que le había levantado a su novia era una noticia terrible para mi colega. Pienso en ello cuando leo el artículo que Diego Manrique, antigua vaca sagrada de Radio 3, publicó ayer en EL PAÍS. Aunque ya ha pasado casi un año desde que le echaron de la radio pública, parece que el pobre Diego todavía está lleno de rencor. Y lo que es peor: este rencor no va dirigido sólo hacia los chapuceros directivos de la radio pública, que probablemente se lo merecen, sino hacia los pobres periodistas que han venido a sustituirle. Cuando leo que describe a esos nuevos "diletantes" de las ondas como gente de "discurso pobre" con un "universo musical limitado", no puedo dejar de pensar que habla desde el resentimiento pueril de un novio suplantado. Sí, yo también echo de menos el Ambigú, señor Manrique, yo también creo que Radio 3 es un tesoro a proteger. Pero eso no impide que pueda disfrutar con los melocotonazos de Hoy empieza todo o con la casquería sonora de Carne Cruda, por poner dos ejemplos de programas nuevos que ahora tenemos en el aire. Como siga usted publicando filípicas de esta calaña, acabaré pensando que no le importaría tener al Mossad haciendo de las suyas con sus ex compañeros. Y ya de paso... ¡deje de mirarme como si fuese una celebrity de Joaquín Reyes!
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16 mayo, 2011
On the air (VI). Dudas existencialistas en torno a una cagada de Blogger.
El jueves pasado Blogger petó y automáticamente se fueron al garete todos los posts y comentarios de miles de blogs. Casualidades de la vida, precisamente ese día yo había decidido retomar mi intermitente actividad bloguera después de casi un mes de silencio. Escribí un post sobre millonarios que se redimen haciendo fotos a instantes irrepetibles, pinché en "publicar" y volví a mi rutina de desempleado, convencido de que mis palabras ya habían dado el salto a la eternidad, que se quedarían para siempre en la blogosfera. Pero, como he contado, no ocurrió así. Una vez subido a Blogger, mi post apenas se mantuvo legible unas horas. Después desapareció, como si nunca hubiese existido. Si he podido restaurarlo ha sido porque tengo el blog redireccionado al correo de Gmail y todo lo que publico se copia automáticamente allí. Durante cuatro días, mis reflexiones sobre Lartigue y la poética de los momentos irrepetibles se quedaron flotando en un limbo. Existían porque habían sido pensadas, escritas, publicadas y registradas por los mecanismos automáticos de la maquinaria Google, pero al mismo tiempo no existían porque no había rastro de ellas en la red. Ni siquiera esa misma maquinaria era capaz de rastrearlas. Me ha costado mucho decidir si me tomaba la molestia de copiar el texto y volver a publicarlo. Al final, movido por un impulso conservador y ligeramente narcisista, lo he hecho. Pero cada vez tengo más claro que, en realidad, no escribo tanto para ser leído como para disfrutar con el hecho de escribir. Si luego las palabras quedan en el aire o no, eso cada vez me importa menos.
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On the air (V). Henri Lartigue y el milagro de la evanescencia eterna (Redux).
Hace años desconfiaba de la gente rica y ociosa. Para mí, un tipo cuya única ocupación fuera divertirse sólo podía ser un inmoral, un vago, un parásito social. Así de integrista era yo. Menos mal que con el tiempo he aprendido a templar mis prejuicios, y ahora sé que algunos millonarios hacen cosas maravillosas con su tiempo libre. Aunque vivan en una burbuja y no tengan contacto con la Tierra. Jaques Henri Lartigue, por ejemplo, estaba predestinado a una vida intrascendente de vacaciones perpetuas. Habría llegado a este mundo, se habría corrido la gran juerga y se habría muerto sin dejar rastro, concentrado sólo en su propio placer. Pero cuando era un crío su padre le regaló una cámara de fotos y él, obsesionado por documentar el hedonismo a su alrededor, acabó operando un inesperado milagro: lo evanescente se hizo tangible. La risa, la euforia de la emoción límite, ese momento irrepetible de felicidad suprema que no podemos expresar con palabras y que durante mucho tiempo le estuvo vedado al resto de los mortales, todo eso se volvió permanente. Lartigue usó su cámara para que los efímeros instantes de felicidad aristocráticos se convirtiesen en eternidades disfrutables por el pueblo llano. Y ahora sus fotos están en Caixaforum. Curiosamente, la mayoría de estos momentos tienen que ver con estar en el aire: un esquiador saltando, un coche tan rápido que ni siquiera toca el suelo con las ruedas, el vértigo de tirarte desde el trampolín y sentir que estás volando... Más allá de una posible lectura política, lo que yo veo aquí es una lección sobre la vida. Nota mental: "cuanto más separes los pies del suelo, mejor te lo vas a pasar".
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18 abril, 2011
On the air (IV). Jeff Koons, el Señor de los Elementos.
Tres balones llenos de aire y perfectamente suspendidos en un tanque de agua pueden ser una metáfora de todo lo que se te ocurra. En la página de la Tate, uno de los museos que pagó por ellos, dan varias interpretaciones posibles: que si representan el estado definitivo del ser (la muerte), que si aluden a la nostalgia o a la ambición, que si son una ironía sobre la diferencia entre chicos blancos y chicos negros porque unos se entretienen con arte y otros con deportes callejeros... Como digo, todo lo que se te ocurra. A los musiqueros, estas pelotas les harán pensar en la portada del Thirteen de Teenage Fanclub, un plagio descarado sobre el que, sorprendentemente, no he encontrado nada en Google. A mí, que soy sensible a lo sobrenatural, me producen el asombro de los fenómenos imposibles. La primera vez que los vi tuve la sensación de estar asistiendo a una subversión de las leyes de la física, como cuando los santos levitan. Más tarde he aprendido que el milagro de la suspensión del balón no es eterno, que cada cierto tiempo hay que cambiar el agua para que siga flotando. Pero sigo pensando que Jeff Koons -el autor- es una especie de Señor de los Elementos, capaz de doblegar al aire según su antojo. De hecho, este mismo año Koons ha ido a los tribunales para reclamar la propiedad intelectual de los globos con forma de perro. ¿Por qué iba a hacer algo así, si no fuera porque sabe que el aire es suyo?
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10 abril, 2011
On the air (III). Nocilla Experience y Albert Einstein.
"1922. Ante un auditorio japonés, Albert Einstein cuenta cómo, a finales de 1907, se le ocurrió la idea: "Estaba sentado en mi mesa, en la oficina de patentes, cuando, de repente, un pensamiento me vino a la cabeza: si alguien cae libremente no siente la fuerza de la gravedad, no siente su propio peso. Me quedé sobrecogido. Esa idea tan simple dejó una profunda huella en mí y fue la que me impulsó hacia una Teoría de la Relatividad General. Fue el pensamiento más afortunado de mi vida". Einstein, a la vez que la creó, borró la gravedad de un plumazo. Crear objetos, procrear, generar masa gravitante, consiste en intentar descubrir, sin éxito, adónde fue a parar toda esa fuerza".
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08 abril, 2011
On the air (II). Mad Men y la enjundia de una larga caída libre.
"Un tipo sin rostro se despierta y toma el desayuno con su familia perfecta. Se pone el abrigo, los guantes, y se va al trabajo. Monta en un ascensor, sube a su oficina, abre la ventana y se tira". Ésta era la idea original que Matt Weiner, guionista y productor ejecutivo de Los Soprano, tenía en mente cuando encargó los créditos de Mad Men. Un planteamiento con el que cualquier hijo de vecino se podría identificar porque, quien más o quien menos, todos ocultamos un drama detrás de nuestra aparente normalidad. Y encima, con sorpresa final. Matt Weiner se presentó con esos mimbres en la agencia que diseñaba los créditos para las películas de Spielberg y les encargó que creasen la cabecera de su nueva serie. Pero los señores de la agencia, que eran todavía más sabios que él, se saltaron el guión impuesto y cambiaron el desenlace. En lugar de ser un tipo vulgar y corriente que acaba tirándose por una ventana, que fuera al revés: un tipo que se acaba de tirar por una ventana y, al final, resulta ser vulgar y corriente. El vuelo en picado de Don Draper es mucho más enjundioso que su día a día en el curro, por mucho que tenga la profesión más molona del mundo. Al contrario de lo que argumentan en El Odio, lo importante en este caso sí es la caída. El aterrizaje da igual; por mí, como si tarda cinco temporadas más en llegar.
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06 abril, 2011
On the air (I). Sánchez Cotán y el misticismo de las lechugas.
Empiezo confesando una verdad incómoda: los bodegones me producen pereza. Pero, al mismo tiempo, reconozco que también me fascinan. Las dos emociones juntas, si es que eso es posible. Me fascinan porque veo en ellos cierta espiritualidad, un sentido trágico de la vida que tiene que ver con la certeza de la podredumbre final. Y me aburren porque, para qué negarlo, suelen ser bastante monótonos. Mi pintor de bodegones favorito es este señor: Sánchez Cotán. Además de ser uno de los primeros que cultivó el género, allá por el siglo XVII, fue uno de los pocos que colgaba las frutas. Lo normal era que se colgasen los conejos muertos, pero no las frutas. ¿Para qué iba a atarse una lechuga del techo? El hecho de que Sánchez Cotán estuviese tan colgado me despierta una simpatía inmediata. Pero es que, además, la lechuga en suspensión queda estupenda. A mí, particularmente, me agudiza la sensación de gravedad. Y de paso, también esa impresión de que al final es inevitable que todo se acabe. Igual que la manzana de Newton se descolgó del árbol, tú te vas a morir, este curro no te durará toda la vida y tu ordenador acabará echando humo. Son certezas jodidas, pero que caen por su propio peso. ¿Y cuál es la lección, entonces? No pienso ponerme profundo: la lección es que no se puede subestimar el misticismo de las lechugas. Sobre todo si están en el aire.
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04 abril, 2011
Anuncios que dan mal rollo (y III). El doctor Chams.
Cuando era niño lo que más miedo me daba del mundo mundial era que se colase en mi cuarto el zombi de La casa al lado del cementerio. El Doctor Freudstein, que así se llamaba, era un monstruo manco y sin ojos que utilizaba los cuerpos troceados de sus víctimas para regenerar sus propias células sanguíneas y garantizarse una vida eterna. Yo vi la película en casa de mis tíos y me pasé cuatro años sin pegar ojo, hasta que alguien me explicó que en la vida real no existen doctores así y pude volver a dormir. Desde entonces han sido veinte o treinta años de paz y sueños (casi) plácidos. Pero mira tú por dónde, hace algunas semanas me topé con este anuncio en EL PAÍS y he vuelto a tener pesadillas. Por mucho que haya cambiado, sé que este señor es el Doctor Freudstein. A mí no me engaña, aunque se haya cambiado el nombre y se haga llamar Doctor Chams. Es él, lo sé, el monstruo de La casa al lado del cementerio. Sigue buscando la inmortalidad pero ahora se ha sofisticado: ha dejado de ser tuerto, se ha puesto una mano de plástico y ha sustituido el hacha carnicera por la asepsia de la jeringuilla. Pero, como digo, en esencia sigue siendo el mismo doctor obsesionado por conseguir la vida eterna. En foros de internet he leído que el Doctor Chams hablaaaa estirandooo las palabraaaas y que cobra 1500 euros por clavarte la jeringuilla en la frente. Con el descubrimiento ha regresado, intacto, ese terror de mis ocho años que creía haber superado: el miedo a cerrar los ojos por la noche y sentir el escalofrío de las gotas de la jeringuilla cayendo sobre mis párpados. Uf, qué mal rollo...
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03 abril, 2011
Anuncios que dan mal rollo (II). Dolce & Gabbana.
Hubo un tiempo en que la felicidad vendía. Si abrías una revista y veías un anuncio donde aparecía alguien sonriendo al lado de una hamburguesa, felicidad y hamburguesa se convertían automáticamente en binomio indisoluble; comprendías que lo uno dependía de lo otro y te ibas al burguer a por un menú Whoper porque tú también querías ser feliz. Los anuncios que más calaban eran los que exaltaban el hedonismo de forma casi irresponsable, y el único atisbo de mal rollo que se veía en la tele era algún que otro cura vegetariano. Pero ay, ahora todo ha cambiado y los agoreros son mayoría. El otro día, cuando abrí el periódico, me topé con esta campaña de Dolce & Gabbana. Ni rastro de sonrisas contagiosas, ni de señores que bailan mientras se afeitan, ni de volteretas en la playa. Sólo dos pijas cabreadas que parecen a punto de pegarte en la cara con un bolso de encaje. ¿De dónde sale tanta ira, señores de Dolce y Gabbana? Se me ocurren dos explicaciones: o bien las tendencias publicitarias han cambiado, o bien los pijos han decidido tomar la calle. Yo, personalmente, soy más de la segunda opción. Me da que ustedes los ricos se han hartado de tanto quejica, tanto mileurista y tanto pringado en paro como yo y quieren callarnos la boca a golpe de bolso. "¿Querías pasta?", me dicen, "pues toma hostia pret-a-porter!" Y lo peor es que a 500 pavos que debe de costar el bolso, la hostia me sale a un euro como mínimo. Tal y como está el patio... ¡lo mismo y vuelvo a por más!
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31 marzo, 2011
Anuncios que dan mal rollo (I). Museo Cerralbo.
Esta semana he terminado de leer una novela cortarrollos: Glue, de Irvin Welsh. Sí, el de Trainspotting. Glue es la historia de cuatro escoceses que se hacen colegas cuando van a primaria y se pasan toda la vida viendo cómo los años hacen trizas su amistad. El libro tiene 500 páginas y pico, pero hacían falta muchas menos para ir al grano y decir lo que en el fondo quiere decir: que el paso del tiempo te machaca sin piedad. De hecho, basta con un anuncio como éste del Museo Cerralbo. Ojito con el eslogan, que no podía ser más agorero: "Sabemos cómo terminó la partida. La ganó el tiempo". Qué mal rollo, ¿no? ¿Había necesidad de ser tan crudos, señores cerralbos? Para mí la vejez es hablar de David el Gnomo a gente que nunca vio la serie o comprarme cremas hidratantes de Delyplus; algo con lo que convivo pero que no me hace especialmente desgraciado. Pero ustedes, señores cerralbos, se empeñan en hacer sangre. Son como los camareros que encienden las luces de las discotecas o como los amiguetes que te dicen que tienes un grano: unos aguafiestas. "Los dados están trucados en tu contra", me dicen, "deja de esforzarte porque te van a salir malvas igual". Sinceramente, después de ver este anuncio no sé si merece más la pena visitar el museo de ustedes o dejar que me atropelle un autobús de dos pisos, que por lo menos es una opción pop. ¡Luego no se quejen si en sus salas sólo hay fantasmas!
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28 marzo, 2011
Murcia da miedito (y V). Introducing Spain. Cedric Salter.
En el nuevo disco de Sr. Chinarro hay una canción que dice: "la noche pasada soñé que Murcia va a desaparecer". Me acuerdo de ello justo antes de empezar a escribir este post porque creo que algo parecido debió de soñar Cedric Salter. Soñar, me refiero, en el sentido de "desear", no de estar dormido. Cedric Salter debió de desear que Murcia desapareciese porque sentía auténtico pavor hacia ella. Allá por los años cincuenta, este inglés escribió una guía turística titulada Introducing Spain donde nos ponía a caer de un burro. Alis dio con el libro en la British Library y me mandó el fragmento en cuestión. No tiene desperdicio, así que lo reproduzco íntegro: "Mucha gente decide quedarse en Murcia, a 52 millas de Alicante, pero es frecuente que se arrepientan. Sus procesiones de Semana Santa están entre las mejores que se pueden ver en España; pero para mí es una ciudad sin lo que los españoles llaman simpatía. Quizás el secreto de mi disgusto yace en el carácter de los murcianos. Disfrutan -y a mí, de hecho, me aterrorizan- con la reputación de ser el pueblo más iletrado y sediento de sangre de toda España. De hecho, yo mismo puedo asegurar que la mayoría de quema de iglesias y otras atrocidades de los primeros días de la Guerra Civil fueron llevados a cabo por hombres y mujeres de esta provincia. Si quisieses contratar a un matón para que empujase a algún pariente rico pero demasiado longevo desde un acantilado, deberías escoger a un murciano. En todos los casos de asesinato, robo con violencia o violación que llega a los Tribunales Españoles, es inevitable que la banda responsable contenga una alta proporción de ellos". Las cursivas, se entiende, son palabras castellanas en el original. Murcianos sin simpatía. Glups. ¿Cuántos ingleses nos tendrán miedito después de leer todas esas lindezas?
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10 marzo, 2011
Murcia da miedito (IV). New York Dolls.
En el eterno debate sobre qué grupo inventó el punk, muchos opinan que fueron los New York Dolls. Unos tíos que iban por ahí vestidos de mujer en una época -los primeros setenta- en que ir vestido de mujer daba más miedo que pertenecer a los Ángeles del Infierno. Su disco de debut se publicó en 1973 y está dedicado a Billy Doll, el batería original (segundo por la izquierda). Billy había fundado el grupo y había contribuido a que se convirtiese en un fenómeno, pero se murió cuando todavía no tenían ni discográfica. Ocurrió en un viaje a Londres, a donde habían ido para telonear a Rob Stewart. De un día para otro, los Dolls pasaron de tocar ante las 350 personas que les conocían en Nueva York a tocar delante de las 13.000 que habían ido a ver a Stewart. Se convirtieron en un pelotazo y todo el mundo quería arrimarse a ellos. Una noche, unos culturetas pijos a los que ni siquiera conocía, invitaron a Billy Doll a una fiesta en un piso. Allí se inflaron a Quaaludes, unas pastillas de moda, y Billy se quedó frito. Los pijos culturetas podían haber avisado a una ambulancia, pero en lugar de eso tuvieron la genial idea de meterle en una bañera llena de hielo para que se espabilase. Y como no se espabilaba, se acojonaron y se fueron por patas, dejándole inconsciente en el agua. Billy Doll, que apenas tenía 22 años, se ahogó y se convirtió en el primero de una larga serie de punkis que palmaban por culpa de la droga. Para muchos, su nombre quedaría asociado eternamente a destrucción y muerte. Pero, oh, sorpresa, su nombre real no era Billy Doll. Era Billy Murcia.
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05 marzo, 2011
Murcia da miedito (III). Últimas tardes con Teresa.
Uno de los personajes más valorados de la literatura española reciente es el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa. Yo no conozco a mucha gente que haya leído el libro, pero eso no significa que no sea importante. De hecho, hasta hace poco había en el Metro de Madrid una campaña institucional que trataba de convencer a la muchachada de que el Pijoaparte mola, y mucho. En carteles pegados por los vagones, el protagonista de la tercera novela de Juan Marsé aparecía como una suerte de Loquillo en versión delincuente: macarra, chulo, rebelde, aficionado a robar motos y a tirarse a guiris. Pero no se contaba que, además de todo eso, el Pijoaparte es murciano. Y no porque hubiese nacido en Murcia, no, sino porque era un chungo. Al parecer, en la Cataluña de los años sesenta se denominaba "murcianos" a los charnegos. O sea, a los inmigrantes del sur que no tenían donde caerse muertos y habitaban los barrios marginales de la ciudad. "Murciano como denominación gremial, no geográfica: otra rareza de los catalanes", aclara el propio narrador. A pesar de que el Pijoaparte es natural de Ronda (Málaga), a lo largo de las cuatrocientas y pico páginas de Últimas tardes con Teresa se habla continuamente de él como "el murciano". Cuando roba, cuando se cuela en las casas de los ricos, cuando se pasea por el barrio Chino y todo el mundo le teme, el Pijoaparte siempre es "el murciano". Y claro, ya se sabe cómo funciona la mente. A partir de ahí, a ver qué lector no saca la conclusión de que todo el que viene de Murcia es de armas tomar. Menudo miedito, pasarse por Murcia...
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27 febrero, 2011
Murcia da miedito (II). Riña en la Venta Nueba.
Hoy en día es fácil tomar el traje regional por indumentaria de borrachera o por burdo disfraz de promoción turística, pero hubo un tiempo en que también funcionaba como herramienta de reconocimiento. Si te cruzabas por el camino a un tipo con zaragüelles blancos, faja y esparteñas, sabías que venía de Murcia. La ventaja de aquella uniformidad es evidente: una vez que habías visto a un murciano, ya eras capaz de reconocer a todos los demás. El mundo se convertía en un lugar más manejable. Pero claro, también había un problema: a fuerza de simplificar la identidad de cada cual se corría el riesgo de reducirla a sólo uno o dos rasgos. Y si además esos rasgos eran negativos, arreglados íbamos. Pienso, por ejemplo, en la Riña en la Venta Nueba de Goya. Cuando el pintor tuvo la idea de mostrar una pelea de bar en su cuadro, probablemente lo único que deseaba era recrearse con el casticismo y el ambiente popular de los caminos en torno a Madrid. Pero ay, imprudente de él, en lugar de usar a personajes anónimos optó por un señor con zaragüelles blancos, faja y esparteñas. O sea, un murciano. El más macarra del cuadro, el que pega puñetazos porque no sabe perder en las cartas o porque ha sido descubierto en una trampa, ése es un murciano. Una vez más, Murcia como lugar depravado. ¿Qué pensarían de nosotros los que viesen la pintura? No es difícil suponer que nos tomarían por individuos pendencieros y tabernarios. Y tendrían miedito...
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17 febrero, 2011
Murcia da miedito (I). La Dama de Shanghai.
Orson Welles vino por primera vez a España en 1933 y acabó enterrado en Ronda. Le chiflaban los toros. Pensaba que una corrida era una tragedia en torno a la pérdida de la inocencia del animal, en torno al sacrificio de su "perfecta virginidad". Quizás por eso, cuando en 1947 escribió La Dama de Shanghai, pensó en nosotros. El protagonista Michael O'Hara tenía que arrastrar un turbio pasado; tenía que haber perdido la inocencia y estar atormentado por ello. Welles debió de acordarse de esos toros virginales a los que había visto morir heroicamente en nuestras plazas y decidió hacerles un guiño. Convirtió a Michael O'Hara en un personaje arrepentido por haber matado a otro hombre, y ubicó en España el asesinato. Más concretamente... en Murcia. De este modo, aunque La Dama de Shanghai no tiene nada que ver con nosotros, Murcia pasó a ocupar un inquietante lugar en el imaginario colectivo de los cinéfilos de todo el mundo. Se convirtió en un remoto lugar de envilecimiento: un lugar donde los hombres dejan de ser hombres y se convierten en asesinos. La censura de Franco lo cambió en el doblaje, pero aun así... ¡qué miedito!
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