05 marzo, 2011

Murcia da miedito (III). Últimas tardes con Teresa.

Uno de los personajes más valorados de la literatura española reciente es el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa. Yo no conozco a mucha gente que haya leído el libro, pero eso no significa que no sea importante. De hecho, hasta hace poco había en el Metro de Madrid una campaña institucional que trataba de convencer a la muchachada de que el Pijoaparte mola, y mucho. En carteles pegados por los vagones, el protagonista de la tercera novela de Juan Marsé aparecía como una suerte de Loquillo en versión delincuente: macarra, chulo, rebelde, aficionado a robar motos y a tirarse a guiris. Pero no se contaba que, además de todo eso, el Pijoaparte es murciano. Y no porque hubiese nacido en Murcia, no, sino porque era un chungo. Al parecer, en la Cataluña de los años sesenta se denominaba "murcianos" a los charnegos. O sea, a los inmigrantes del sur que no tenían donde caerse muertos y habitaban los barrios marginales de la ciudad. "Murciano como denominación gremial, no geográfica: otra rareza de los catalanes", aclara el propio narrador. A pesar de que el Pijoaparte es natural de Ronda (Málaga), a lo largo de las cuatrocientas y pico páginas de Últimas tardes con Teresa se habla continuamente de él como "el murciano". Cuando roba, cuando se cuela en las casas de los ricos, cuando se pasea por el barrio Chino y todo el mundo le teme, el Pijoaparte siempre es "el murciano". Y claro, ya se sabe cómo funciona la mente. A partir de ahí, a ver qué lector no saca la conclusión de que todo el que viene de Murcia es de armas tomar. Menudo miedito, pasarse por Murcia...

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