30 octubre, 2007

El jinete polaco. Dos chicas en Varsovia.

He dejado para el final una de mis fotos favoritas de la serie. La hice en Varsovia, una tarde de lluvia. Estas dos chicas pertenecían a un extraño grupo que no supe comprender muy bien a qué se dedicaba. Eran unos quince o veinte chavales, todos vestidos como si fuesen boy-scouts, que se habían reunido alrededor del monumento a la resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial. Las dos chicas y sus compañeros tenían velas encendidas, y unos monitores les daban instrucciones en polaco. Como estaba lloviendo no pude quedarme a ver el final de la fiesta, pero hice esta foto. Me gusta, sobre todo, por el contraste de actitudes: una mira a su amiga, y la otra nos mira a nosotros; una sonríe, la otra está seria.

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Juan Hidalgo, Zaj y los Hermanos Marx

A Juan Hidalgo las fronteras que imponen los medios de expresión tradicionales siempre se le quedaron cortas.
Como compositor, fue el primero en España que hizo música electroacústica (aquélla que se sirve de sonidos generados automáticamente por medio de máquinas), y también el primero en sugerir que los instrumentos no tenían por qué tocarse según los métodos canónicos (el piano presionando las teclas, el violín rozando las cuerdas con el arco), sino que podían convertirse en maravillosas herramientas polivalentes.
Como artista, fue nada menos que el fundador de Zaj en 1964, uno de los grupos de vanguardia más dadaístas que este país ha dado a luz. Zaj (Juan Hidalgo, Walter Marchetti, Esther Ferrer…) desmitificaba el objeto artístico a favor de la acción desenfadada. Hacían, por ejemplo, conciertos itinerantes por las calles de Madrid, y enviaban “arte postal” a unos atónitos destinatarios que recibían tarjetas con textos incomprensibles. Sus acciones eran conciertos, performances, bromas juerguistas, y tantas cosas más que tuvieron que bautizarlos como Etcéteras.
Pinchad aquí para haceros una idea de cómo sonaba Juan Hidalgo por entonces. Son tres variaciones sobre un mismo tema, muy divertidas. Y para haceros una idea del impacto que debía de causar en la España franquista de los años 60, echad un ojo al vídeo, más divertido todavía.



Pues bien, hoy Juan Hidalgo ya es octogenario y empieza a ser respetado por la respetable crítica, y con motivo de su cumpleaños el Ensemble Madrid le dedicó un concierto-homenaje en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De esa tarde me llevo el recuerdo de haber visto a un mito con la más amable de las sonrisas. Pero, sobre todo, me quedo con la felicidad de haber reconocido a otro de mis mitos: Los Hermanos Marx.
Desde el concierto-acción de Juan Hidalgo los Marx a mis ojos quedan revalidados como auténticos artistas Zaj: Los intérpretes de la obra de Hidalgo golpeaban sus violines con las manos, arañaban las cuerdas con las uñas y utilizaban las varillas para rascarse el cogote o para pinchar al compañero. A mí, todo eso me recordó imágenes como la de Harpo aporreando un piano hasta desarmarlo para utilizar las cuerdas interiores como harpa, o esa escena en que se cuelan en una orquesta, le roban la batuta al director y con ella entablan una lucha de esgrima contra toda la sección de viento. Esas piezas musicales aparentemente inofensivas que los Marx introducían en sus películas ironizaban con los métodos ortodoxos de hacer música y reivindicaban un mundo de libertad para el músico y el intérprete. Al más puro estilo Zaj, vaya.

¡Viva Juan Hidalgo! ¡Vivan los Hermanos Marx!

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28 octubre, 2007

El jinete polaco. La estatua de Varsovia.

En Varsovia todavía quedan estatuas gigantescas que recuerdan la megalomanía de los regímenes comunistas. Algunas, como ésta, casi parecen un retrato de Lennin. La foto me gusta por el contraste entre las dos figuras, la chica que estudia y la escultura a su lado. Frente a la monumentalidad de la estatua, la chica parece diminuta, casi invisible. Y algo parecido ocurre con las actitudes: el señor posa envarado, con la solemnidad propia de las alegorías, mientras que la muchacha ni siquiera se entera de que está posando. Es una buena ironía.

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27 octubre, 2007

El jinete polaco. Sin título.

Siempre me ha atraído la fotografía abstracta de cosas reales. Mirar un objeto con la suficiente perversidad como para que deje de ser lo que es y se convierta en cualquier otra cosa es divertidísimo. La única condición que me impongo es que la imagen mantenga un nexo con la realidad, para que el trampolín del salto poético sea más consistente. Un ejemplo sería esta foto: el objeto se reconoce perfectamente, pero sigue siendo posible que cada cual lo tome a su antojo y lo convierta en eso que, durante un segundo, creyó que era. O que no era.

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24 octubre, 2007

Calatrava practica Barroco.

Al Ayuntamiento de Bilbao se le ocurrió un buen día, vaya por dios, la desbaratada idea de modificar levemente la barandilla del puente Zubi Zuri de Calatrava para unirlo a la pasarela diseñada por el japonés Arata Isozaki, y así comunicar mejor la ría con el centro de la ciudad y, de paso, hacer la vida de los bilbaínos más cómoda y agradable. Calatrava, claro, sintió vulnerada su propiedad intelectual. Y el juez, claro, ha estimado que tiene toda la razón para enfadarse, porque no tenían derecho a transformar su creación, que por otra parte pertenece al Ayuntamiento y que fue pagada con el dinero de todos esos contribuyentes con cuya opinión el señor magistrado, por supuesto, no ha contado.
Algo debe de ir mal en la cabeza de ese juez, cuando se le olvida que la arquitectura, al contrario que el resto de las artes, debe ser ante todo valorada en base a su funcionalidad, ya que desde su nacimiento (allá por las épocas neolíticas en que los hombres salieron de las cavernas y se sedentarizaron en pueblos agrícolas) obedeció a una necesidad básica del ser humano: la del cobijo. Algo debe de ir mal también en la cabeza de Calatrava-superstar, cuando olvida que todos los avances en arquitectura en el siglo XX, todos esos arquitectos revolucionarios a los que el mundo entero admira (Gaudí, le Corbusier, Mies van der Rohe…) y esos movimientos que fueron decisivos para el urbanismo y la construcción posteriores (el Movimiento Internacional, la Bauhaus…) lo fueron en cuanto que dieron pasos importantes en la satisfacción de las necesidades de los hombres, y en la mejora de las condiciones de vida en las ciudades.
Tan sólo se me ocurre una época en que la funcionalidad de la arquitectura fuera tan despreciada y minusvalorada como en el presente, y es la del Barroco. A Bernini le importaba un comino que sus iglesias y palacios fueran fáciles de habitar, mientras desplegaran la escenografía de exaltación católica que interesaba a su cliente (el Vaticano) para luchar contra la Reforma. A Calatrava, por su parte, le importa un comino que su puente sea práctico y que los bilbaínos lleven años sufriendo resbalones sobre su espléndida pasarela de madera pulida, mientras éste sea vehículo de su expresión plástica personal.
Ya sé que las elegantes formas biomórficas de los edificios de Calatrava no recuerdan en absoluto a los excesos ornamentales barrocos, pero, ¡que esta apariencia moderna no os engañe! En el fondo, su espíritu pertenece al Barroco.
La diferencia entre Bernini y él es que el italiano servía al Papa, y el valenciano sólo a su enorme ego. Y la diferencia entre la sociedad de entonces y la nuestra es que ellos practicaban ciegamente el catolicismo, y a nosotros nos ciega la religión del artista-superstar.

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23 octubre, 2007

El jinete polaco. Gdańsk.

Gdańsk es una ciudad poco conocida si tenemos en cuenta su importancia histórica. De hecho, no todo el mundo sabe cómo se llama en realidad, si Danzig o Gdańsk. Pero en cuanto escarbas un poco descubres que éste fue el lugar donde estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, y que medio siglo más tarde fue aquí donde nació el sindicato Solidaridad, el principio del fin del bloque comunista. Dos de los acontecimientos más importantes del siglo XX. A día de hoy la ciudad es, sobre todo, un destino turístico muy agradable. Las grúas del astillero donde se gestó Solidaridad se divisan a lo lejos, sobre la playa, y los atardeceres son espléndidos.

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22 octubre, 2007

El jinete polaco. Un dibujante.

Los entretenimientos para turistas que uno puede encontrarse en las ciudades polacas llaman la atención por su inocencia. Ni pizca de la artificiosa sofisticación de las Ramblas de Barcelona o la Plaza Mayor de Madrid. En una calle principal polaca, atestada de guiris, es posible encontrar a payasos que sólo llevan una nariz roja y unos pantalones chillones. O a alguien disfrazado con un traje viejo de oso. O a un muchacho como éste, que vende sus dibujos del infierno como si fueran postales de playas caribeñas. Yo no hice fotos de los payasos tristes ni de los osos remendados, pero sí que me llevé un retrato de este chaval. Me impresionó esa seguridad casi desafiante que tiene en la mirada. Hace falta mucho valor para salir a la calle a defender dibujos tan personales, que nadie querría colgar en su casa. Por si alguien tiene dudas, yo no compré ninguno: me dan miedo los monstruos.

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21 octubre, 2007

El jinete polaco. Cruz en la carretera.

Polonia es el país donde más miedo he pasado con el coche. Encontrarte a un tío que viene de frente dándote las largas porque está adelantando y tú le estorbas es lo más normal del mundo. Al principio te asustas, pero luego aprendes que basta con echar el coche a un lado para dejarle pasar. Donde caben dos, caben tres. Aun así, debe de haber un montón de accidentes porque las carreteras están plagadas de cruces como la de esta foto. Cada pueblo tiene una junto a su entrada, y a veces también en la salida. Después de ver muchísimas llegamos a la conclusión de que se trataba de algún tipo de protección para los conductores. La mayoría de ellas son más grandes que la de la foto y están adornadas con macetas o guirnaldas de colores. Si yo he escogido ésta es porque me gusta que aparezca un señor en la imagen. Y porque me impresiona que ese señor, además, esté descalzo.

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20 octubre, 2007

El jinete polaco. La guarida del lobo.

En Polonia descubrí que Hitler se había pasado más de la mitad de la guerra escondido en un búnker. El lugar se conoce hoy como “la guarida del lobo” y está oculto en un frondoso bosque del norte del país. Cuando los nazis salieron por patas pusieron cargas de dinamita para no dejar rastros, y cuando los rusos llegaron no se molestaron en recoger los escombros. Desde entonces, nada ha cambiado. Actualmente hay autobuses de turistas que recorren la zona como quien se da un paseo por un jardín encantado. Los antiguos edificios todavía están como si acabasen de reventar, sólo falta el olor a quemado. Son enormes estructuras de hormigón, con paredes que miden más de 10 metros de grosor. Por todas partes se leen carteles que advierten del peligro de que te caiga un cascote en la cabeza, y está prohibido entrar a husmear. Desde fuera, uno se asoma a las tinieblas del interior a través de las grietas. Si te acercas mucho, los edificios desprenden silencio y frío, mucho frío. Como las cuevas. A mí me llamó la atención la maraña de hierros del encofrado. Hoy, lo que me impresiona es la empalagosa oscuridad del fondo, que ni siquiera se ilumina con la luz del flash. ¿Qué hay ahí dentro?

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17 octubre, 2007

El jinete polaco. Kazimierz.

El barrio judío de Cracovia se llama Kazimierz. Hace años nadie iba por allí porque no salía en ninguna guía. Pero, según cuenta Lonely Planet, Spielberg filmó La Lista de Schindler y los guiris empezaron a llover del cielo. Pese a todo, ir a Kazimierz a ver judíos es un poco idiota: los que quedan están enterrados o trabajan de seguratas en las sinagogas vacías. Es mucho mejor ir por los bares modernos y las cervecerías, que tienen muy buen género. Y, si uno es lo suficientemente retorcido, por las perturbadoras escenas de niños que juegan con las fuentes.
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15 octubre, 2007

El jinete polaco. La vendedora de flores.

En Polonia es frecuente encontrarse con viejecitas como ésta, que ofrecen ramilletes de flores recién sacadas de un cubo. Suelen ser ancianas muy amables que se quedan apostadas en las esquinas como novias impacientes, con las flores en una mano y una sonrisa insinuada entre las arrugas de la cara. Es una forma bastante cursi de describirlas, lo sé. Pero supongo que cualquiera prefiere imaginar que están ahí porque esperan a un novio, en lugar de pensar que lo hacen porque tienen que vivir de lo que saquen vendiendo cuatro flores de mierda. Flores que, encima, nadie les compra nunca.

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14 octubre, 2007

El jinete polaco. El badajo de Segismundo.

En Cracovia se dice que si tocas el badajo de la campana de la catedral y susurras un deseo, ese deseo se hace realidad. Dado que la campana lleva ahí desde hace cinco siglos y que el país ha sufrido todo tipo de humillaciones, se me ocurre que podemos sacar dos conclusiones: o bien los polacos sólo desean que les pisen, o bien el badajo no tiene nada de milagroso. Yo, personalmente, me inclino por la segunda opción porque pienso que un badajo ha de ser sólo un badajo, y no una varita mágica. Éste, además, tiene nombre: Segismundo, en honor a un rey polaco que ya murió. Es un nombre justo porque los reyes polacos muertos son los que más han escuchado sonar el badajo de Segismundo. Al fin y al cabo, todos están enterrados debajo de la torre. Me habría encantado tener la oportunidad de escuchar el sonido que este badajo hace, pero aquel día no tocaba y tuve que conformarme con pedir un deseo. Bueno, eso y sacar esta foto, que me gusta bastante.

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11 octubre, 2007

El jinete polaco. Sombras en Varsovia.

El año pasado me fui a Lisboa a celebrar la nochevieja y me quedé a dormir en el piso de un fotógrafo. Husmeando entre sus trabajos, hubo una cosa que me dio mucha envidia: el tío hacía muchísimas fotos de sombras. Gracias a eso descubrí que a veces la sombra de las personas puede ser más expresiva que las personas mismas, y empecé a mirar el mundo como si fuese un teatro chino. Esta foto la hice en el casco antiguo de Varsovia, un lugar para turistas que los polacos reconstruyeron después de la guerra. Ahora mismo es, sin duda, una de mis fotos favoritas.

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10 octubre, 2007

El jinete polaco. Rottweil.

Cuando era adolescente me sentía peligrosamente atraído por el universo siniestro. Por suerte, de aquella tendencia sólo me han quedado unos cuantos discos y una debilidad enfermiza por las fotos de tumbas: vaya donde vaya, si hay un cementerio, siempre me cuelo con la cámara.
Los cementerios más impresionantes de Polonia son los que recuerdan a los alemanes caídos durante la Segunda Guerra Mundial. En uno de ellos, muy cerca de la frontera con Rusia, me encontré esta lápida. La tumba de un soldado nazi que se apellidaba Rottweil, un crío de 16 años. ¿Quién le habría dejado las flores, más de medio siglo después?

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08 octubre, 2007

El jinete polaco. El pintor de Cracovia.

Siempre he sentido una debilidad por los arquetipos urbanos. Me gusta la gente que te cruzas por la calle y que te hace sentir como si estuvieses dentro de un tebeo fácil de leer. Este señor, por ejemplo, era el típico pintor bohemio que todos tenemos en nuestra cabeza: barbudo y seguro de sí mismo. Me lo encontré en Cracovia, muy cerca del Instituto Cervantes. La ciudad tiene una vida cultural bastante activa, con tertulias en cafés, cines en versión original y los museos más importantes del país. Este pintor barbudo, por supuesto, nunca colgará sus cuadros en ninguna colección oficial. Pero cada vez que veo su cara en la foto me imagino que sus colegas de hace cien años, ésos que ahora salen en los catálogos, no debían de ser muy diferentes. Y eso me divierte.

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Las instituciones y el agotamiento

¿Por qué será que las instituciones tienden a quedarse anquilosadas? Me hago esta pregunta a propósito de mi visita a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, sita en Madrid, nada menos que en Calle Alcalá nº 13 (es increíble, tan céntrica y tan desconocida).
Esta Academia fue tal hasta que en los años 50 se creó la Facultad de Bellas Artes, momento en el que parece que comenzó su declive. Cerrada muchos años víctima del abandono institucional, las muchas y (algunas) valiosas obras que guardaba volvieron a ser expuestas al público cuando en 1986 se reabrieron sus puertas convertida en museo.
¿Cómo pudieron, ya casi en los 90, crear un museo con un concepto expositivo tan desfasado? Gigantescos cuadros de historia se amontonan sobre las paredes, que están recubiertas de una tapicería-criadero de polvo del tipo alfombra de abuela. Prima la cantidad sobre la calidad: los adefesios con marcos pomposos le sorprenden a una hasta en los lugares más insospechados: reciben al visitante en el hall, jalonan las decadentes escalinatas de mármol, y con franqueza no me habría sorprendido encontrarme “La batalla de tal” o “El martirio de cual” ceremoniosamente colgado sobre el retrete. No hay duda de que la Academia tiene cosas buenas, como unos escalofriantes penitentes de Solana, pero la institución desprende agotamiento.

La misma sensación tuve al visitar, hace poco y por primera vez, el Ateneo de Madrid. En otro tiempo un núcleo de intelectuales avanzados y progresistas, el centro no logró sobrevivir al franquismo, que se cebó con él acabando con toda su vitalidad. Y desde entonces parece que no la ha recuperado: internarse en este edificio decrépito y lleno de desconchones es como entrar en un gabinete del terror habitado por viejas glorias. Retratos de antiguos socios ilustres le observan a una desde todas las esquinas, y los salones están poblados por carcamales que tratan de hacer tertulia al más puro estilo decimonónico. Ninguna cara joven, ningún signo de modernidad.

Es como si las instituciones no consiguieran adaptarse al paso del tiempo. ¿Cuál será la causa? ¿Una mala dirección, un abandono por parte del Estado, la indiferencia de los madrileños que hace mucho dejaron de frecuentarlas? Menos mal que el Círculo de Bellas Artes, la excepción que confirma la regla, no nos decepciona.
En fin, una pena.

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06 octubre, 2007

El jinete polaco. Palacio de la Cultura y la Ciencia.

El Palacio de la Cultura y las Ciencias es el edificio más famoso de Varsovia. Normalmente no suelo hacer fotos de los monumentos típicos, pero hay veces en que resulta muy difícil escapar de su poder de atracción. En estos casos intento encontrar enfoques originales; así evito sentirme como un turista idiota y, además, consigo que mi aura de fotógrafo súper creativo quede intacta. Esta foto me gusta porque el edificio sólo ocupa un lugar secundario. La otra mitad de la imagen está dedicada a la enorme avenida desierta. Varsovia es una ciudad de proporciones tan gigantescas que la sensación de vacío es constante. Ese carácter fantasmagórico debería ser lo que la imagen transmitiese.
Para saber un poco más sobre el Palacio de la Cultura y las Ciencias, recomiendo leer Sindrogámico.

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02 octubre, 2007

Fresas Salvajes y mi sentimiento de culpa.

Escribir sobre Fresas Salvajes es, en cierto modo, una excusa para airear mis complejos cinéfilos. La cinta cuenta la historia de un señor que ha llegado a viejo manteniendo un ideal severo e inflexible de vida, basado en el desprecio de valores como la empatía o la familia. Un buen día, sin embargo, el viejo se da cuenta de que todo el mundo opina lo contrario que él, y empieza a plantearse que quizás estaba equivocado. A mí, con el cine, me pasa algo parecido. Durante años he defendido un corpus estético, sólido y meditado, que desprecia valores como la alegoría (por ñoña), lo onírico (por aburrido) y la trascendencia (por repelente). Y de pronto, en el marco del Proyecto Sesiones Dobles, me encuentro con Fresas Salvajes. Una película que me aburrió porque reúne todos esos valores, pero que todo el mundo dice que es buena. El protagonista de la cinta de Bergman se sentía culpable por haber defendido disparates durante años. Y yo, como soy un tipo muy influenciable, me siento culpable porque no me gusta lo que se supone que debería gustarme. ¿Qué debo hacer? ¿Cambiar, como el viejo, o quedarme igual, aunque me desprecien todos los cinéfilos adoradores de Bergman del mundo? Por lo pronto, estoy muy acomplejado.
Para saber qué más blogs andan implicados en esto de las Sesiones Dobles hay que pinchar en "leer más".

Los demás blogs son: Books & Films, El diario de Mr. MacGuffin, Sesión doble, Cineahora, Fabrica de ilusiones, El espejo de los sueños, Arte y literatura, El trono de Hatti, La mujer justa, Ojo de buey, Himnem, El lamento de Portnoy, Otros clásicos, La linterna mágica, El dia del cazador, Marcovelez.net, Corten!!!, Rulemanes para Telémaco y Cinefilo-Compulsivo.

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