En su novela La Fiesta del Chivo, el cada vez más repelente Vargas Llosa trazó un retrato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo tan complejo que, si ahora yo tuviese que reducirlo a una lista de adjetivos, parecería que estoy jugando a despistar. El Trujillo que aparece en el libro es egocéntrico pero patriota, caprichoso pero comprometido, fiel pero veleidoso. Por ser dos cosas opuestas, hasta es de raza blanca y negra a la vez, como Michael Jackson. Qué tío. Pero si hay algo que me ha sorprendido en La Fiesta del Chivo es que, además, Trujillo es kitch. Cuando Vargas Llosa describe su Casa de Caoba, el lugar al que va a tirarse doncellitas, habla de un lugar alfombrado con el escudo nacional y decorado con diplomas de vacas lecheras. ¿Realmente es inevitable que los dictadores tengan mal gusto? La pregunta me viene a la mente después de leer cómo Jonathan Jones, crítico de arte del Guardian, celebraba en abril el estilo trasnochado del lienzo que ilustra este post. La señora que se retuerce encadenada a la roca no es otra que Prometeo, aquel tipo condenado a que un buitre viniese volando a comerle las entrañas. En versión femenina, soft porn y sin pajarraco, se entiende. El autor de tal disparate de cuadro se llama Louis Smith y esta semana ha estado a puntito de llevarse el premio a mejor retrato del año en la National Portrait Gallery. Al final ha ganado otro, pero según el crítico Jones, el Prometeo tenía que haber sido premiado. ¿Por qué? "Porque se trata del tipo de pintura que a Hitler le habría encantado".
15 junio, 2011
On the air (XIX). El buitre de Prometeo, Hitler y Trujillo.
Publicado por Rfa. a las 10:29
Etiquetas: Arte, On the air
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