Siempre he oído decir que Oscar Wilde era un tipo listo. Se habla de sus brillantes observaciones, de las cosas que dijo cuando le juzgaron por pederasta o de las ironías que colaba en sus novelas. Pero yo leí El retrato de Dorian Gray y no supe dar con el genio. Y claro, al final acabé pensando que todo era una enorme exageración. Recuerdo, por ejemplo, que en su tumba de París me encontré a una muchacha que lloraba sobre la lápida, y que me pareció desproporcionado. No comprendí dónde estaba el mérito de Oscar Wilde. Y no lo he comprendido hasta este fin de semana. De hecho, si cuento todo esto es porque el viernes leí El Fantasma de Canterville y me pareció un prodigio de perspicacia. Wilde lo escribió para ridiculizar los cuentos góticos, pero llegó mucho más allá.
En realidad El Fantasma es una exquisita sátira social donde nadie sale bien parado. Me sorprendieron las agudísimas observaciones sobre los gringos y su garrulismo, y me llamó la atención que hace un siglo ya tuviesen fama de lerdos. Sin embargo, lo que más valoré fue la forma en que Wilde ridiculizaba a los suyos. Los aristócratas ingleses que salen en El Fantasma de Canterville critican tanto a los paletos del Nuevo Mundo que al final terminan siendo ellos los que parecen idiotas. Y el mérito de Wilde consiste en haber sido capaz de plasmar esa paradoja. Cualquiera sabe que prodigarse en juicios conlleva el riesgo de quedar en evidencia, ¿no? El problema es que no todo el mundo puede dejarlo en una novela. Y mucho menos de forma tan sutil como lo hace Wilde. Bravo, pues.
03 abril, 2007
El mérito de Oscar Wilde.
Publicado por Rfa. a las 15:36
Etiquetas: literatura
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
En mi época de lector de Wilde, lo que más disfrutaba eran sus cuentos. Sin duda alguna.
Y te aseguro que era un tipo tan brillante, divertido, inteligente, exquisito, provocador,...
Publicar un comentario