El saxofonista de la foto tocaba en la plaza de Juan Bravo, en pleno centro de Segovia. Y cuando alguien le echaba una moneda, su perro se ponía a aullar. La cosa tenía su gracia hasta que te hacías la pregunta inevitable: ¿por qué aullaba el perro? ¿Era su forma de agradecerte la caridad? ¿O era por aburrimiento? Aquí, una vez más, sólo cabe inventarse una hipótesis. Y la que más me divierte a mí es la segunda: que el perro aullaba porque estaba harto. Hasta que alguien demuestre lo contrario, a los perros no les gusta el jazz. Y claro, el pobre chucho se desesperaba cuando le echaban durillos. Cada moneda nueva alimentaba los delirios del saxofonista y hacía que tocase con más entusiasmo. “Triste perro”, terminé pensando, “condenado a convertir su tortura en espectáculo de turistas”.
25 abril, 2007
Inventando hipótesis (y II). El perro del saxofonista.
Y eché un euro a su dueño para que le comprase un buen filete.
Publicado por Rfa. a las 15:14
Etiquetas: fotografía
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2 comentarios:
Por mi experiencia, a los perros sólo les gusta comer, dormir, salir a la calle y copular.
Pues yo creo que el perro estaba cantando. Los perros imitan a sus dueños. Si el dueño es músico, el perro también. Ese perro es un cantor de jazz.
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