Siempre he pensado que nuestras obras las tienen que juzgar los demás. Cuando en el cole se hacía la típica dinámica de grupo en la que tenías que escribir en un papel cómo te definías como persona, para que los demás adivinasen quién era la persona descrita en cada papel, me atacaba un extremo pudor que no me dejaba encontrar ninguna cualidad, ni buena ni mala, que decir sobre mí. En cuanto a las descripciones que los demás escribían en sus papeles, la verdad es que nunca solían cuadrar con la idea que de ellos tenían sus compañeros, lo cual demuestra que no somos nosotros, sino los demás, los que tienen que juzgarnos.
Algo parecido ocurre con los artistas. Algunos dan valoraciones de su propia obra y se juzgan a sí mismos, por cierto, con mucha manga ancha. Bueno, pues esos juicios, por lo general, se alejan bastante de la fortuna crítica que han tenido posteriormente. Algunos llegan a declararse, sin más rodeos, “los mejores artistas de la historia”, pero esa misma historia no tarda en ponerlos en su sitio. Así, a bote pronto, se me ocurren tres ejemplos:
1. Rousseau, “el aduanero”. Este hombre, autodidacta total que empezó a pintar ya bastante mayor, se consideraba un genio. Sus contemporáneos, que se daban cuenta de que no pintaba con ese estilo naif porque fuera así de moderno sino porque no sabía hacerlo mejor, le encontraban gracia al asunto, y Picasso llegó a invitar a toda la plana mayor de la bohemia parisina a un gran banquete en honor de “Henri Rousseau, el mejor de todos nosotros”. Al parecer, el pobre hombre, que en su locura se creía realmente el mejor pintor de la historia, no pilló el chiste.
2. Luego está el caso de Giorgio de Chirico. Para el inventor de la pintura metafísica, los locos eran quienes no se dieran cuenta de que él, y sólo él, era el mejor. Los demás artistas de vanguardia no eran más que “pseudopintores envidiosos”, y sus obras, “costras modernas”. Y quien le llevara la contraria, no sólo estaba loco, sino que era algo mucho peor: “un intelectual”. Todo ese odio se lo provocaría probablemente el insoportable de Breton, por haber puesto de moda sus cuadros metafísicos de juventud en un momento en que a él, viejo, cansado y aburrido, se le habían acabado las visiones metafísico-surrealistas y ya no le salía pintar así.
3. En cuanto a Dalí, su estrategia fue la de hacerse el loco, para que así todos creyésemos que era un genio. Yo no sé si él realmente se creía el mejor pintor de la historia, y también dudo que estuviera loco de verdad. Pero el hecho es que la cosa le salió bien. Aunque poco le duró, porque al final de su vida todo el mundo se había dado cuenta ya de que ese señor grotesco de los bigotes imposibles era un fantoche y de que, además, no era nadie sin Gala.
13 marzo, 2009
Los mejores pintores de la historia
Publicado por Alis a las 18:06
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3 comentarios:
De todos, el único que me enternece es Rousseau. Sus visiones y su actitud infantiloides pueden llegar a conmoverme un pelín. Dalí me satura y me aburre, pero su egocentrismo delirante a veces me hacen sonreír. Digamos que estoy dispuesto a tragarme su fachada de genio. Pero... ¿Giorgio de Chirico? Me muero del aburrimiento.
Esta recopilación me parece muy sugerente. Intentaré pensar más nombres...
Oye, qué dureza contra Dalí en este blog. Y antes de ver la firma de Alis creí que era un texto de Rfa... os reconozco expresiones similares.
Me ha encantado el post! Y también esa historia de escribir cómo te ves y que no lo acierte nadie.
Un poco como a Rfa., la historia de Rousseau me ha despertado cierta ternura.
Y Dali me resulta un personaje muy divertido, aunque fuera impostado. (Yo creo que a partir de cierto momento ni él mismo se molestaba en ocultarlo, pero de eso sabéis más vosotros.)
Esto se puede extrapolar a muchos ámbitos...yo estoy pensando ahora lo divertido que sería coger a unos cuantos políticos con aspiraciones de estadistas y comprobar cómo se ven a sí mismos, y cómo les retratará la historia dentro de unos años...
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